Pandora Muller
«Wow» suspiro saliendo del consultorio, totalmente satisfecha y con las piernas temblorosas. Sabía a lo que venía cuando recibí aquel mensaje y Norman no me decepcionó de ningún modo. Ese hombre sí que es apasionado y siempre que me toca reacciono a él sin poder remediarlo.
Es obvio que tenemos una conexión s****l fantástica y si no me pongo a su ritmo, terminaré agotada como pasó el sábado.
Esta corta, pero intensa sesión de sexo, aumentó mi energía a mil, pero mis pensamientos van a parar a esa posibilidad que es evidente e inevitable: me voy a enamorar y voy a sufrir.
«No pienses en eso, Dora» me insto en pensamientos llegando de nuevo al vestidor.
—¿Dónde estabas? —Lucy me mira con el ceño fruncido y con los brazos en forma de jarra. —Saliste así sin decir nada y dejándome hablando sola. Pensé que te habías sentido mal.
—El doctor me mandó llamar, pero ya se solucionó.
—Ok, entonces vamos antes que ese papasote, arrogante y caliente, entre primero que nosotras al quirófano y nos mande a freír mondongo como la otra vez.
No puedo evitar reír en pensamientos ante su ocurrencia. Si ella supiera que ese arrogante y yo estamos intercambiando algunos que otros fluidos se caería de espaldas y me mataría por no habérselo contado.
Esta mañana nos toca una cirugía menos compleja que ayer y como siempre Norman lo hace todo perfecto y rápido y después de media hora de descanso comenzamos con otra que nos lleva hasta el mediodía.
—¿Qué piensas hacer por tu cumpleaños? —Ya en el lavadero, la pregunta de mi amiga me toma por sorpresa. —¿Salimos a bailar como el año pasado y tirar la casa por la ventana?
—Aun no lo he pensado —Me encojo de hombros y termino de lavarme las manos.
—¡Pero si es dentro de dos semanas! —Exclama mientras me mira fijamente. —Con las chicas ya nos estamos preparando full para la parranda, ya sabes, comer y beber todo lo que haya en el bar de siempre ¿Cómo que no lo has pensado?
—Es que mis padres hablaron de una cena y un viaje para ese día a la costa en la casa de mis abuelos, pero todavía no decidimos nada.
—Arreglas eso amiga —Me señala con el dedo. —No nos quedaremos sin fiesta. Los 25 hay que celebrarlo ¿o piensas dejarnos plantada este año?
—No, Lucy, no las dejaré plantadas. Solo debo organizarme con las fechas y les aviso.
En eso recibo un mensaje en mi celular y sé que se trata de Norman, pero evito revisarlo frente a Lucy para que no desconfíe. La verdad es que, sí he pensado lo de mi cumpleaños, pero como es el siguiente sábado no sé cómo haré para escapar de Norman y estar con las chicas y mi familia al mismo tiempo.
Tomo mi lonchera de mi casillero y camino hasta el jardín donde lo veo ya sentado en el banco de siempre esperándome para almorzar.
Esta es nuestra segunda semana juntos y ya me estoy volviendo adicta a este hombre y a sus modos tan deliciosos de complacernos. Tengo confirmado que él no es de los que se conforman con poco y eso me excita solo de pensarlo.
(…)
Las dos semanas terminan muy rápido y con ello mis pocas horas libres.
Es sábado de mañana y como siempre en el día de mis cumpleaños, me preparo para acompañar a mi madre a comprar algunas cosas para la cena que vamos a preparar.
Ya vestida, con ropa deportiva cómoda, bajo para desayunar con ella y papá antes de que nos vayamos al supermercado.
—¡Vaya, hasta que veo a mi hija! —Mi padre me recibe con los brazos abiertos y una sonrisa lobuna. —Estás tan atareada últimamente que tengo que esperar hasta el sábado para poder verte.
