Jessica llegó al hospital acompañada de Elsa. Bajaron al subsuelo con la doctora, ella las guio donde estaban el recién nacido. Era un lugar lleno de luz y calor, con muchas instalaciones, pero sólo había una personita en una de las habitaciones que se recuperaba de apoco en poco.
Cuando Jessica observó a su hijo a través del vidrio no pudo contener las lágrimas. El niño era prematuro que su tamaño se igualaba al de una ardillita pequeña. Conectado a zondas y los ojitos cubiertos no dejaba de moverse dentro de la incubadora. Lloraba despacio como si algo le estorbaba.
- La compostura del padre y su fuerza ha tenido un fuerte en su ADN. – explicó Camila. – el niño se ha aferrado a la vida desde que te practiqué la cesárea, pero por su delicada salud tiene que estar en tratamientos y exámenes. Ahora tienes que ponerte este traje quirúrgico. – le entregó las prendas a Jessica. – todos quienes te acompañen deberán hacerlo. El niño no puede tocar nada ni ponerse en contacto con el exterior. Aunque haya sobrevivido a muchas cosas, su estado no es el adecuado, está debil. Apenas lleguen a su destino, el médico quien te acompaña llevará a tu hijo a un departamento donde tiene todo tipo de materiales para su cuidado. Puedes confiar en él, es uno de mis mejores doctores. – sonrió agradable y agregó. – tienes dos minutos.
- Lo tengo todo en mente. – respondió.
Al abrir la puerta con el traje puesto se acercó hasta la cuna. Su hijo se movía despacio y respiraba con fuerza. Ella quería tocarlo, pero no podía hacerlo, lo máximo que se le permitió fue tocar el vidrio de la cuna.
- Está noche nos iremos. – dijo en susurros.
El pequeño al escuchar su dulce voz se puso inquieto que empezó a moverse mas de lo normal. Parecía entenderla.
El tiempo era limitado, Jessica tuvo que salir y ver desde la ventana como tomaban la cuna de su bebé entre dos con mucho cuidado y empezaban a caminar con ella. Jessica al igual que Elsa fueran atrás. Como era de noche, que los vean salir era imposible.
Llegaron a la parte de tras del hospital, ya un carro los esperaba. Había un hombre que bien conocía un doctor a su espera.
- Señorira Montalvo. – escuchó que la llamaron.
Jessica alzó la mirada al reconocer esa voz a la perfección. Dejó ver una sonrisa y fue por el hombre de mayor edad.
- Rogelio, estás aquí. – dijo con sus ojos entusiastas.
- Es bueno verla. – el hombre estiró sus labios, tenía meses sin saber nada de ella. Se puso firme y le dijo. – vengo por la única hija de mi señor y heredera de la familia Montalvo. Los señores me mandaron por usted y su bebé. Los esperan en casa.
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- Siempre puedes ir a visitarme. – dijo Jessica a Elsa cuando se despedían tomadas de sus manos. – No me iré tan lejos, recuerda que ahora viviré a dos ciudades de aquí. La comida será gratis para ti. – sonrió al tener en mente su restaurante. – mi hijo también querrá conocerte.
- Descuida, pronto te haré compañía. Jamás dejé mi viejo departamento.
- ¿Vas a abandonar tu cargo? – preguntó sin poder creerlo. A Elsa le costó mucho llegar hasta donde estaba.
- No, sólo voy a trasladarme de oficina. Mi familia está allá, los grandes abogados están allá y es momento de volver con ellos. – respondió, la única razón por la que se cambió de lugar fue por Jessica, quería estar cerca y cuidarla. Eran amigas desde pequeñas que separar no era una opción y no para Elsa.
Se abrazaron con fuerza deseando volver a verse pronto y luego se despidieron. Jessica subió al vehículo donde Rogelio esperaba al igual que el doctor el niño. Al estar dentro, ella decidió sentarse junto a la cuna de su bebé, no quería estar tan lejos. Sonrió por verlo y aunque quería tocarlo, desistió a sus impulsos. El vehículo arrancó y se pusieron en marcha hasta desaparecer en las oscuras calles.
Mientras viaja lo antes solicitado se le fue envido. Jessica sonrió y sin necesidad de la duda dio la orden a que publicaran en todos los canales. Dejaría su huella y limpiaría su nombre.
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Ricardo viajaba en la parte de atrás de regreso a la mansión, el móvil sonó en la parte de adelante y su asistente le dijo temeroso.
- Señor, será mejor que mire esto. – entregó el móvil para que viera la noticia que se convirtió en dinamita en toda la ciudad.
Decido tomarlo y mientras lo veía su semblante se volvió duro y amargo que por poco revienta el celular.
“Quiero un frasco de veneno. – dijo Mariana a la vez que ocultaba su rostro de tras de unas gafas oscuras y los cabellos en un pañuelo floreado. La cámara la siguió hasta que subió al coche, donde se liberó por completo de los accesorios dejando ver así su rostro para luego entregar aquel frasco a la ama de llaves, su cómplice”.
