Nuestra historia.

México D.F. 1990. Marian es una joven de 18 años, estudia contabilidad es hija única y huérfana, consiguió entrar a trabajar a las empresas San Isidro, luego de un largo proceso de selección y contratación, pues se postulaba para la vacante de secretaria del gerente general, es todo un reto para alguien de su edad sin experiencia laboral pero desde pequeña está acostumbrada a los mismos. Se ha puesto un traje elegante a recomendación de su amiga Cristina, lleva el cabello peinado con el estilo de los 90s, su maquillaje es muy suave, tacones y un bolso muy sencillo. Está nerviosa, va caminando observando todo a su alrededor.  En el ascensor, hay un hombre de unos 23 años, es muy joven y la queda mirando con cierta curiosidad que ella desconoce y sin darse cuenta como el ascensor se traba, ella suspira un tanto frustrada han quedado encerrados y Marian sufre de claustrofobia, él hombre lo nota y se acerca muy lentamente pero con gran curiosidad da la impresión de que conoce muy bien todo el edificio y su personal cosa que a la joven parece no importarle ya que solo cuenta hasta 10 mentalmente deseando que aquel momento pase de inmediato. -¿Estas bien? - la mira interrogante con cierto dejo de gracia pues no recuerda a una mujer con su estatura ya que se ve muy pequeña a su lado con ese estilo y unos ojos que parecen esconder grandes secretos para cualquiera que la mire. -No, como este ascensor no funcione me va a dar algo - es todo lo que puede decir deseando que su voz no denote la angustia por la que esta pasando. -Tranquila, es la primera vez que sucede - intenta mostrarse optimista pero ni él mismo se entiende - seguro se soluciona rápido - le regala una sonrisa cálida que logra distraerla de su desgracia y la hace sentir mejor al instante. Ella suspira y asiente con media sonrisa pues parece que aquel desconocido logro su objetivo de distraerla. El hombre no para de mirar sus ojos verdes y sus labios aquellos que le invitan a muchas cosas pero solo se ven con cierto deseo, ella está concentrada en no gritar de nervios por la claustrofobia ya no sabe ni en que pensar. Él está intrigado parece que hay un magnetismo en ella que no lo deja despegarse, a su edad es la primer vez que pasa por ello pero le encanta pues esta muy acostumbrado a otro tipo de situaciones. -¿Es tu primer día, verdad? - rompe el silencio con su potente voz barítono, una voz cargada de cosas que la joven no sabe definir y ella asiente. -Si señor - responde con gran timidez, evitando mirarlo solo sabe que adora su aroma tan varonil entonces lo mira por el rabillo del ojo y sabe que lleva un traje de oficina que denota gran poder unos labios delgados que forman un pequeño hoyuelo en la parte inferior ni que decir de sus manos pulcras y reloj, sin duda es un hombre con poder ¿Quién será? inquiere mentalmente. Pasa un rato y ella está tan descolocada que se empieza a remover con impaciencia su manía desde niña solo que esta vez no esta su madre para soplar tranquilizarla mientras la abraza regalandole una sonrisa de esas que dicen "todo estará bien" y eso la entristece.  El hombre está intrigado sigue observándola solo sabe que adora la visión de su trasero es pequeño pero como empieza a desear poder tocarlo, mueve la cabeza repitiendo un mantra mental para no espantar a aquella mujer. Después de un rato el ascensor funciona y ella agradece al joven sin saber muy bien porque lo hace, ella baja primero regalandole por primera vez una mirada dulce e inocente que lo deja congelado por un segundo se plantea la idea de bajar también y pedirle si quiera saber su nombre pero no lo hace, va deprisa aún no tiene secretaria con lo cual hay cosas que debe hacer solo. Él continúa su camino con media sonrisa hasta el último piso del edificio como todas las mañanas prepara su café luego de dejar su maletín a un lado y revisar el New York Times y la sección que algunas veces es motivo de sus dolores de cabeza: la bolsa de valores, maldice no tener a su secretaria pues al menos sabría que debe hacer en la mañana.  -Llegas temprano Marian - la recibe el funcionario de las empresas que la contrato - el jefe aún no llega - sonríe - vamos te mostraré tu puesto de trabajo y algunas de tus funciones - la joven un tanto nerviosa le sigue - para cuando llegue el señor San Isidro es importante que le tengas listo su café - es la primera de las instrucciones que recibe y anota mentalmente. Marian asiente y el encargado de contratación le muestra el camino y acto seguido llegan al piso donde Marian debe empezar sus labores, había visto las oficinas pero el ala principal del edificio no, le gusta sin duda son dirigidas por hombres. Se escucha cerca al puesto de trabajo designado para la muchacha una discusión, parece una pelea de novios pero ella intenta que la curiosidad por esta vez no le gane. Julian quien es el encargado de contratar a Marian no sabe que decir y toca la puerta pero antes sale una mujer morena y altiva mirando mal a los presentes sin importarle, atrás queda la puerta abierta y Julian entra. -Ya tengo a su asistente señor San Isidro -observa a Marian quien está impactada e intenta actuar de manera profesional. -La señorita Marian Guerra, es una joven que cuenta con el perfil que ha solicitado y es muy competente. Emiliano escanea de nuevo a Marian y cae en cuenta que es la joven del ascensor, ella se muerde el labio disimuladamente mientras él la mira de manera diferente sin saber descifrarlo ella misma. -Ya, déjanos solos Julian - silencio - tengo que darle algunas indicaciones a la señorita. Ella es una mujer muy dulce e inteligente a Emiliano le llama la atención, pues ve en ella cierta inocencia que nunca a visto en nadie más, además de ser muy educada lo que le gusta.