Me tiro a sus brazos y me fundo con él en un fuerte abrazo. Extrañaba su olor, su calor y sus besos de “todo va a estar bien”
—Lo siento, papi. Las cirugías se han complicado un poco —Carraspeo para disimilar mi mentira descarada.
—No te preocupes, chiquita. Solo recuerda cuidarte —Me guiña un ojo. No sé si es solo mi imaginación o la culpa por lo que estoy haciendo a escondidas, pero siento como si hubiera un mensaje subliminal en sus palabras.
Ninguno de los dos me ha preguntado sobre la razón por la que llego tarde todos los días después de la clínica y sin mencionar que los fines de semana paso toda la noche fuera de casa. Quizás ya se imaginan que estoy con alguien, pero aun no estoy preparada para decirles sobre Norman y nuestra complicada relación con fecha de caducidad y prefiero hacerlo solo de ser necesario. No lo van a aprobar, especialmente porque saben que voy a sufrir.
Luego de un suculento desayuno, partimos hasta las compras.
—¿Por qué no contestas? —dice mi mamá cuando mi celular suena de manera estrepitosa e insistente en mi cartera. —Puede ser uno de tus amigos para saludarte.
Miro la pantalla y niego. Es Norman y no tengo ni idea lo que quiere. Ayer le dije que no estaría disponible para él porque mañana tengo un viaje de una semana en casa de la abuela, por lo que no podemos vernos hasta la siguiente semana.
—Es un número desconocido, mami —Contesto restándole importancia. —Ni idea de quien pueda ser.
—Si no contestas no lo sabrás —Me reprende al notar mi desinterés. —¡Contesta, Dora!
Dejo que la llamada se cuelgue rogando mentalmente al cielo y a todos sus ángeles que no vuelva a llamar, pero como le gusta complicarme la vida, lo hace de nuevo.
Bajo la mirada asesina de mi madre, no me queda de otra que aceptar la llamada.
—Hola, preciosa —Su voz ronca y sexy produce un cosquilleo nada sutil en mi bajo vientre. Este hombre me va a matar. —Me enteré que hoy es tu cumpleaños ¿Se puede saber por qué no me dijiste nada? ¿Es por eso que no podemos vernos esta semana?
—¿Quién es? —Mi madre me sacude un poco antes de que pueda contestar algo.
—¿Es tu mamá? —Norman insiste en el teléfono. —¿Estás en tu casa?
«Mierda. ¿Qué se supone que haga ahora con estos dos preguntándome cosas de ambos lados?»
—Es el doctor Stone, mami —Contesto tímidamente. —Es el nuevo cardiólogo, el que vino en vez del doctor Rivas, el alemán.
—Dame el teléfono —Me exige poniendo su mano frente a mí. «Rayos» —Quiero hablar con él.
—Mami, es que el doctor…
—¡Dame el teléfono, Pandora!
Le paso el celular de mala gana, temiendo lo peor. Mi corazón palpita fuerte imaginando que mi madre sabe todo y que le va a reclamar algo, pero ¿Cómo puede ser eso posible? Nadie más que nosotros lo sabe, o eso creo.
Me rasco la cabeza, pesarosa. Esto va a terminar en un desastre de grandes proporciones.
—Entonces lo esperamos —Escucho decir a mi madre antes de colgar la llamada y me quedo boqueando.
«¿Que qué?» Esto no está pasando. ¿Esperamos dónde?
—Invité al doctor Stone a la cena —Me dice con cara satisfecha. —¿Cómo es que no lo hiciste tú? Es más, me dijo que no sabía que estabas de cumpleaños, Dora. ¿No te dije que debías ser amable con él? ¿Qué pasó con eso de que está solo en este país y necesita que le hagan compañía? Me dijiste que habías invitado a todos.
—Mamá…
—¿Se puede saber por qué lo excluiste de la invitación? —Vuelve a preguntar con cara de enfado. —Pero menos mal que pude hablar con él.
—¿Qué hiciste, mami? —mis manos sudan y mi garganta está seca.
