—¿Estás bien? No me digas que sí, porque en tu rostro se refleja otra cosa. ¿Qué sientes? Puedes decirme lo que te pasa. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.
—Lo sabrás cuando lleguemos.
No iba a contarle ahí. En el resto de tramo que faltaba, Dalery se encargaría de convencerla de que no cometiera esa locura. Y no estaba dispuesta a escuchar a nadie. Estaba decidida a unir su vida a la de Aike Lanús.
Este se encontraba parado detrás de la ventana de la oficina, su mirada estaba fija en la entrada de la mansión. Cuando aquel coche se detuvo, inhaló profundo y giró el rostro hacia la mujer a su lado. Rosa negó, pero Aike le dio el último sorbo al vaso de licor que contenía en su mano, seguido procedió a salir. Caminó hacia el jardín trasero donde ya se encontraba el juez y uno de sus amigos. Este cuestionó—¿Estás seguro de hacer esto, Aike? Apenas y se saca el acta de fallecimiento de tu esposa, y ya vas a contraer matrimonio con otra mujer, y no cualquier mujer, si no que, tu cuñada.
—Limítate a ser mi testigo y guarda silencio.
Se paró junto al juez, estuvo ahí hasta que Dana apareció.
Cuando Dana ingresó, Rosa la trató de convencer de que no cometiera esa locura, pero Dana hizo de oídos sordos y prosiguió hacia el jardín.
—¿De que locura habla esta mujer? —cuestionó Dalery. Se quedó estupefacta cuando vio a tres personas al frente, solo conocía a uno de ellos, y ese era el cuñado de Dana.
Dalery dio dos largos pasos, alcanzó a Dana y le tomó suavemente del brazo—. ¿Qué es esto? —Dana apartó la mirada de su amiga y la posó en los tres hombres frente a ellas, más que todo en el que se encontraba de espalda.
—Esto es, mi unión con el viudo de mi hermana.
—¿Qué? ¿Pero te volviste loca?
—Tal vez. Pero es necesario hacerlo. Solo así evitaré que ese miserable le dé una madrastra a mi sobrino.
—Por Dios, ¿piensas quedarte con el esposo de tu hermana, el mismo canalla que la llevó a la muerte?
—Solo estaremos unidos a un papel. Nunca seré su esposa de verdad —aseguró— ¿Me apoyarás?
CAPÍTULO 1
Dana Badawi, se encontraba en el centro comercial más concurrido de la capital de Estaquía, saboreaba animadamente su helado con sus amigas del colegio, con quienes había salido a pasar la tarde, más bien, a disfrutar la última tarde que compartiría con una de ellas porque esta se mudaría del país, la misma que se le acorrió realizar desafíos.
Dalery, su amiga más atrevida se levantó y comenzó con el reto, fue hasta la caja y sedujo al cajero, por consiguiente, le robó un beso.
Damaris y Dana cubrieron la boca para evitar gritar por la acción de Dalery. Esta regresó al asiento consiguiendo incluso el número del joven de la caja.
—¿Estás loca? —Preguntaron las dos D.
—Pueda que sí. Pero les digo algo, besa muy rico —Dana y Damaris no podían creer lo que hacía su amiga—. Ahora les toca a ustedes.
—No, no podría hacer algo así —Reprochó Dana.
—Siempre tan inocente mi Danita —le acarició el cabello—. Es la última tarde que pasaremos juntas, por favor compláceme, ve y lígate a uno de los que caminan por ese pasillo.
—No, no podría besarme con un desconocido.
—Al menos pídele el número —propuso Dalery—. Anda, quiero verte ligar.
—Somos unas niñas, no podemos ligar.
—Yo si lo haré, todo porque Dalery se vaya contenta —expuso Damaris—, pero lo haré después de ti, Dana.
Soltando un suspiro por la boca, Dana miró entre la multitud—. ¿Y si no me lo da?
—Claro que te lo darán, eres una hermosa bebé —la animó Dalery.
—Ok. Solo porque es tu último día en el país —dijo y, Dalery aplaudió y la animó gritando su nombre suavemente junto a Damaris.
Dana se sintió emocionada por la locura que realizaría, pero también un poco nerviosa. Sin embargo, miró a sus amigas quienes la animaban moviendo los brazos en el aire y haciendo fuerza por ella.
