Por primera vez, recosté mi cabeza en su hombro, Erick se había ofrecido, me dijo hablando bajo.
—No menciones este tema delante del abuelo, él es muy cuidadoso de este tema y se pone sensible —me explicó.
—Si —respondí en voz baja.
No había ni disfrutado de su cercanía cuando escuché la voz del señor Hans a nuestras espaldas.
—Saliste más corriente que la misma Nina, andas muy desesperada acaso!. —Por supuesto sus palabras me hicieron sentir muy enojada, pero no le di el gusto de darse cuenta, pues me revestí de una actitud serena.
—¿Como te atreves a juzgarla? ¿Y lo dices tú precisamente?
—Si lo digo yo y qué! —bufó Hans, quien tenía cara de hombre poseído.
—El abuelo dijo que podía cortejarla y saliste corriendo a invitarla y eso ¿porque?
—¿Es por la fortuna del abuelo? ¿No es
