La mañana ha sido muy difícil para la enfermera jefe. Su hija Georgina ha tenido problemas de salud lo que ha hecho que su cuenta bancaria baje de forma potencial.
La única ayuda seria que ella pudiera alquilar la habitación por un tiempo hasta que logré mejorar sus finanzas que se han visto muy cortas desde que adquirió esa enorme casa.
— ¡Mami! — dijo la infante llorando— me duele mucho.
La madre rápidamente le da el antibiótico y con amor la arropa ente su brazos.
—Ya mi amor, pronto pasara— le dijo con dulzura. Esa criatura había sido la luz en su túnel de dolor y abandono.
El timbre de la casa suena y anuncia que alguien ha llegado. Antonella con su carga preciosa va a la puerta y abre. Delante de ella esta una mujer muy hermosa que la mira con cierta arrogancia y desprecio.
—Buenos días— dice la joven y le muestra un anuncio a Antonella— es aquí donde arriendan un aparta estudio interno?
Antonella la mira con cierto fastidio. El aire a citadina le exuda por los poros de la mujer que esta en su puerta.
— «Si esta gente citadina no gusta de los pueblerinos entonces ¿qué hace aquí? Pero la necesidad tiene cara de perro»— medita la mujer pesarosa.
—Sí señorita— le dijo Antonella a la bella mujer— ¿Es para usted?
La joven respingo con el aire y luego torció la boca.
—Es para mi prometido— le dijo con orgullo – él es médico y va a trabajar en el Sagrado Corazón. Y necesita alojamiento por lo menos un mes hasta que yo logre conseguir una casa para vivir juntos.
— «Como si me importara»— pensó la mujer molesta con la presencia de la bella mujer.
—No la alquilo a parejas— dijo Antonella para rechazar a la mujer que ya le caí mal— de verdad lo lamento.
La mujer rio de buena manera.
—No cariño, yo no viviría en un cuchitril como este— dijo con burla.
Antonella apretó los dientes furiosa. Su casa no era bella ni lujosa, pero si era muy cálida y honorable. Era el hogar de su hija y de ella.
—Entonces…
—Entonces Jorge será quien viva aquí— la interrumpió — te voy a pagar cuatro veces el arriendo por ese mes— le dijo y la miro a los ojos. La joven había caminado centenares de lugares y ninguno estaba libre para ser ocupado de inmediato. Solo aquella pocilga y la necesita con urgencia.
Antonella que el orgullo lo había perdido desde hacía mucho tiempo atrás solo dejó escapar un largo suspiro.
—Está bien— le dijo la enfermera— solo un mes.
La recién llegada solo le sonrió.
—Gracias— le dijo mi prometido viene en una hora.
Después que se marchó la mujer insoportable, rápido Antonella con su carga que ya estaba dormida entre sus brazos fue a su habitación y la acostó. Ella aun dormía con su hija. Nunca se quiso separar de su hija y tampoco tenia la ilusión de volver a enamorarse.
Rápidamente salió y comenzó a limpiar la habitación. Un p**o de cuatro veces lo que costaba el arriendo para ella era maravilloso y para nada despreciable.
Su corazón estaba destrozado desde que su esposo la abandono y por el embarazo perdió su buen y amado trabajo. Con la ayuda de una amiga la coloco a trabajar en hospital el Sagrado Corazón y así se ganaba la vida y cuidaba a su hija.
En una hora exacta el timbre de la puerta le anuncio que su huéspedes había llegado.
Aliso su falda y arreglo su cabello. El timbre volvió a sonar y ella se apresuró abrir.
—Buenas…— las palabras quedaron en el aire al ver aquel hombre moreno de ojos n***o que en el pasado la había lastimado y abandonado.
El cansancio, la preocupación hizo que la joven madre perdiera el conocimiento.
— ¡Señorita! — exclamó el recién llegado y la tomó entre su brazos para evitar que se hiciera daño al caer la desconocida — ¿qué le pasa a esta mujer? — dijo él en voz alta y muy confundido.