Dana comenzó a escanear el lugar en busca de su “objetivo”. Sus ojos recorrieron a la multitud, deteniéndose en cada rostro, tratando de encontrar a alguien cuya sonrisa o mirada pudiera acaparar su atención. Y entonces, lo vio, un hombre alto, elegante, cabello castaño claro, con una mirada profunda, era sumamente atractivo y caminaba hacia su dirección.
Dana sintió su corazón latir desenfrenadamente, sentía una mezcla de nervios y excitación en su pecho mientras aquel hombre se acercaba cada vez más a ella y ella a él. Mientras daba los pasos imaginaba cómo sería el momento en que le pediría el número y cómo se sorprendería este, por su osadía.
Suspiró profundo porque ese desconocido parecía encajar perfectamente en el perfil que a ella le gustaba, era igual como lo había imaginado, su hombre ideal.
Sin embargo, cuando estaba por llegar, cuando la multitud les abrió paso dejándoles casi en frente, separados nomas por unos metros, los ojos de Dana se encontraron con una escena que la dejó paralizada. Vio a su hermana mayor, Ivana Badawi, engancharse de la mano de aquel hombre que había elegido para su desafío. Lo peor de todo, Ivana le giró el rostro del hombre de su desafío y lo besó suavemente.
Este volvió la mirada al frente, conectándola con Dana que, desde hace rato, llevaba mirándole.
Dana, que segundos antes caminaba lento en medio del pasillo para quedar frente a frente con Aike, se detuvo en seco cuando vio a su hermana y que, por el beso que esta le dio, significaba que aquel joven, era su novio.
Cuando Ivana posó la mirada al frente, y se encontró con su hermanita menor sonrió, se soltó de Aike y fue a abrazarla feliz.
—Dana —esta correspondió al abrazo de su hermana, mirando aquel guapo hombre que minutos atrás, era su objetivo.
Sus amigas, que la observaban con expectación desde la heladería, se percataron de esa escena, se miraron entre ellas, sin entender lo que pasaba a varios metros de ellas.
—¿Qué haces aquí? —preguntó incrédula. Su hermana estaba en otro país hace no más de un día. La última vez que habló con ella fue el día anterior.
—Es que decidimos venir y darles una sorpresa a nuestros familiares —se colgó del brazo de Aike y dijo con los ojos brillando—. Te presento a mi novio, y futuro esposo.
Cuando Dana miró aquellos intensos ojos verdes, sintió algo extraño en su ser. Le sonrió a Aike y le extendió la mano para saludarlo. Cuando su palma se unió a la de ese desconocido, más cuando escuchó esa gruesa pero sensual voz, sintió choques de electricidad recorrer su cuerpo y fuertes latidos en su corazón los cuales desechó ya que el desconocido que había elegido para su desafío, era su cuñado.
—Gusto en conocerte, cuñadita —Dana retiró la mano, sintiendo un hormigueo en ella. Para aplacarlo, la apretó y rascó la palma con sus largas uñas.
—¿Y qué haces tu aquí sola? —Ivana sabía cuán estricto era su padre con ellas, y casi nunca las dejaba salir solas mientras fueran menor de edad, no fue hasta que ella cumplió los dieciocho que pudo tener un poco de libertad.
—Papá me dejó salir con Damaris y Delary —miró a sus amigas, y como si supieran que hablaban de ella, las chicas levantaron las manos en sinónimos de saludo—. Es el último año que Dalery estará en el país y decidimos pasar una tarde juntas —explicó Dana, sintiendo la mirada intensa de Aike sobre ella. Le miró por un segundo, y al impactar su mirada con la de él, se sonrojó.
Aike continuaba serio, aquel joven de veintiún años parecía no tener una pizca de divertido, su seriedad y la intensidad con la que la miraba, la tensaba.
—Que bien linda, sigue disfrutando, que mi novio y yo, continuaremos comprando lo necesario para los preparativos para la boda —Ivana se despidió de su hermana, se enganchó de Aike y lo jaló para que caminara.
—¿Dónde te estás quedando? ¿No vas a ir a casa?
—Iré mañana…
—Iremos esta noche —dijo Aike que se había mantenido todo el tiempo en silencio.
Dana le sonrió minúsculamente y asintió —No le digas a papá que me viste, le daré una sorpresa —pidió Ivana. Seguido se marchó sin mirar atrás, pero su novio si que lo hizo.
Ante la mirada de Aike, Dana volvió a su asiento, sus amigas cuestionaron.
