-¿Este es el vestido que has preparado para que luzca esta noche? -preguntó Aline deslumbrada con el vestido dorado que tenía en las manos. Era una joya.
-Es mi regalo de despedida muñequita, así estaré contigo de alguna forma, y que no sea solo en el corazón. -contestó Igor que era su mejor amigo desde hacía varios años y ella lo abrazó con lágrimas en los ojos.
-No tienes porque irte de mi vida. -dijo Aline mirándolo. -Eres una parte de mi historia que no quiero olvidar jamás.
-Soy parte de tu pasado muñeca, del pasado que debes dejar atrás para ser la señora Kross. -respondió Igor dándole otro abrazo. La abrazó con tanta fuerza que ella pudo sentir lo dolorosa que era esa despedida para él.
Igor se limpió las lágrimas y luego se puso detrás de Aline para verla mirarse en el espejo con el vestido pegado a su cuerpo.
-Todavía recuerdo cuando tu madre te trajo a mí pidiendo que te enseñase todo lo que sabía sobre ser una dama.-recordó Igor emocionado. -En ese instante pensé que Francesca solo quería hacer de ti una modelo. ¿Cómo iba a imaginar que solo quería utilizar tu belleza para otros fines?
-No fue culpa tuya, mi madre nos manipuló a todos. -respondió Aline con vehemencia e Igor volvió a mirarla con cariño.
-Cuando te vi por primera vez supe que serías como una hermanita para mí y así fue, pero es hora de separarnos y me alegro de que sea por tu felicidad al lado del hombre que amas. -afirmó Igor emocionado. -Mi muñequita es una mujer poderosa que ha encontrado la libertad y, junto con ella, la más pura felicidad.
-Dices como si la libertad no estuviese asociada a la felicidad Igor. -analizó Aline pensativa.
-En algunas ocasiones la libertad puede ser sinónimo de soledad, te lo digo por mi propia experiencia. -confesó Igor con tristeza y Aline tomó su mano.
-Tu soledad ha terminado, porque me vas a abandonar por ese italiano que te tiene loco de amor. -dijo Aline con entusiasmo e Igor giró los ojos.
-Incorrecto querida. Yo le tengo loco y enamorado de este bombón brasileño. -se contoneó y los dos volvieron a abrazarse. -En unas horas subiré a un avión que me llevará a Roma y tú irás al MET donde un guapísimo millonario declarará al mundo entero que tú eres su gran amor.
Mientras los dos amigos se despedían, William caminaba con pasos acelerados por los largos pasillos de su empresa farmacéutica, una de las más grandes e importantes del mundo.
-Pero señor, hoy es su fiesta de compromiso. ¿No debería tomarse el día para descansar y prepararse? -preguntó la secretaria de William intrigada viendo como el CEO se preparaba para dirigir todas las reuniones que tenía pendiente para ese día.
-Esta empresa no se mantiene en pie sin mí, Dona. -afirmó William vistiendo la chaqueta de su traje Armani y echando sus cabellos hacia atrás antes de entrar a su oficina. -Además, la única que debe tener un día de princesa hoy es mi prometida. Ella se merece lo mejor y me he asegurado de que así sea.
Antes de alcanzar el pomo de la puerta su secretaria exclamó interponiéndose en su camino.
-¡Señor hay algo que se me olvidó comentarle!
-¿Ha pasado algo grave Dona? -preguntó William ya en alerta, pero la chica negó.
-No señor, es solo que se me pasó avisarle que hay una señora esperando por usted en su oficina. -contó Dona y William frunció el ceño.
-¿Quién es Dona? -preguntó demostrando su molestia con un resoplido.
-Se presentó como Francesca Albuquerque señor. -contestó Dona algo nerviosa. -Según me dijo necesita hablar con usted urgentemente.-explicó Dona viendo como su jefe giraba los ojos. -Siento mucho haberla dejado pasar, pero me pareció una señora muy amable y me pareció algo angustiada.
-Hoy no tengo tiempo para atender a nadie, esa señora tendrá que regresar otro día. -resopló William abriendo la puerta con la intención de pedir a la señora que regresará otro día, pero nada más verla se puso rígido.
Francesca tenía un parecido asombroso con su prometida, era casi como una copia de Aline, pero mayor. William se dio una bofetada mental para salir de su ensimismamiento y preguntó.
-¿Nos conocemos señora?
Francesca que estaba sentada en el sillón esperando, se puso de pie con la barbilla en alto y dijo.
-A mí estoy segura de que no, pero conoce muy bien a mi hija Aline. -reveló y los ojos de William se abrieron como platos.
-¿Eres la madre mi Aline, de mi prometida? -inquirió desconfiado y Francesca asintió caminando hasta él con parsimonia.
-Exactamente querido y como estoy cansada de ver como mi hija engaña a hombres buenos para aprovecharse de ellos y robarles su dinero, he decidido venir hasta aquí para contarte toda la verdad y advertirte que tu prometida es una verdadera zorra. -soltó Francesca con satisfacción. – O debo decir, una prostituta, porque eso es lo que es mi hija.
