El sabor de la sangre en su boca indicaba que William no podía soportar un golpe más, pero la puñalada en su corazón al ver a la maldita mujer que lo destrozó casada con su hermano lo hacía insistir en su error de atacarla, de dejar salir todo el desprecio que sentía hacia ella y del peligro que suponía para su familia.
—¡Socorro este hombre se volvió loco y está atacando a mi prometido! — gritó Lucille histérica mirando a los empleados de la mansión, que no sabían cómo hacer para meterse en la pelea entre los hermanos, que se estaban agarrando a golpes como si fuesen dos desconocidos.
—¡Papá, papá! —la niña veía a su padre propinando un puñetazo tras otro en el rostro de un hombre que ella había acabado de conocer sin entender nada de lo que estaba ocurriendo.
Lo único que la pequeñ
