Capítulo II: El captor

966 Words
Narra Soledad.   Me desperté lentamente, tuve recuerdos lentamente sobre lo que había pasado; pero de El miedo se alojó en mi garganta cuando recordé que me habían estado desnudando, en una cama, pero no había dolor entre mis muslos que sugiriera que me habían usado de esa manera. Podía sentir todo lo demás: me dolía el hombro, me dolían los brazos donde me agarraron por primera vez. Y podía sentir cada golpe y moretón por su trato brusco de mí. Pero eso no. No me habían violado ¿Pero por qué no? ¿Estaban esperando hasta que volviera a estar consciente? ¿Es eso lo que querían? ¿Qué luchara contra ellos, sabiendo que iba a perder?  Pasé a evaluar mi situación. Estaba en una cama, presumiblemente la misma en la que me había despertado levemente antes de volver a perder el conocimiento. Estaba desnuda, y mis manos estaban libres. Estaba en un cuarto oscuro y sucio algo pequeño, no había ventanas y olía algo mal. Luego escuche unos pasos y luego la puerta se abrió. Me quede quieta en cama y cerré los ojos, escuche que este sujeto se acercaba a mí. —Abre los ojos—me pidió al tiempo que rozaba uno de sus dedos sobre mis labios, su toque fue suave y fugaz. Mis ojos se abrieron y jadeé. Ciertamente, esto no era lo que había estado esperando, aunque más bien se alineaba con su olor. Él era realmente atractivo, cabello oscuro, ojos azules vivos, rasgos perfectamente equilibrados, una mandíbula fuerte ... la lista continuaba, pero los ojos seguían atrayéndome. Por el más breve de los momentos, incluso me tranquilizaron, como si supiera de alguna manera que eran un consuelo, no un peligro. Pero entonces la lógica ganó y me escabullí lejos de él, arrastrando las mantas de la cama conmigo mientras me iba. No había nadie parado en la puerta para bloquear mi salida, pero la puerta estaba cerrada. No le había oído cerrarlo, y solo podía esperar que no hubiera tenido el sentido común de cerrarlo. Corrí hacia la puerta, pero la manija no se movía. Seguí intentándolo de todos modos, esperando sentir sus manos agarrándome por detrás en cualquier momento, pero no lo hicieron. Abandoné la puerta, me di la vuelta para luchar contra él, pero todavía estaba de pie junto a la cama, aunque ahora tenía una expresión divertida y sus ojos vívidos estaban llenos de calor.  ¿Qué diablos quería de mí? ¿Era esto un juego? ¿Alguna forma retorcida de provocar la anticipación de lo que se avecinaba? Lo único que pude notar era que este hombre no era un simple matón o guardia. Su ropa, su postura, la inclinación de su barbilla, el aura que irradiaba de él, la sonrisa arrogante, el control de acero en sus ojos, este hombre no cumplió con las órdenes de nadie más que las suyas. Entonces, ¿en qué lo convirtió eso? ¿El cabecilla? —¿Qué ... qué quieres? —tartamudeé con una voz débil y patética. —Acércate— dijo en un tono que hacía que pareciera que mantener la distancia era una tontería, y, sin embargo, dos pasos más y eso era lo más cerca que iba a estar. Él se rio entre dientes y pareció dejarlo ir—. La primera regla que aprenderás es que debes obedecer. Si no lo haces, serás castigada como mejor me parezca. ¿Lo entiendes? —preguntó. ¿Entender? No, ciertamente no lo entendí. ¿De qué diablos estaba hablando? —No–respondí tratando de ser valiente esta vez, retrocedí varios pasos. —No, ¿no lo entiendes? ¿O no obedecerás? —preguntó. Tenía que estar loco.  —No te obedeceré. No eres mi dueño —conteste. —Puede que no lo entiendas, pero me obedecerás, te lo aseguro. Serás mi sumisa, como todas las mujeres que vendemos—mencionó. Me quedé allí paralizada, mi mente dando vueltas por la conmoción. Esto no podría estar pasando. Fue más que una locura—. Ahora, quítate la manta—exigió.  Apreté la manta con más fuerza contra mí y le devolví la mirada—. No te lo diré de nuevo— dijo, y aunque me di cuenta que lo decía en serio, y ni siquiera quería adivinar lo que iba a hacer, me quedé rígida, negándome a renunciar a él. Suspiró profundamente y caminó hacia mí, tuve la sensación de que era su presa. Luego lo tuve frente de mí y su presencia fue diez veces más abrumadora y aterradora. No parecía enojado. Su respiración era normal, tuve que apoyarme en la pared por su cercanía. Lentamente se acercó a mi oído—. Si obedeces tendrás como recompensa mucho placer te lo aseguró—dijo deslizando una de sus manos para quitarme la manta, la deje caer hasta mi cintura, luego tocó uno de mis senos y cellisqueó mi pezón, no pude evitar estremecerme, con sus dedos lo giró lentamente, haciendo que me excitara—. Piénsalo, si quieres placer entonces obedéceme la próxima vez. Eres mi prisionera ahora y no podrás escapar de mí—agregó, colocó sus labios ahora sobre mi otro pezón libre donde lo mordió levemente. No pude evitar jadear, tuve que cerrar los ojos. Luego no sentí nada, solo escuché que la puerta que se abría y luego se cerraba. Mi respiración era agitada y la humedad en mi coño era evidente. Me insulte a mí misma por haberme excitado con el toque de un extraño. Ni siquiera sabía quién era y el motivo del porque realmente estaba aquí. Volví a la cama con la manta todavía en mi cuerpo, recé para que un milagro sucediera y pudiera salir de aquí. Sin embargo no dejaba pensar en mi captor.
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