- Lo siento Ricardo, pero no pudimos hacer nada. Tu hijo murió, tuvo graves heridas internas que, por su pequeño tamaño y desarrollo, nos fue imposible salvarlo. – informó la doctora, Camila ante él con algo de nostalgia. Como médica privada de la familia Sandoval era prioridad atenderlos. La mujer era de mediana edad y además la directora del hospital.
Ricardo tenía sobre su cuerpo la sangre seca de Jessica y las manos manchadas. Apenas le informaron fue por ella y la llevaron a un hospital para salvarlos, pero al parecer uno no lo logró. Al escuchar la noticia unas cuantas lágrimas rodaron por las mejillas, estaba neutro y totalmente bloqueado. Quiso a ese niño, lo amó y ahora lo perdía. No sabía por dónde buscar culpables, estaba perdido y con cierta culpa que recaía sobre él. La culpa creció cuando escuchó el grito desgarrador de Jessica salir de unas de las habitaciones del hospital al pedir ver a su hijo, pero este jamás sería visto.
- Será mejor que vayas por ella. Necesita apoyo en estos momentos. – volvió a decir la doctora.
Ricardo la miró, no dijo nada, prefería no hacerlo.
Elsa estaba ahí presente, le dolía aquella mala noticia. Jessica perdió a su bebé y lo peor de todo era que no tenían culpables. Se acercó a Ricardo y le dijo.
- Sé que no es el lugar ni la hora, pero necesito que firmes estos papeles. Es el acta de difusión del niño que acaban de perder. Necesito iniciar los trámites por mi amiga, ella estará indispuesta.
Con la mente perdida, Ricardo decidió verla. Una mirada vacía y sin emociones, accedió a firmar. Ya nada importaba y lo que importaba de Jessica se perdió para siempre.
- Jessica puede irse cuando quiera. Ya no la necesito. Sólo recuérdale que deberá de regresar a firmar los papeles del divorcio. – dijo con frialdad y entregó un cheque con una cantidad de dinero generosa. Dio media vuelta y se machó.
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- No puede estar muerto, no puede estar muerto. – insistían Jessica con las esperanzas de que sea una pesadilla.
Camila se acercó para tratar de calmarla. El lugar todavía estaba refleto de los hombres de Ricardo e incluso uno de ellos estaba en la habitación.
- Tranquila. – le dijo e inyectó un calmante. – todo va a estar bien, ahora descansa.
Para Jessica le era difícil calmarse, no podía hacerlo después de saber que perdió a su hijo, ya no estaba su vientre vultuoso que tanto le gustaba acariciar. Sólo logró la calma cuando vio a su amiga entrar, su mirada le daba esperanzas. Dejó que la inyección hiciera lo suyo y se quedó profundamente dormida.
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- Hasta que al fin despiertas ¿Quieres que te traiga algo? – preguntó Elsa al mirarla con gran felicidad y acercarse a ella.
Jessica se movió entre las sábanas, su vientre estaba plano. Olvidando por completo el dolor preguntó desesperada.
- ¿Mi bebé?
Elsa caminó hasta acercarse, ya nadie los vigilaba y se lo dijo con toda confianza.
- Está vivo. Lo tenemos en una incubadora. Hoy te dan de alta a ti y en la noche nos llevamos a tu hijo. Será trasladado a un mejor hospital para continuar con sus tratamientos. Está todo listo para que puedan irse. Y, además. – dejó ver unos documentos, Elsa no dejó ir oportunidades. – es sólo tu hijo. Ricardo renunció a él al darlo por muerto. Ahora tú eres su única madre.
Jessica no pudo evitar sentir cierta felicidad, las dos noticias tenían un sabor dulce.
- Quiero verlo.
- Por el momento no puedes, no hasta que sea de noche. Es menos peligroso, todavía las personas de Ricardo merodean el hospital.
Al sentirse calmada y con un peso menos de encima, Jessica le preguntó.
