Capítulo 2

1904 Words
Daniel ha llegado. Va vestido de traje y muy elegante. Espera a Estella frente a la funeraria. «Pero cuando va a llegar está niña, espero que llegué rápido, o no hará falta que hagan una zanja en el cementerio, ya que yo haré una aquí mismo por los nervios que tengo». piensa mientras se encuentra muy ansioso y nervioso. Caminando de un lado a otro, viendo su reloj. Saluda a uno que otro conocido de la compañía, quienes pasan seriamente por un lado, saludando fríamente. Daniel está a punto de entrar, cuando ve a lo lejos a una señora, vestida con harapos de los años noventa, «Hay Dios mío, ¿quien podrá ser esa pobre alma, que viste de esa manera» piensa mientras ve que se acerca a el, pero de un momento a otro su expresión cambia, y sus ojos se abren de par en par al darse cuenta, que se trata de Estella. Ella lo ve y camina rápidamente hacia el. Cuando la tiene cerca, la ve con una mirada graciosa y le pregunta sarcásticamente. —¿Que parte de "bien presentable" no entendiste? —rie mientras la ve de arriba a bajo. —Dijiste que vistiera bien, Y es lo "más presentable" que tengo —responde ella muy seria. —Jajajaja y dónde dejaste a tu gato muerto jajajajajaja —continua riendo— parece que te sacaron del closet de mi abuela. —¡Oye! ¡ya! no te pases, te dije que no quería venir ¿si quieres me voy? —dice Estella molesta, volteando para regresar a su auto. Pero Daniel la detiene por el brazo y la hala diciendo. —Hay si eres dramática chica. Ven, sabes que no me puedes dejar aquí solo, en esta cueva de víboras. Pero si te voy a dar un consejo —le dice viéndola a los ojos— procura no quedarte dormida, te pueden confundir con un cadáver —sigue riendose. Estella está muy seria, viendo cómo Daniel no es capaz de contener la risa, y le dice. —Ya veremos qué dice la esposa del señor Alfonso quien se está acercando a nosotros, por detrás de ti —Daniel para de reír inmediatamente, y pone una cara muy seria, al darse la vuelta ve que allí no hay nadie. —Eres una estúpida, eso no se hace —Estella se ríe y pasa por su lado para entrar a la funeraria. —Daniel corre para alcanzarla. Mientras entran, observan a todas las personas presentes. —Mira alli está Mayra la de Contaduría. Solo vino a observar para luego crear chismes en los pasillos —Le dice Daniel a Estella, quien después de los comentarios de Daniel sobre su vestuario, se siente algo insegura de si misma. —Estella te estoy hablando —le dice Daniel al ver que esta no reacciona a su comentario— tranquila amiga, nadie te verá, todos están pendientes del señor Alfonso y queriendo saber a quién le dejara su herencia. Estella piensa que el tiene razón, por lo que se tranquiliza y deja de pensar en su vestuario —El que nosotros solo sepamos lo que pasará mañana, ¿no te hace sentir importante? —le pregunta Daniel —A ti te hacen sentir importante, hasta las moscas que se paran frente a tu comida —rie sarcásticamente— ¡mira!, allí está la señora Belanger —dice Estella señalando a la esposa del señor Alfonso. Los dos caminan, hasta donde está, esta señora, caucásica, de cabello grisáceo, vestida de n***o, de pies a cabeza, aparenta unos setenta años. Se encuentra sentada frente al ataúd llorando. Varias señoras, de su misma apariencia la acompañan. —Buenas noches señora Belanger, venimos hasta aquí para darle el pésame, el señor Alfonso fue un gran hombre, lleno de sabiduría, con un alma noble —Le dice Estella, parada frente a ella, La señora Belanger, levanta su mirada y al verla, se pone de pie y abrazándola le dice. —Gracias mi niña, por tus bellas palabras, se que querías mucho a mi esposo, y que lo cuidaste mucho mientras estuvo llendo a la oficina. —Si, señora, era una persona muy importante para mí, pero ahora siéntese, debe descansar —Estella la ayuda a sentarse, mientras que le hace señas a Daniel, quien está parado a su lado, para que le diga algo a la señora que está desconsolada. Daniel, está muy nervioso, no sabe que decirle, cuando escucha que Estella le dice. —El es Daniel, el gerente de operaciones, ha venido en nombre de todos los empleados a ofrecerle sus condolencias —le dice Estella a la señora, mientras hala levemente por el brazo a Daniel, quien extiende su mano hacia la viuda. Pero está lo ve, de pies a cabeza y volteando su cara, dice despectivamente —Muchas gracias, no se hubiese molestado —deja a Daniel, con la mano extendida. Daniel retira su brazo y continua con mucho respeto —Fue un gran honor para mí, trabajar con su esposo. El fue una de las pocas personas que creyeron en mi, incluso antes que yo mismo, y es una deuda que nunca podré pagar. —Si, a él le gustaba ayudar a todo aquel que se le atravesaba en el camino —dice con un tono de vos despresiativo. Daniel sabe que la señora Belanger nunca estuvo de acuerdo con que su esposo le diera uno de los puestos más importantes al el, en vez de a su hijo mayor. Después de aquel desprecio, Daniel se retira junto con Estella. —Te lo dije, ellos no me quieren —le dice un poco triste Daniel a