—Hans, contraté a tres hombres con grandes palancas, tú no lo harás —dijo Ágatha con firmeza.
—¿Y quien eres tú para decidirlo eh? —gruñó Hans molesto.
Estaba arrepentido de haberse aliado con esta mujer controladora.
—¡Asi lo decidí! —gritó Ágatha.
No obstante cada minuto que pasaba, atrasaba mas el plan de los dos cómplices mientras que Darcy seguía en cama inerte y sin moverse.
Hans se había percatado de la fragancia suave de Darcy, él había tocado su suave piel y se había sentido atraído a tocar más, había visto por debajo de su ropa la piel lechosa como de bebé, con harto colágeno y bien cuidada.
“Fui un tonto que ni siquiera busqué la forma de conocerla en persona” se dijo arrepintiéndose de no haber tratado de conocerla antes, antes de ser deslumbrado por Nina. Esta última