- ¿Quién sabe de esto?
- La doctora, tú, yo y una persona más.
- ¿Podemos confiar en la doctora?
- Si, ella no quería verte ser separada de tu hijo que accedió con esto. Está consciente de que traicionó a un Sandoval, no dirá nada.
- ¿En la otra persona?
- Más que nadie en el mundo. – sonrió en complicidad y tomó la mano de Jessica. – está feliz que tú estés bien y el bebé. En el espacio en el que está tu hijo está vigilado como no tienes idea.
- ¿Puedo saber a quien debo de agradecerle?
- Sí, lo harás mañana cuando te vea. Quieren que vayan con él.
- Gracias por todo lo que han hecho por mí. – Jessica sonrió más tranquila, sintió su garganta reseca y le pidió. - ¿Me das agua?
Elsa se apresuró en servir y entregar el vaso, ayudó a beber y cuando Jessica se terminó hasta la última gota le preguntó.
- ¿Cómo está Ricardo?
Elsa no sabía como responderle. Vio un hombre acabado, pero también observó cierto resentimiento.
- Pidió que solo volvieras a firmar los papeles del divorcio cuando el año de casados se complete.
Jessica no expresó nada en su lugar. Los que los unía anteriormente era el niño y ahora dejó de ver un vinculo entre ambos.
- Se lo daré, que no se preocupe. Será un hombre libre como lo desea. Ahora quiero que me ayudes con el acta del pre divorcio, no quiero que nada nos retrase a la hora de firmar.
- Dalo por hecho. Tendré los documentos hoy mismo. – Elsa asintió encantada, al tomarla de la mano preguntó. - ¿Tienes ideas de quién trató de lastimarlos?
Jessica guardó silencio. Aquel hombre le era desconocido e incluso hasta en su voz.
- Pienso en Mariana, pero no tengo pruebas para acusarla.
- Entiendo. Voy a pedir sus últimos pasos y rastrearla, quizás nos lleve a algún lado.
Eso dejó más tranquila a Jessica, tenía suerte de que su amiga fuera abogada e inteligente. Por otro lado, ella tenía un as bajo la manga.
- ¿Puedes pasarme el celular? Necesito hacer una llamada. – habló decidida.
- Claro. – respondió un poco curiosa por saber lo que Jessica tenía en mente.
Entregó el celular en las manos de Jessica, ella marcó un número y habló.
- Quiero que los videos de seguridad del almacén se los envíes a este número . . . - De acuerdo, gracias. – colgó e hizo una nueva llamada. – cuando tenga los videos quiero que lo publiques en todas tus noticias, que sea primera plana. – después de ello dejó el celular reposar sobre su pecho.
- ¿Qué planeas, Jess? – la mirada de Elsa estaba más que curiosa. Escucharla hablar tan segura y firme la intrigaba.
- Voy a limpiar mi nombre y para ello le entregaré un regalo a Ricardo como parte de nuestro pre divorcio. – respondió y observó hacia la ventana apreciando la estructura del hospital. Por desgracia era el más cercano y también era el mismo donde Mariana recibía sus tratamientos con la posibilidad de limpiar la matriz y volver a hacer madre.
Elsa se quedó con la boca abierta, no podía creer lo que escuchaba. Su amiga se marcharía, pero dejando en alto su nombre.
- ¿Hablas enserio? – preguntó muy rápido y dejando ver una radiante sonrisa salir de sus labios. - ¿la vas a descubrir ante todos?
Jessica asintió, la decisión ya había sido tomada hace días. Solo esperaba irse para dejar su huella en la ciudad.
- Muy enserio. Lo único que quiero es irme y el divorcio.
- Yo me encargo de eso, ahora Ricardo no tendrá poder sobre ti y tampoco podrá acercarse a ti sólo si es para firmar el divorcio. – dijo feliz que quería gritar de la emoción. – llamaré a una enfermera, pediré el alta y nos iremos, pero en la noche regresamos a que conozcas a tu hijo. Por ahora todo tienen que verte triste.
