Dejarás a tu prometida y te casarás con ella

2075 Words
En el amacer de la ciudad de Florecenia un fuerte estruendo se escuchó cuando la puerta fue abierta de golpe en contra la suite presidencial. En la cama y bajo las sábanas blancas Marcel Sandoval el patriarca de la familia Sandoval encontró a su hijo, Ricardo Sandoval de veintiocho años dormir junto a Jessica Montalvo, una de las empleadas de un restaurante y joven de diecinueve años, era apenas una muchacha. La gran furia se denotó en su mirada que sin pensarlo dos veces tomó el florero y lo fue a tirar al suelo. Esto hizo que ambos despertaran de golpe. - ¡Señor Sandoval! – la impresión en la mirada de Jessica era notable. Un pulsante dolor recorría su cabeza y parte del cuerpo sobre todo en las pierna, pero dejó eso a un lado cuando se dio cuenta de lo sucedido. Dos cuerpos desnudos bajo las sábanas blancas, unas copas de vino sobre la mesita de noche y un extraño líquido en las mismas prendas. Las preguntas crecían y más al tener a Ricardo a lado. – yo.. yo. – habló sin tener idea de nada. - Padre, no sé de qué se trata esto. – dijo Ricardo igual de confundido y perdido. Ayer fue invitado a un evento de negocios donde lideraba a la cabeza. La junta se daría en las oficinas de la empresa Sandoval y lo celebrarían en el restaurante. Jessica sólo era una simple empleada que tenía que servir el menú al resto de los socios, pero al parecer sucedió algo más entre ellos. Se aprovechó de él y entró en su cama. Ricardo tenía prometida, en una semana su matrimonio se iba a realizar con el amor de su vida, Mariana Solís de veinticinco años, pero ahora ambos están ahí juntos y a la mira del hombre que estaba por matarlo. - Guarden silencio. – el señor Marcel caminó como un felino al asecho. Conocía la situación de Ricardo, él iba a casarse pronto, pero lo que observó esa mañana iban a retrasar sus planes. – la prensa está afuera, la bomba de que ustedes durmieron juntos recorrió. – los miró y como una orden les dijo. – al no encontrar una solución para esta deshonra, deberán de casarse. – su ojos se posaron en los de él, desafiante le dijo. – Ricardo, dejarás a Mariana Solís y ahora te vas a casar con Jessica Montalvo. No voy a permitir que esto afecte la reputación de la familia. Tienes que cumplirle. Ricardo se dio cuanta de la gravedad del asunto y para su mala suerte la competencia espera cualquier oportunidad para derrotarlos y esa era una muy buena. Los Sandoval son reconocidos por cumplir con temas de la familia, ahora tiene que dejar a Mariana y cumplirle a Jessica. Por poder y estatus debía de aceptar aquella decisión por más difícil y dolorosa que sea para él. - De acuerdo, aceptó casarme con esta mujer, pero tan pronto se cumplan los tres años de matrimonio, nos divorciamos. – aclaró con voz fija y fuerte. Jessica no sabía que cara poner o que decir. Las emociones eran complicadas ante una boda que no estaba planificada. El señor Sandoval no dijo más nada. Los miró con indiferencia y salió de la habitación. Sólo un segundo fue necesario para que Ricardo se colocara de pie dejando ver un chupeton en el abdomen, buscará sus ropas y antes de marcharse le dijo con gran odio y desprecio que su veneno llegó a quemarla por dentro. - Si tu plan era que mi padre nos encuentre y hacer que me casara contigo, déjame decirte que desde hoy tu vida será miserable, vas a lamentar esto. Cada minuto y cada segundo que pase vivirás en un verdadero infierno. Siento tanto repudio hacia ti que soy capaz de quedarme viudo en el primer día de la boda. – intentó tomarla del cuello como si quisiera ahoracarla, pero se detuvo. – mantente lejos de mí porque a la primera seré un hombre viudo. – levantó la mirada y antes de salir volvió a decirle. - Ten