—¿Esa no era tu hermana?
—Lo es.
—¿No estaba fuera del país? ¿Quién es el hombre que la acompañaba?
Dana miró hacia donde se había ido la pareja, al no verlos suspiró —Su novio.
—¿Y el número que ibas a pedir? ¿Cuál fue el hombre que elegiste?
—Se me pasó. Cuando vi a Ivana me entretuve y se me pasó.
—Mmmm —sus amigas dudaron. Estaban convencida de que ella eligió a ese hombre, pues todo el tiempo la mirada de Dana estuvo puesta en esa dirección, solo que al ser el novio de su hermana desistió.
*
Por la tarde, Aike se encontraba frente al espejo de su habitación, alistándose con delicadeza para la cena en casa de su suegro.
El joven lucía impecable, con un elegante traje oscuro que resaltaba su porte distinguido. La cabeza enmarcada por su cabello castaño, peinado cuidadosamente hacia atrás. Los mechones suaves y pulidos parecían danzar con cada movimiento que realizaba frente al espejo.
Con manos hábiles, Aike se aseguró de que todos los botones de su brillante camisa blanca estuvieran correctamente abrochados. Los gemelos plateados que adornaban sus puños añadían un toque de refinamiento a su atuendo. Se percató de que el nudo de su corbata estuviera perfectamente ajustado y simétrico, lo cual le hizo sonreír satisfecho con su destreza manual.
Lentamente, el joven se enfundó en su traje de color rojo borgoña, que contrastaba de manera magnífica con su tez clara. Con cada movimiento, el fino material abrazaba su figura atlética y definida, realzando su atractivo natural. Aike se sentía seguro y poderoso dentro de aquel traje, irradiando confianza y autoridad.
Una vez vestido, echó un último vistazo al espejo para confirmar que todo estuviera en su lugar. Su reflejo le devolvió una imagen de elegancia. Los ojos verdes brillaban con determinación, reflejando la emoción y la anticipación por el encuentro con los Badawi, especialmente por volver a ver aquella encantadora joven.
—Estoy listo, no tardes —le dijo a su novia. Había muchas cosas que Aike Lanús odiaba, una de ellas era esperar.
Minutos después, Ivana descendió las escaleras, sintiéndose hermosa y segura de sí misma, pero para su disgusto, su novio Aike no le hizo ningún cumplido. Simplemente tomó su mano y la condujo al coche. Horas después, llegaron a la casa de la familia de Ivana. Al abrir la puerta, Aike no pudo evitar quedar impresionado por la belleza de su cuñada, Dana Badawi, de solo dieciséis años.
El corazón de Aike dio un vuelco al posar sus ojos en Dana. Su sonrisa radiante y su elegante presencia captaron su atención de inmediato. No podía negar la oleada de atracción que sintió hacia ella, pero rápidamente desechó esos pensamientos, recordándose a sí mismo que ella era la hermana de su novia.
Tratando de recuperar la compostura, Aike saludó al padre de Ivana con un apretón de manos cálido, disimulando la incomodidad que sentía por dentro. Intercambió cortesías y participó en conversaciones educadas, mientras robaba miradas ocasionales a Dana.
Finalmente, saludó a Dana. Aike no pudo evitar sentir una abrumadora admiración por su belleza natural. La saludó con una sonrisa cortés, tratando de mantener una apariencia de normalidad.
En cuanto a Dana, humedeció sus labios al ver esa sonrisa, tras saludar a Aike se dio la vuelta y fue a la cocina para ver que todo estuviera listo.
Ivana la siguió, al encontrarla sola en la cocina cuestionó: —¿Y la empleada?
—Papá la despidió. Dice que estamos en tiempos de economizar.
—¿Tan mal están?
—¿Él dice que no? Pero yo creo que sí.
Ivana sabía que la empresa de su padre venía en decadencia desde hace mucho. Por eso la incitó que se casara pronto con Aike Lanús, el hijo de un importante empresario, y nieto de un hombre poderoso en Tuntaqui. Pero nunca pensó que estuvieran tan mal económicamente que ni alcanzara para pagar a una empleada.
Cuando la cena estuvo lista, las dos hermanas procedieron a servir. Mientras Aike hablaba con su suegro, echaba una mirada rápida a la joven que servía los platos. Cuando ya la cena estuvo en la mesa, Dana e Ivana tomaron asiento, esta última al lado de su novio, y Dana frente a él.
