Capítulo 3

1623 Words
Estella al ver que Daniel no viene, lo empieza a buscar con la mirada, pero al no verlo, se despide de la señora y se levanta del asiento para buscarlo, pero antes toma una vaso de café, de una mesa llena de aperitivos para los asistentes. Ella va caminando buscando a Daniel entre la gente, pero sin darse cuenta tropieza contra un chico alto, vestido de traje n***o y zapatos blancos, blancuzco, algo esbelto. Sin querer derrama algo de café encima de el. —¡Tenías que ser tu!, siempre despistada, ¿acaso esos anteojos no te sirven? —pregunta de manera sarcástica y enojada el chico a Estella, viéndola de arriba a bajo. Ella muy apenada le dice limpiando el saco del chico con sus manos —Disculpa, no te Vi, estaba algo distraída. —¡Ya! ¡déjalo así!, igual ya me ensuciaste —dice el chico quitando las manos de Estella de encima de el— iré a limpiarme al baño, acabas de dañar un traje muy costoso de diseñador —le dice antes de alejarse de ella. «¡Uich! al parecer la señora Mariangel si va a tener razón, que mal carácter tiene el hijo mayor del jefe» piensa Estella mientras busca a su amigo. Está sin percatarse vuelve a entrar a la habitación donde está el señor Alfonso metido en el ataúd, por lo que siente curiosidad y se asoma a verlo. Estando frente a el, observa que sigue teniendo la misma expresión de amabilidad, su rostro irradia paz, y aunque no lo crean, algo de felicidad, pareciera que tuviera una sonrisa, lo que le hace recordar el día en que el señor Belanger la contrato. En ese entonces, el edificio era un poco más pequeño y habían menos empleados, ni siquiera Daniel había entrado a trabajar. Ese día Estella había visto un aviso en el periódico donde se buscaba secretaria, a pesar de que ella se había graduado de Contadora publica, necesitaba conseguir un trabajo urgentemente, puesto que su madre estaba muy enferma, se quejaba de un dolor en la cabeza que nunca paraba y a pesar de llevarla a un centenar de doctores ninguno daba con la causa, es por esto que Estella ya había gastado hasta el último centavo que tenía ahorrado. Esa mañana ella se levanta y toma el periódico que está sobre la mesa, del día anterior, empieza a ojearlo y se percata de un anuncio que dice. "Se busca secretaria, con conocimientos en el manejo de personal para trabajar, para empresa reconocida" Ella vio, que era una buena oportunidad para trabajar y así poder seguir ayudando a su madre. Anota la dirección en trozo de papel y sale de la casa en busca de esa ubicación. Al llegar, la envían a la oficina principal, puesto que el director sería quien entrevistaría a cada una de las participantes. Al llegar a la oficina nota que hay una docena de chicas esperando que sea su turno de entrar. Empiezan las entrevistas y van pasando una tras otra, cada vez se acerca más el turno de Estella lo que hace que ella se ponga cada vez más nerviosa «¿y si no le gusto? ¿y si lo hago mal?» son preguntas que se hacía una y otra vez dentro de su cabeza. Cuando por fin, toca el turno de ella entrar. —Buenos días, ¿señor Belanger? —Si, pase por favor, siéntese por acá —le dice un señor alto, algo barrigón, con bigotes negros, parecidos a los de un vaquero— Por favor permítame su currículum. —Si por supuesto —ella saca una hoja de papel de entre las carpetas que tiene en sus manos. —¡Ujum! ¡bien, bien! ¡oh vaya! ¡Perfecto! —dice el señor, mientras ojea la hoja de vida que esta le ha enseñado— ahora explicame, ¿por qué quieres trabajar aquí, teniendo tan buen currículum?. —Bueno, verá señor Belanger. —Dime Alfonso, el señor Belanger era mi padre, que descanse en paz —dice, levantando su mirada hacia el techo, como si estuviese mirando el cielo. —Esta bien, señor Alfonso, cómo pudo ver, yo soy Graduada de la Universidad de los Andes con las más grandes notas de mi promoción, pero acabada de graduar, mi madre se enfermo, por lo que me tocó trabajar de lo que pudiera, ya fuera limpiando, o de mesonera, pero nada de esto me alcanzaba monetariamente hablando, es por eso que vine aquí, espero que trabajar para usted deje Buenos ingresos. El señor Belanger viéndola fijamente le responde —Me gusta que seas sincera y directa con lo que quieres. ¿Tienes alguna experiencia maneja do personal?. —No señor, pero estoy dispuesta a aprender todo lo que sea necesario para trabajar aquí. —Bueno, en esta vida nadie nace aprendido, pero si queda de nosotros