El castaño miraba todo frente a él, mientras se adentraba en la mansión de Stefano, algo iba a pasar, se lo decía el aire y se lo decía la cara de sus hombres también. Su expresión se hizo más fría entonces, repeliendo todas las miradas que esos sujetos le daban. Sabía que el primo de Giulio no faltaría a las reglas que tenían ni a los protocolos, que no iba intentar hacer nada en su contra, pero nunca se podía poner las manos en el fuego por ese hombre, cuyas excentricidades le desagradaban porque todo parecía hacerlo con el fin de parecer un cartel público con luces de neón. Estaba intrigado por el descubrimiento que el idiota le había presumido por teléfono, y sabía que eso involucraba a la castaña. De todas maneras, su preocupación no lo consumía, puesto que la inteligencia en el
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