Elsa jamás aceptó aquel matrimonio de imprevisto, pero al ver que su amiga estaba emocionada y fantaseaba se quedó en silencio, esperando el día en que la propia Jessica se diera cuenta que era un gran error. Ricardo Sandoval podía ser todo, pero no tenía ojos para Jessica, no después de todo lo que le culpaba.
Jessica asintió favorecida, necesitaba primero alejarse con su hijo y cuando regrese divorciarse de él de una vez por todas.
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Fue dada de alta esa misma tarde. Caminaba con la ayuda de Elsa por los pasillos del hospital, había que llegar al auto e irse.
Cuando caminaban escucharon algunas enfermeras hablar a sus espaldas. Murmullos entre ellas decir.
- No sólo le bastó terminar con el señor Sandoval, ni con la del hijo de la señorita Marina sino también ahora con la de un inocente. Imprudente mujer, no pudo defender a su hijo. Se dice que ella organizó todo con tal de no entregárselo al señor Ricardo.
- Mujeres como ellas deberían estar en la cárcel. El señor Ricardo ha sido demacido bueno con ella. Pobre hombre está destrozado por la perdida de sus dos hijos.
Elsa molesta por lo descaradas que fueron les dijo.
- Debería de darles vergüenza al hablar de esa forma ¡Ha chismear por otra parte! Viejas solteronas.
- Elsa, no. – dijo Jessica. No quería escándalos.
Elsa se calmó y continuó con sus pasos.
A la siguiente vuelta del pasillo sus ojos se concentraron en la pareja que caminaba frente a ella. Era Ricardo con su traje impecable, quien en sus manos sostenía a Mariana. Al parecer ella todavía seguía los tratamientos en el hospital y él la acompañaba. Una vez más, Ricardo le demostraba que no le importaba en lo absoluto. Mientras que Jessica fue disparada estando embarazada y se recuperaba en silencio, él corrió a los brazos de Mariana en el mismo hospital que ahora se encontraban. No pudo evitar apretar los puños al sentirse enojada consigo misma, lo tonta que fue por hacerse una idea de su cambio, por creer en un amor que jamás llegó y por al fin abrir los ojos.
- Si quieres doy la vuelta y esperamos a que ellos pasen primero. – dijo Elsa sintiendo algo de impotencia y el deseo de sacarle los ojos a ambos.
- No. – respondió Jessica con fuerza en su voz. – continua. Ellos han dejado de importarme.
Elsa asintió y obediente continuó con los pasos. Al estar cerca de ellos miró con maldad a Ricardo y Mariana, mientras que Jessica los ignoró por completo. Pasaron como unos desconocidos hasta que se perdieron de vista cuando entraron a los vehículos.
Hicieron una parada en el consultorio de Elsa, ella fue por unos documentos, Jessica se quedó en el carro a esperarla. Mientras observaba a las personas perdidas en sus adentros observó por segunda vez el carro de Ricardo cruzar y a Mariana con él. Si tan sólo Ricardo supiera que aquella noche donde amanecieron juntos y desnudos, ella le salvó la vida, no la juzgaría tan mal. Ahora se arrepentía de haberlo encontrado y hasta salvado.
Inhalando aire para concentrase en ella a la vez que acariciaba su vientre donde estaba una cicatriz por la cesárea, Elsa entró, al parecer estaba en una llamada.
- Ella y el bebé están bien, se la paso de inmediato. – dijo y entregó el celular a Jessica. – la persona que te ha ayudado, quiere hablar contigo. – respiró tomando aire y agregó. – lo siento, pero no sabía a quien más acudir.
Jessica decidió tomar la llamada, le intrigaba saber quién la estaba ayudando.
- Jessica, hija.
