—¡Vincent! ¡Vincent! ¿Es posible... que sea... verdad esto? Los brazos de Vincent la rodearon y la oprimieron contra su pecho. —¡Es verdad! —dijo—. ¡Charisa, necesito tu ayuda! ¡La necesito con desesperación! La mejilla de Charisa estaba adherida a la de él. —Dijeron... que estabas... muerto —murmuró—. Oh, Vincent..., ¿por qué... pensaron que estabas... muerto? —Eso es lo que voy a explicarte —respondió él. La retiró un poco y vio las lágrimas que corrían por sus mejillas. Eran lágrimas de felicidad, porque él estaba allí y estaba vivo. Sacó un pañuelo de su bolsillo y la enjugó los ojos con mucha delicadeza. —Cuando vi que estabas en esta habitación —dijo—, pensé que era justo lo que yo quería. Me había estado preguntando cómo ponerme en contacto contigo. —¿Có... cómo llegaste...