—¿Tienes sed todavía? —preguntó—. ¿Te gustaría tomar otra? —¡No necesitas preguntarlo! —respondió Nicolás—. He estado cabalgando todo el día bajo este calor asfixiante. Me bebería el Atlántico, si estuviera disponible. —Tengo dos cervezas más —informó Vincent—. Te daré una y compartiré la segunda contigo. —¡No cambiaría esa cerveza y media por todas las joyas del Rajá! —rió Nicolás. —Iré por ellas. Te alegrará saber que dispongo de una manta extra. Podemos tirar una moneda para ver quién duerme en la tienda. Es demasiado pequeña para dos. Se levantó y empezó a caminar hacia los árboles. Se disponía a bajar al arroyo para buscar las cervezas cuando observó que Nicolás no había despojado de la brida a su caballo, ni tampoco lo había atado correctamente. Vincent amaba mucho a los anima