esforzarnos por ser cada día mejores —se levanta de la silla y extiende su mano hacia Estella, quien extiende su mano para estrecharla. —Bienvenida a T & A Belanger Compañía, aquí necesitamos gente como usted, recién graduado, inteligente, con ganas de aprender y de ser alguien en la vida. Si gusta puede empezar a trabajar cuando usted lo desee —dice el señor Belanger con una sonrisa de oreja a oreja. Estella muy contenta y ya con los nervios bajo responde —¡Muchísimas gracias señor, le prometo que voy aprender todo lo que tenga que hacer y lo que no, también lo aprenderé. Sus ojos se humedecen al recordarlo, ya que el fue quien la ayudo con los gastos clínicos de su madre, y le dió esa gran oportunidad de trabajo. —No entiendo por qué estás llorando por un hombre como mi padre, insensible, orgulloso, con cero tolerancia hacia sus hijos. Alguien que solo pensaba en su trabajo y en como guardar las apariencias —Le dice una voz con un leve acento francés. Estella seca rápidamente sus ojos con sus manos, y voltea para ver quién le está hablando. Al girarse, observa a un joven, alto, con cabello alborotado, el cual le llega hasta los hombros, de piel un poco tostada, va vestido de pantalla, franela y un suéter n***o con una bufanda de colores, simulando la bandera gay. «Este es Julio César» piensa Estrella mientras lo detalla, «para ser gay, es muy apuesto, pero tiene la mirada de su padre, profunda y misteriosa» De pronto Daniel llega apresurado buscando a Estrella. —Disculpe joven, ¡Estella creo que ya debemos irnos! —le dice Daniel a Estrella casi susurrando, mientras ve detalladamente al joven Julio César que se aleja de ellos. —¿Y quién era ese chico tan apuesto? —pregunta Daniel a Estrella mientras caminan hacia la salida. —Julio Cesar, el hijo más pequeño del señor Belanger. —¿Qué?, ¿el señor Belanger tiene un hijo Gay? —Si, al parecer, el hijo más pequeño, pero no era de su agrado, sino más bien, le avergonzaba —dice estrella curvando un poco su boca. —Pero que extraño, el señor Belanger nunca se avergonzó de mi. —dice Daniel algo extrañado. —Tal vez porque nunca supo que en realidad eras del otro bando. —Si, supongo, sabes que soy muy serio en mi trabajo, y mi vida personal, nada tiene que ver con mi vida laboral. —¡Oye! ¡por cierto! ¡MUCHISIMAS GRACIAS POR DEJARME SOLA! me encantó estar rodeada de gente, que para nada conozco —Estella voltea su mirada hacia arriba recordando y continua— aunque me sirvió para enterarme de ciertas cosas que me dejaron sorprendida. —Fue solo un momento, no seas tan dramática. Ahora cuéntame más sobre ese tal Julio César, parece ser alguien muy interesante —le dice Daniel con mucha curiosidad. —Pues —hace una pausa— no te lo diré, será tu castigo por abandonarme en el "nido de víboras" —Ella apresura su caminar para llegar a su auto, mientras deja atrás a Daniel, de quién solo puede escuchar. —¡Que mala eres! ¡por favor llega temprano!, y regresale la ropa a tu abuelita, ja ja ja —«Estúpido» piensa Estrella mientras escucha las carcajadas de Daniel «ya me las pagara». Se monta en su auto y conduce hasta llegar a su casa donde la espera el solitario Dino, sobre el sofá como siempre. Estella agarra a su gato y colocándolo sobre sus piernas al sentarse, le dice. —Tu si me quieres tal y como soy, verdad mi cuchurro mío —el gato la ve, sin una pizca de emoción en su mirada, pero este baja rápidamente de entre sus piernas, para perseguir un insecto que ha percibido debajo de la mesa del televisor. Tomando una bocanada de aire piensa mientras ve la ropa que lleva puesta en el reflejo de la pantalla del televisor «tendré que quitarme esta ropa para quemarla, por lo que veo a nadie le gustó. Por eso la vendedora se alegro tanto de vendermelo... —recuerda— Ahora tendré que salir a comprar otro conjunto para ocasiones especiales» cosa que le causa fastidio, ya que no es una chica de ir muy a menudo de compras. Mientras se ducha, piensa sobre lo que tiene que hacer al siguiente día al llegar a la empresa, organizando cada cosa en su cabeza, desde lo más importante, hasta cada pequeño detalle, este día se deben hacer las cosas como lo estipuló el señor Belanger. Por lo que deberá levantarse muy temprano, para pasar primero, por casa de su madre cómo suele hacerlo cada día. Ya acostada Dino se sube a la cama, y Estella lo soba hasta quedarse dormida
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