—Charles, estás muy callado ¿Qué te sucede? Charles bajó su cabeza, no podía musitar palabra o no por lo menos para hablar del tema que le estaba atormentando su cabeza. Helen tomó su mano y se la acarició con dulzura. —Si no te sientes bien contándome que es lo que te está sucediendo, está bien, no te voy a presionar, pero no hay que ser adivino o un científico para saber que lo que verdaderamente te tiene así, tiene nombre propio y empieza por I. Charles suspiró y tragó entero para coger fuerzas y responder. —Sí, has aprendido a conocerme Helen, la verdad, me estoy muriendo por Isabela, pero soy consciente de que en la posición en la que estoy, ni siquiera podría luchar por ella, esa mujer está llena de pretendientes y son muy buenos, a decir verdad. Helen le soltó la mano y se