Capítulo 2:Efímera felicidad.

1120 Words
Francesca dejó un beso en la frente de su hija que hizo una mueca de asco. -No es como el hijo de un jeque, pero también es un hombre poderoso. -escupió haciendo referencia al primer novio de Aline, el mismo hombre que la abandonó antes de casarse con ella. Con esa relación Francesca descubrió que su hija podía llegar mucho más lejos con su belleza que con sus estudios. -En fin, tienes que dejarme algo de dinero, necesito comprarme un bello vestido y algunas alhajas. -demandó y Aline sonrió con desdén. -No te daré nada madre, nada más.-respondió con firmeza y Francesa se puso rígida. -¿Qué estás diciendo niña? -cuestionó Francesca con impaciencia. -Lo que acabas de escuchar madre, no te daré nada y no pienso permitir que asistas a mi fiesta de compromiso con William. No voy a permitir que te aproveches del amor de mi vida y de su fortuna como lo hiciste con tantos otros hombres utilizándome para tus fines. -¡Es tu obligación darme todo lo que yo te pido, no es menos de lo que me merezco por ayudarte a llegar tan lejos en la vida! -gritó Francesca furiosa. -Llamas ayudarme a venderme a cualquier hombre adinerado que estuviera dispuesto a pagar por mí,¿¡Eso es ayudar para ti, eso es ser una buena madre?! -vociferó Aline enfrentándola. -¡Hice lo que tenía que hacer maldita malagradecida y gracias a mí ahora vives como una reina! -afirmó Francesca tomándola del brazo, pero Aline la empujó. -¡Se acabó madre! -bramó Aline con vehemencia. -Se acabaron tus chantajes, tú no eres una madre, ¡Eres una proxeneta! Francesca calló a su hija con una bofetada, pero cuando levantó la mano para darle otra Aline la agarró. -No puedes echarme de tu vida, porque si me voy me llevaré a tu padre conmigo y sabes que no tengo los recursos para mantenerlo con vida. -la amenazó su madre utilizando la enfermedad del padre de Aline para obligarla a aceptar que ella se aprovechara de la bondad de William. -¡Ya no tienes ningún poder sobre mí o sobre mi padre! -reveló Aline que tomó unos documentos que habían en su bolso y los lanzó en la cara de Francesca. -¡Logré demostrar que tú y papá jamás os habéis casado legalmente en Brasil. Así que ahora su responsable soy yo y con la ayuda de William podré cuidar de él para que tenga paz en lo que le queda de vida. -¡No pasas de una zorra infeliz, dudo mucho que ese hombre te quiera cuando sepa quien eres realmente! -escupió Francesca y Aline la encaró. -La zorra que tú creaste con tu jodida ambición Francesca. -replicó Aline. -Me hundiste como persona y como mujer, yo solo acepté todo lo que me obligaste a hacer por mi papá, para no dejarlo solo con monstruo como tú, pero ya no más. ¡Se acabó mamá, se acabó! No pienso dejar que entres en la vida de William. No vas a destruir el mundo tan bonito que él creó para nosotros. Francesca leyó los documentos que ponían a Aline como la tutora legal de Augusto Dos Santos, el padre de la chica. Después la mujer miró a su hija con desprecio. -Yo te ayudé a llegar a ese hombre. Lo elegí para ti porque era el perfil perfecto y estaba segura de que iba a caer a tus pies como un imbécil. Es gracias a mí que has encontrado al “amor de tu vida”… ¡Tu maldito príncipe azul y el futuro asegurado que tanto perseguimos! Aline sacó un cheque del bolsillo de su chaqueta y lo tiró a los pies de su madre. -Aquí está el pago por tus servicios. -contestó Aline y señaló la puerta. -Ahora desaparece de nuestras vidas y no regreses nunca, mamá. Francesca vio a la enfermera de su esposo salir de una de las habitaciones arrastrando un par de maletas, que la propia Aline le había pedido que preparase para su madre. La mujer hizo amague de entrar en la habitación donde el padre de su hija descansaba, pero Aline se interpuso en su camino. -¡No volverás a acercarte a él, ya demasiado daño le hiciste con hacerle creer la mayor parte de su vida que no era suficiente para cuidar de nosotras, cuando en realidad es lo mejor que tengo en la vida! -habló Aline con lágrimas en los ojos. Volviendo a señalar la puerta Aline vio a su madre marcharse, pero antes de irse para siempre Francesca tuvo que decir algo. -¿Crees que podré vivir con esta miseria mientras que tú vives como una reina al lado de ese millonario? -espetó. -Me importa una mierda si puedes o no hacerlo, solo quiero desaparezcas y si necesitas más dinero ya sabes cómo hacerlo mamá. Ábrete de piernas como yo tuve que hacerlo tantas veces. Francesca abandonó el departamento de Aline con una ira que iba a consumirla, pero ella no pensaba hundirse sola. Había llegado muy lejos en la vida a costa de su hija y se sentía con derecho a reclamar parte de todo lo que ella poseía y si no iba a poner las manos en la fortuna de William Kross, entonces Aline tampoco lo haría. -¿Estás bien niña? -preguntó la enfermera preocupada viendo que la muchacha iba a romperse a llorar, pero Aline solo entró en la habitación y miró a su padre acostado en aquella cama hospitalaria que habían habilitado para él. Aline corrió para abrazarlo. Augusto seguía dormido y su niña dio gracias a Dios de que así fuera. Llorando Aline miró una foto que había sobre el mueble al lado de la cama. En la imagen se veía a Aline siendo todavía una niña encima de los hombros de su padre. Del hombre de la foto no quedaba nada. ELA, esclerosis lateral amitrófica, la enfermedad que padecía Augusto, lo había consumido y le estaba robando la vida poco a poco. -Tranquilo papá, ahora estaremos bien y te prometo que seremos feliz. Que volveré a ser la niña feliz que tanto extrañas. -susurró Aline llorando mientras abrazaba su padre. La vida de Aline no fue fácil. Durante años tuvo que vivir en el oscuro y perverso mundo de la prostitución de lujo gracias a la manipulación de su madre, pero cuando finalmente pensaba que estaba cerca de tocar la luz al final del túnel en realidad iba descubrir que su pesadilla apenas había comenzado, pues el amor es un arma de doble filo que te puede subir al paraíso o bajarte directamente al infierno en cuestión de segundos…
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