Estella. —Y mañana, te querrán mucho menos. —Estella rie, al ver el rostro de drama que tiene Daniel— pero tranquilo, ellos no conocen a ese ser maravilloso que está dentro de esa carcasa de nuez que tienes —le responde con una sonrisa en su rostro. Eso hace que una leve sonrisa se dibuje en el rostro de Daniel, quien continua diciendo —Gracias, siempre tienes las palabras correctas para mí, no sé que sería de mi, sin ti en la empresa. —No tendrías con quién hablar, ni chismear, ni almorzar. Al parecer soy la única que te tolera. Amarguras. Daniel la ve con un rostro muy serio, pero muy dentro de el, sabe que ella tiene la razón. De pronto ve al señor Eduardo, el abogado personal del señor Alfonso. —Estella discúlpame un momento, necesito hablar con el señor Eduardo sobre algunos detalles para mañana, aguarda aquí, será muy rápido. —Pero, dijiste que no me dejarias sola —dice Estella a Daniel, pero este no ha escuchado y se ha ido detrás del abogado. Estella se queda sola, parada en una esquina, sin conocer a nadie, empieza a sentirse nerviosa, como si tuviera todas las miradas sobre ella. Por tal motivo busca donde sentarse y mezclarse entre tanta gente, para pasar desapercibida mientras espera a Daniel. Consigue sentarse al lado de una mujer avanzada de edad, la cual se encuentra sola. —Buenas Noches —le dice Estella sentándose a su lado. —Buenas noches hija —dice la mujer— quien iba a decir que mi hermano moriría siendo tan rico. —¡Oh! ¡no sabia que era su hermano! —dice Estella sorprendida, ya que, el señor Belanger nunca la mencionó— mi sentido pésame, no sabía que el señor Alfonso tuviera hermanos. —No, solo éramos el y yo, nunca nos llevamos muy bien —se inclina un poco hacia Estella para susurrarle— a su esposa no le gustaba mucho que nos visitará, porque no somos de su estatus. —¡No lo sabía! mi nombre es Estella, y trabaje para su hermano como secretaria, los últimos quince años. Era una persona muy importante para mí, un señor bondadoso y con una gran corazón. Se le dibuja una enorme sonrisa, a la anciana, al escuchar esas palabras de Estella —¡Si! el nunca dejo de ser quien era, a pesar de todo lo que tenía, siempre mantuvo su escencia. No como su familia, sobre todo Elizabeth —su sonrisa se borra y cierto aire de odio se respira en sus palabras— ella solo se casó con el por su dinero, nunca lo quizo, como el a ella. Incluso me atrevería a decir que en varias ocasiones le montó cachos, pero el siempre sumido en el trabajo, nunca se dió cuenta. Y allí está, mírela —Estella voltea a verla desde lejos— y que llorando ¡hum! todo es un show. Y sus hermanas también, son todas unas interesadas. Estella asombrada de lo que dice la hermana del señor Belanger le pregunta —¿y sus hijos? no los veo por aquí. —Esos son otros que no sirvieron para nada. Su hijo mayor Alexander, es todo un vago con dinero, creyéndose el agua del desierto, solo porque se ve muy bien. Un hombre prepotente, con mucho prejuicios y nada de respeto hacia los demás. Esa mujer, los crío para que solo vaciaran los bolsillos de mi pobre hermano. —ella arque sus cejas hacia arriba— y ni hablar de el gay, cuando todos nos enteramos, mi hermano lo primero que hizo fue, enviarlo a un internado fuera del país, era una vergüenza para la familia, por eso nunca tuvo una buena relación con el, a pesar de que es mucho más gente que el mayor, siempre se mantuvo al margen de las cosas de su padre. —Pero, ¿ninguno de los dos ha venido a su funeral? —pregunta Estella sorprendida. —Por allí estuvo el Alexander, paseándose como pavo real. Pero no duró mucho, y a Julio César, no se le ha visto por el lugar, escuché que llegó de París hace un par de semanas, pero no lo he visto. —hace una pausa, para tomar un poco de café, el cual tenía en la mano— ninguno de ellos se parece a mi querido Julián, tan sencillo, amable, cariñoso, el mejor hijo de los tres, lastima que Alfonso haya cambiado Susan una mujer tan dulce por esa interesada de Elizabeth, una mujer envidiosa, quien se metió en medio de ellos dos. Y los separó. «Oh, veo que ella también sabe, sobre el hijo mayor del señor Belanger, bueno, no es para menos, es su hermana» piensa Estella mientras la señora continua hablando —Mañana va ser la lectura del testamento, para allá estarán todos sin falta como aves al rededor de la carroña. Espero que haya incluído a Julián en el. —Si, yo estaré allí —le dice Estella. —A mi también me citaron, supongo que se habrá acordado de mi, en sus últimos días de vida. A mi querida cuñada, se le va a parar el corazón cuando me vea allá. —Entonces la veré por allá, estaré a la orden para lo que necesite, ¿señora? —Mariangel, mi nombre es Mariangel, ¡mucho gusto!. Por cierto, tu blusa es muy bonita. —¡Ah! ¡gracias! —le responde Estella contenta por el halago —Se parece mucho a una que tengo en casa —le dice la señora, lo que hace que a Estella se le borre la sonrisa y piense «al parecer, si va a tener razón el tonto de Daniel».
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