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«Duele» es lo que grita cada músculo de mi cuerpo, las punzadas son tremendas y agonizantes. Al llegar a mi habitación me dejó caer sobre las cobijas ásperas, mi cuerpo débil y adolorido que rogaba por un poco de descanso, recibió con gusto el suave abrazo de la cama, al recostarme. Habian sonado las campanas del gran reloj de la plaza principal, señal de que ya eran las nueve de la noche. Cada repique hacia eco en los alrededores de la ciudad, las calles estaban tan quietas y apacibles. Tal vez esa razón la gente había decidido irse a dormir antes de los acostumbrado y los pocos trabajadores que aún conservan alguno que otro negocio llegaron a casa antes de lo esperado. En cuanto al entrenamiento, fue mejorando, Frank se comportó mucho más considerado conmigo, aunque apenas me dirigía l