en claro esto, me caso contigo amando a otra mujer. Tú estás hasta el final de la lista, has acabado con mi felicidad por tu ambición de entrar en esta familia. De este matrimonio no tendrás ningún tipo de poder. Jessica no tuvo la oportunidad de defenderse y de decirle lo que realmente pasó. Ricardo ahora la odiaba o en él pero de los casos la detestaba. Antes si quiera tenía la oportunidad de hablar con él como empleada del restaurante y comensal. Lo vio salir de la habitación llevando todo a su paso, el hombre estaba que tiraba chispas por la alta traición que era capaz de cumplir sus amenazas. Jessica aún recostada en la cama y sin tener idea de lo sucedido a noche más que de dejarlo dormir en el departamento presidencial decidió colocarse de pie y revisar su cuerpo en el espejo. Tenía algunos moretones en las caderas, en su piel blanca de porcelana con algunos lunares en la espalda se ubicaba un chupetón en la parte del muslo y otro en el abdomen. Si lo hicieron, no tenía recuerdos de lo sucedido más que la reunión en el restaurante, brindar un servicio de comida, encontrarlo en la calle cuando lo asechaban y el despertar desnuda en aquella cama junto a Ricardo. Tomó asiento al filo de la cama. El padre de Ricardo dio la orden que tenían que casarse y ella aunque quisiera negarse, tenía que hacerlo. Al ser una empleada más en la ciudad su palabra no tenía poder ante el gran imperio de los Sandoval. Y además, muy en el fondo llegó a fantasear casarse con él como un sueño que podía cumplirse y del que no esperaba que fuera así. A amando en silencio a Ricardo desde que lo vio entrar por primera vez al restaurante, y aunque sus pláticas eran cortas para un servicio de comida, ella lo admiraba desde lejos. Sabía que era un hombre prometido a casarse con Mariana Solís, la mujer que verdaderamente amaba con locura. Y ahora, por alguna razón que no recuerda y que tampoco deseó hacer algún daño, Ricardo es obligado a casarse con Jessica la mujer que seguramente odia con todo su ser y adiará hasta el fin de los tiempos. Bajó la mirada con algo de pesar y aceptó aquel matrimonio donde por desgracia sólo iba a ver amor por parte de ella y odio por parte de Ricardo. - Si tan sólo supieras que Mariana es un lobo vestido de cordero, no me odiaría tanto. – susurró al juntar sus manos. Ella tuvo la dicha de conocer a la prometida de Ricardo y no es lo que aparentaba. – si tan sólo me dieras la oportunidad de amarte y de que me ames. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bajo la capilla y a punto de concebír el sagrado matrimonio, se encontraba Ricardo Sandoval y Jessica Montalvo vestida de blanco. Frente a ellos toda la familia Sandoval y la que un día fue la prometida de Ricardo. Las expresiones de ambos eran neutras y difíciles de descifrarlas. Ambos estaban en silencio y muy lejos de aquella boda. El sacerdote al decir sus palabras, Ricardo no lo dejó continuar. Tomó los anillos, colocó con brusquedad en el dedo de Jessica, ella fue obliga a silenciar aquel dolor al apretar sus labios. Después Ricardo se colocó el anillo que le pertenecía. - Ahora firma, Jessica y demos por terminada esta ceremonia del demonio. – habló molesto al mismo tiempo que extendía una pluma. El deseo incontenible de convertirse en viudo lo asechaba. Jessica miró el documento, su apellido sería unido al de él y desde ese día ella iba hacer la señora Sandoval. Miró hacia tras para encontrarse con toda una familia de desconocidos y un personal que no dejaba de verla. En la primera fila estaba Mariana Solís al igual que el señor Marcel Sandoval, totalmente neutro, quien no dejaba de verla. Suspiró y firmó la acta de matrimonio. Ricardo respiró con fuerza, aflojó la corbata al sentir la escasez