“Ricardo sólo se casó contigo al sentirse obligado por el señor Marcel. Será mejor que te largues y le des el divorcio. Él no te ama, nunca va a amarte, entiéndelo. Eres tan insignificante que no vales nada. Siempre vas a estar bajo mi sombra porque yo con tan sólo pedirlo puedo tenerlo, lo tengo a mis pies. – fueron las palabras de la dulce Mariana quien dejaba ver sus garras en dirección a Jessica. Ambas se encontraban en las escaleras de un almacén de ropa y se la apreciaba a ella discutir, mientras que Jessica estaba en calma y completo silencio. – yo le daré un hijo, yo soy todo para él.
La mirada de Jessica denotaba cierto descontento y también tristeza. Quiso ignorarla y continuar con su camino, pero ella la detuvo al sostenerla de la mano.
- ¿Sabes que puedo hacer para que Ricardo te odie más? – sonrió. - ¿Qué pasa si te conviertes en la asesina de nuestro bebé? – al decir aquello se dejó caer por las escaleras.
- ¡Mariana! – se escuchó la voz desesperada de Jessica quien trató de detenerla, pero no lo logró y rodó con ella por esos escalones hasta llegar al suelo.
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Al caminar por aquella mansión vacía donde algo faltaba, Ricardo se detuvo a constestar el celular.
- Señor, el juez que llevaba el caso de su divorcio acaba de fallecer cuando el carro en que se movilizaba se accidentó con un trailer. Por desgracia los papeles del pre divorcio ya firmados por usted y por la señora Jessica quedaron hecho cenizas. En estos momentos tratamos de comunicarnos con ella para hacer un nuevo acuerdo.
Ricardo soltó un aire pesado que bien se pudo escuchar en la llamada provocando en su asistente miedo, ser el portador de malas noticias era un riesgo y más si trabaja para Ricardo.
A un paso del divorcio y ahora el juez está muerto.
- Déjalo como está. – dijo y colgó.
- ¿Por qué no continúas con el divorcio ahora que ella está dispuesta a entregártelo? – preguntó Mariana quien escuchó la conversación por celular. - ¿No querías esto desde un principio? Ya nada te ata a ella. Por esa mujer perdí a mi hijo, por ella no somos felices.
- Es cierto que quería divorciarme de ella en cuanto antes, pero también es cierto que jugaste con la vida de un inocente cuando decidiste rodar por la escalera. – habló con voz demandante, algo que nunca había hecho con Mariana.
Ella se sintió atrapada, tragó saliva y le respondió guardando la calma.
- Nunca dije que ella me empujó, tú lo asimilaste. – habló en su defensa. Al creer que Ricardo la había perdonado al invitarla a la mansión sonrió con delicadeza. - ¿Podemos intentarlo esta noche? Quizás logre embarazarme. – preguntó calmada al acercarse a él y tomarlo por la espalada. - ¿Por qué razón la invitaría a vivir a la mansión de nuevo? Sino era para arreglar las cosas.
Él sonrió despacio, fue una sonrisa algo vacía y oscura. Tomó un cigarro de la cajetilla que guardaba en los bolsillos, lo prendió, llevó a sus labios, inhaló al mirarla con gran detalle, se acercó a la puerta principal y la abrió de golpe dejando ver a policías.
– Yo no perdono la alta traición, no perdono que hallas atentado contra la vida de mi hijo y tampoco con la de mi padre. Tú y la ama de llaves pagarán su delito.
Las expresiones de Mariana se fueron al suelo al igual que sus ilusiones. Ricardo la llevó con la intención de detenerla.
Al intentar defenderse los policías la tomaron y se la llevaron con ella tirando gritos en el cielo, después fueron por la mujer que se encargó de agregar las gotas de veneno en la comida de Jessica y la esposaron para después llevársela al vehículo.
Ricardo cerró la puerta de golpe, tiró aquel cigarro al suelo sin antes aplastarlo con la suela del zapato. Caminó hasta tomar asiento y tomar un nuevo cigarrillo. Al quedar sólo él y el silencio que lo acompañaba hizo una llamada.
- ¿Dónde está Jessica? – preguntó de inmediato.
- Señor, ella fue dada de alta está mañana del hospital, su ubicación es desconocida ¿Quiere iniciar una búsqueda?
Entre abrió las comisuras de sus labios y estando a punto de decir algo prefirió cambiar sus palabras por.
- No, de todas formas, la veré en tres años.
Colgó en la inmensidad de su soledad y se quedó observando hacia la noche con las pocas estrellas que lo acompañaban. Al prender el televisor para distraer su mente, observó que en primera plana estaba Jessica siendo entrevistada por regresar a la familia Montalvo como CEO de una empresa de modas en ropas y dirigente de una cadena de restaurantes.
Las palabras se quedaron cortas ante lo que observaba. Ella era la hija de Francisco Montalvo, un reconocido diseñador de modas y ahora lo era también.