—¿Quién cocinó? —preguntó Aike. Era un joven con un paladar exclusivo, y la comida que le habían servido estaba exquisita.
—¿Por qué preguntas? ¿No te gustó? —preguntó el suegro.
—Al contrario, está exquisito —dijo mientras humedecía sus labios —Me gustaría conocer a la persona que preparó tan sabroso plato.
—Bueno, aquí la tienes —posó la mano en su hija—. Mi pequeña Dana es una gran cocinera —ella se sonrojó por las palabras de su padre, y cuando miró a Aike, un juego artificial explotó en su estómago.
—Pues felicidades cuñada, el hombre que se case contigo será muy afortunado —dijo al tiempo que la miraba con intensidad.
Ivana suspiró, entrelazó sus dedos con los de Aike y los colocó sobre la mesa, con una sonrisa dijo: —Papá, tienes que saber que tú hija se casa la siguiente semana.
Aunque él ya lo sabía, no pudo evitar mostrar impresión. Se levantó y felicitó a su hija. Mientras padre e hija se abrazaban, Dana y Aike se miraban fijamente. Este último salió del trance cuando su suegro le palmó el hombro para felicitarlo. Aike se levantó, recibió la felicitación de su suegro, y volvió a ocupar su asiento.
La cena transcurrió con normalidad, entre miradas y tensiones de Aike y Dana. Cuando esta terminó, se despidió con un beso en la mejilla de su padre y se propuso a retirarse a la habitación.
Aike la siguió con la mirada hasta que la esbelta figura desapareció de su vista.
—Nosotros también nos vamos —se levantó, arregló su traje y se despidió de su suegro—. Te espero fuera, dijo.
Aike salió y se sentó dentro del auto, observó aquella habitación con la luz encendida, su mirada intensa anhelaba que la figura de aquella chiquilla apareciera en esa ventana. Pero cuando recibió esa llamada, recobró la conciencia y el propósito que lo había traído hasta ahí. No podía desviarse de su meta.
—Ahora no puedo hablar, estoy en casa de ya sabes quién —dicho eso cerró la llamada, porque Ivana ya salía.
La semana siguiente, Aike Lanús se preparaba para unir su vida a Ivana Badawi. Se encontraba en lo alto de la mansión de su padre, dentro de su habitación, observando los arreglos del jardín.
Su teléfono vibró en el bolsillo, sin dejar pasar un segundo lo sacó, y sin mirar a ver quién era contestó.
Sonrió ante las palabras que escuchó. Colgó sin despedirse cuando la puerta de su habitación se abrió.
—Es hora —dijo su padre parándose al lado. Aike se giró para quedar frente a su padre—. Sigo insistiendo que es una boda apresurada, pero ya has llegado hasta aquí, y no creo que te arrepientas —Aike miró hacia el jardín, vio a Dana sentarse en las primeras filas junto a su padre. Al momento que su celular volvió a vibrar, dijo con firmeza—. No habrá arrepentimiento.
Junto a Fabien Lanús, su padre, bajaron.
Aike se paró frente al juez, no miró hacia atrás, ni siquiera a su cuñada. Estaba determinado a casarse, porque ese era su propósito.
Cuando Ivana se paró a su lado, le sonrió forzadamente. El juez empezó con la ceremonia, y una vez que culminó, los novios se besaron.
Gruesa saliva rodó por la garganta de Dana, ni siquiera sabía porque razón le sucedió eso. Apartó la mirada de los novios y la centró en el suelo. La levantó cuando ya no estaban en frente.
Ivana y Aike caminaban por el largo pasillo. Al momento que Ivana vio a Austin Lanús, el hermano gemelo de Aike, tembló. Con la mirada iluminada, Ivana suplicó que no dijera nada, y Austin comprendió perfectamente que esa mujer, tenía miedo de perder a su hermano.
—¡Felicidades! —dijo Austin al extenderle la mano a su hermano —Pensé que nos casaríamos todos juntos, como nuestros padres y tíos, pero veo que te adelantaste —Aike le sonrió. Soltó a su esposa, agarró la mano de su hermano y se abrazaron.
—¡Gracias! — dijo al alejarse —Ahora si nos permites— Austin se apartó. Vio pasar a su hermano gemelo junto a su ex, y eso le produjo un nudo en el pecho.