de aire y firmó. Dejó aquel documento en la mesa, la miró preponderante y volvió a decir junto a su oído para que sólo ella escuchara. - Observaba bien lo que has hecho. Le quitaste el lugar a una buena mujer que odiarte será la manera más sencilla de saber que existes. - Jessica simplemente bajó la mirada indispuesta a decir algo. - trata de no estorbar porque a la mínima olvidaré que eres mi esposa. La dejó, caminó hasta tomar la mano de Mariana y salir con ella de aquellos jardines dando mucho que decir. Jessica se sintió como objeto en medio de todos. Uno a uno de la familia se fue alejando y ella decidió caminar a la que ahora era su habitación. Subió las escaleras con el vestido de novia recogido en ambas manos. Al entrar observó que el lugar era agradable y hasta acogedor, retiró aquel vestido de novia y se colocó sus ropas habituales. De un momento a otro tocaron en la habitación. Una mujer con canas en los cabellos, algo regordeta se encontraba en el marco de la puerta. - Por tradición la esposa tiene que cocinar la primera noche de casados. – dijo sin pestañear. – se la esperará en la cocina. Va a cocinar para su esposo, para el señor Sandoval y para un invitado más. – agregó y se alejó. Jessica no tenía problemas en cocinar. Se ha destacado por ser una gran chet. Aquel restaurante donde todos creían que era una empleada por usar un uniforme en realidad era la dueña, de ese y de toda la línea expandida en el país. Su apellido tan común tenía un enorme poder, pero ella prefiere no hablar de ello. Al bajar a la cocina y observar lo bello que era se esmeró en preparar un especial. Si tenía suerte conquistaría sus estómagos y hasta sus corazones. Preparó y fue a servir. En la mesa y en las cabeceras estaban los señores y no sólo eso, también se encontraba Mariana, la invitada.. Jessica no dijo nada y en silencio sirvió los majares. El primero en probar la cena fue el señor Mariel Sandoval. Sus expresiones antes neutras se deslumbraron por probar los alimentos. - Te felicito. – habló complacido a la vez que llevaba una segunda porción a sus labios. Mariana también probó, pero Ricardo se negaba a hacerlo. - Mi sueño era estar en tu lugar, pero por alguna razón no se cumplió. – dijo con una sonrisa fría y falsa que sólo Jessica podía ver. - Mariana, guarda silencio y acepta esta decisión. Podrás ser mi protegida, pero te recuerdo que ahora Jessica es la señora Sandoval. – la mirada de Mariana se endureció y trató de disimularlo. El señor Marcel sonrió en dirección de Jessica, alzó su copa y estando a punto de decir unas palabras empezó a toser con gran fuerza hasta que su rostro cayó en la comida. Ricardo al ver lo sucedido se puso de pie y fue por su padre. Lo tomó, tomó su pulso y al no sentir nada habló con el rostro congelado. - Está muerto ¡¿Qué le diste, Jessica?! - Yo..yo no lo sé. Sólo preparé la cena. – respondió ella sin entender nada. También probó del platillo, ella se encontraba bien. El hombre observó los platos, al poco tiempos Mariana empezó a sentirse mal. Con el grito en los cielos llamó por ayuda. Tomó a Mariana en sus brazos y la llevó de inmediato al hospital a que fuera atendida por un doctor. Algunos hombres tomaron al señor Marcel y lo llevaron a su habitación con la esperanza de tratarlo, pero por su estado todo parecía en vano. Todo se volvió una locura. Jessica no entendía que sucedió para que se sintieran mal. Trató de ir con el señor Marcel, pero a los segundos la vista se nubló y las respiración se volvía difícil, como si se estuviera ahogando. Cayó al suelo y lo único que pudo observar fue un pasillo vacío. Quizás era su muerte,iba a morir sola y cumpliendo el deseo de dejar viudo a Ricardo.
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