William apretó los puños, su mandíbula se tensó en toda su extensión y la indignación se vio reflejada en sus ojos verdes.
-¡No sé quién es usted señora, pero no voy a permitir que venga a mi empresa para decir semejantes sandeces con la intención de ofender a mi prometida, así que le ordeno que se marche ahora mismo o llamaré a seguridad! -vociferó William señalando la puerta y Francesca esbozó una media sonrisa.
-Podría contarle una infinidad de cosas sobre mi hija, sus secretos más sucios, pero una imagen…-Francesca se rio antes de corregirse y continuar- unas cuantas imágenes valen más que mil palabras.
La mujer soltó una carpeta encima del escritorio de William y junto con ella una memoria USB.
-Le aviso que lo que hay en esa memoria es muchísimo peor de lo que verás en las fotos. -murmuró cerca del oído de William que miraba la carpeta fijamente. -Y no se preocupe, no hace falta que me dé las gracias por impedirle cometer el mayor error de su vida. Solo espero que tenga estomago para soportar la verdad.
Francesca abandonó la oficina de William viendo como él se acercaba a la carpeta con cierto temor a abrirla, luego cerró la puerta con una sonrisa en su rostro y susurró para sí misma.
-Vivan los novios.
William vio la punta de sus dedos temblaren antes de abrir la carpeta negra. Confiaba en Aline, pero temía haberse equivocado y que de verdad hubiesen allí pruebas de que ella no era la mujer que imaginaba.
Sin aguantar más la ansiedad abrió la carpeta de golpe y la bilis subió por su garganta nada más con ver la primera imagen donde se veía a su prometida en la cama totalmente desnuda montando a un conocido político.
Imagen tras imagen Will lloraba. Sus labios se veían entreabiertos, todavía aturdido con todo lo que tenía enfrente. Su rostro empapado por el sudor del nerviosismo y las lágrimas que brotaban de sus ojos sin cesar. El hombre estaba en estado de shock.
Lo cierto es que no tenía estomago para continuar con aquella información. Will se hizo a un lado y vomitó todo su almuerzo en la papelera, luego cayó al suelo sumido en un dolor lacerante. Había sido engañado, traicionado por la única mujer que amó en la vida. El motivo por el cuál él se sentía el hombre más feliz sobre la tierra, en realidad no pasaba de una cruel ilusión. Aline era una cualquiera, una mala mujer…un monstruo.
Horas más tarde Aline ajustó una pulsera de oro en su muñeca, la única joya que llevaba puesta junto con los pequeños pendientes en sus orejas. El cabello recogido en un peinado exquisitamente elegante y lucía el vestido dorado con un sensual escote que bajaba por su espalda.
Estaba hermosa y el brillo en la mirada de su padre demostraba ese hecho. Augusto sonreía con dificultad admirando a su pequeña que se había convertido en una mujer y ella emocionada agarró su mano donde dejó un suave beso.
Aline sabía que su padre la amaba con todo su ser, aunque ya no podía decirlo con palabras.
-Es una gran noche papá, y mañana será aún mejor porque conocerás a Will y estoy segura de que te va a encantar. -dijo ella emocionada acariciando el rostro de su padre. -Es un hombre increíble y es mi amor.
Aline miró hacia la puerta cuando la enfermera de su padre apareció con el teléfono en la mano.
-Aline el chofer ya ha venido a buscarte. -anunció la mujer y Aline asintió con una sonrisa.
La muchacha miró a su padre, después dejó un beso en su cabeza para despedirse de él.
-Deséame suerte papito. -pidió antes de marcharse con una ansiedad y alegría que no podía controlar.
Aline llegó a la entrada del Museo Metropolitano de Nueva York. Will movió cielo y tierra para poder celebrar allí su fiesta de compromiso con Aline, pues fue justamente en ese lugar donde conocieron.
Lo que le resultó extraño a Aline era el hecho de que el lugar estuviese totalmente vacío y a oscuras.
Aline se había preparado mentalmente para su entrada en el lugar que debía estar repleta de periodistas y fotógrafos. Esa noche se daría a conocer el rostro de la mujer que había conquistado al soltero más codiciado del mercado.
Entonces preocupada por lo que podía estar sucediendo, Aline sacó su teléfono móvil para llamar a Will, pero no obtuvo ninguna respuesta. Así que decidió enviarle un mensaje.
CHAT
Aline: Hola cariño, estoy en la entrada del MET, pero están las luces apagadas y el lugar parece estar vacío, ¿ha ocurrido algo?
Escribiendo…
Will: La sorpresa está dentro, no tardes. Aquí te espero.
FIN DEL CHAT
Con la extraña sensación en su pecho de que algo no iba bien, Aline decidió confiar y subir la escalinata desierta del MET para encontrar en el interior del museo a su prometido. Allí se abrirían las puertas del infierno para una muchacha que después de tantos años de sumisión había encontrado la felicidad, una efímera felicidad.