—Lo invité a la cena. Ya te lo dije. Y él aceptó —Contesta encogiéndose de hombros. —Es mejor que nos apuremos, hay mucho por hacer.
«¡Oh Dios!»
Todo el día me la paso con un nudo en el estómago y no entiendo el motivo. No es que él venga a declararse frente a todos o algo parecido, pero aun así estoy nerviosa.
Cerca de las 20 horas, frente al espejo empiezo a ponerme un maquillaje ligero, pero que convine con mi atuendo. Esta vez tengo un vestido de estilo distinto a lo que suelo usar generalmente, está ceñido a mi cuerpo y es de un color rojo intenso, combinado con una chaqueta oscura, medias de red y botas a tono con mi chaqueta.
Me miro y me quedo reflexionando del motivo real del esmero en mi atuendo. Es obvio que es por él o nunca me hubiese puesto un vestido tan sexy y tan pegado al cuerpo.
—Hija, tus amigos ya llegaron —Anuncia mi madre desde la puerta. —Apúrate para acompañarlos.
—Ya voy, mami —Contesto exhalando un par de veces.
Me miro una vez más verificando que todo esté en su sitio y bajo.
Una algarabía me recibe al salir a la sala. Todos mis amigos de la facultad y algunos vecinos de mi edad ya están aquí, pero mis ojos van a parar en los de él quien contrasta totalmente con los demás en la sala. Está elegante en ese traje n***o, su cabello peinado de manera prolija al costado y esa barba bien delineada que tanto me gusta.
¿Es que no se cansa de ser tan guapo y perfecto?
Todos se acercan a saludarme mientras él se queda atrás hablando algunas cosas con mi madre y ella le sonríe de manera cómplice.
Cuando me desprendo del grupo camino hasta él quien me repasa con la vista de pies a cabeza. Es obvio que le gusta lo que ve.
—Felicidades, preciosa —Deja un beso corto en mi frente y extrae una cajita del saco de su bolsillo.
—No debiste molestarte —Manifiesto al ver que extrae de ella una hermosa y delicada gargantilla con un dije de gota. —Es demasiado, Norman.
—Nada es demasiado para ti. Te mereces esto y muchas cosas más. —Me susurra al oído mientras lo coloca en mi cuello.
A mi costado noto la mirada extrañada de mi amiga sobre nosotros, que muy seguramente notó nuestra interacción, pero ya luego pensaré en algo para calmarla y no se suelte de lengua frente a mis padres.
—Bueno, ya que todos han llegado, pasemos al comedor —dice mi madre en voz alta.
Todos adoran su comida y hasta Norman pone una cara de asombro cuando ve en la mesa platillos alemanes que mi mamá preparó solo porque él venía a cenar.
Mi padre empieza a distribuir a todo el mundo en un lugar y me sorprende que me pide que me siente al lado de Norman.
No estoy en condiciones de cuestionar nada. Nadie parece sorprenderse por ello tampoco y todos disfrutamos de la sazón maravillosa de mi madre hasta hartarnos.
—Tranquila —dice Norman en mi oído acariciando mi rodilla por debajo de la mesa. —Relájate un poco. Estás muy tensa y así no ayudas en nada.
Antes de que pueda responderle Lucy se acerca con el pastel en las manos y empieza a cantar. Todos nos levantamos y la acompañamos.
—Pide tu deseo, amiga —Coloca la vela encendida a mi nivel para que pueda soplar. —Algo que desees con toda tu alma. Dicen que lo que se pide con el corazón se cumple.
Hago una vista panorámica de todos los presentes y me emociono hasta llegar a las lágrimas. Estoy muy feliz, es el mejor cumpleaños que he tenido.
La palma caliente de Norman en mi espalda me hace reaccionar a la realidad, nuestra realidad.
Con ese deseo repicando en mi mente, soplo la vela. No estoy segura de que algún día se cumpla, pero al menos diré que lo intenté.