Ella no pudo evitar sentir algo de presión que el corazón estaba por salirse. Reconoció su voz de inmediato que las mejillas se enrojecieron al mismo tiempo que trataba de controlar las lágrimas. La vergüenza por creer en un matrimonio a un en contra de su padre, hizo que se sintiera peor.
- Papá. – respondió y tragó su dolor.
- Me lo explicas cuando estés de regreso. Todo está listo para esta noche, Rogelio irá por los dos y los traerá conmigo. Quiero actuar en contra de Ricardo Sandoval, pero sé que tú sabrás como vengarte.
- Estás en lo correcto, papá. – su voz sonó decidida y firme. - Nos vemos allá.
- Te veo acá, Jessica. Recuerda que no sólo eres una gran cocinera, también eres mi hija y lideras mi empresa.
- Lo sé papá y está será la última vez que me pisotean.
Jessica cerró sus ojos cuando escuchó el sonido de la llamada colgarse. No estaba sola, tenía a su familia, una cadena de restaurante y una empresa que liderar ¿Cómo fue que cayó tan bajo? ¿Cómo se dejó humillar tanto? La respuesta era fácil, se había enamorado del hombre equivocado.
Su padre fue el primero en oponerse a ese matrimonio cuando se enteró por medio de la prensa, no aceptaba a Ricardo que amenazó en quitarle el apoyo si seguía con ese capricho de estar junto a él, pero Jessica cegada por el amor decidió continuar y ahora se daba cuenta de su gran error. Él no valía la pena, no valía desde que puso a Mariana sobre ella.
- Vámonos, Elsa. – habló con su mirada al frente.
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- ¿Enserio no quieres nada de él? Por cumplir tres años de contrato matrimonial te corresponde algo. – Elsa había leído el escrito de Jessica que no pudo evitar sentir sorpresa.
- No, no quiero nada. Sólo redacta el acuerdo del pre divorcio sin nada de por medio más que mi libertad. – respondió segura. No quería su insignificante caridad. Cuando regresara en menos de tres años sólo quería firmar y no ser parte de su vida nunca más.
- De acuerdo, tú eres la que decide. – respondió sabiendo que Jessica pertenecía a una familia de alta alcurnia y lo que Ricardo ofrecía era insignificante miseria. La miró y volvió a preguntar. - ¿Qué hago con este dinero? – dejó ver el cheque en sus manos.
Jessica miró el papel, la miró a ella y le dijo.
- Entrégaselo a una fundación. Mantenlo en el anonimato.
- De acuerdo, tengo una en mente. – respondió y una pregunta más le hizo. - ¿Qué vas hacer con el restaurante de aquí?
- Continuará abierto, pero no estaré para dirigirlo. Dejaré a alguien que lo haga por mí. Mis padres me esperan y lo único que quiero es olvidar estos días.
- Así se habla. – su amiga invadida de la emoción la abrazó, esa era la muchacha que recordaba y que volvía de nuevo. – preparo el pre divorcio que se dará en menos de tres años, se lo enviaré a Ricardo con tu firma para que el firme. Él no podrá retractarse y se verá obligado a firmar cuando el tiempo se cumpla. Luego se le será enviado a un juez para tener fuerza de poder en el documento. Ricardo no podrá faltar a su palabra. Por otro lado, tú y yo iremos al hospital por tu hijo, hoy mismo ambos se marchan de aquí. – habló animada, tener un pre divorcio era imprescindible en esos momentos.
El padre de Jessica ordenó preparar toda una instalación para un prematuro recién nacido en uno de los vehículos, además de llevar a un médico con ellos en caso de emergencia.
Como Ricardo jamás se esmeró en averiguar la vida de Jessica, nunca supo su verdadera posición social. Siempre la creyó una ambiciosa, caza fortunas por donde la viera y de paso una asesina por acabar con su padre y con la del hijo de Mariana.
La comida que probaba en el restaurante era de ella, la que deleitaba su paladar y de la que creyó una simple empleada.
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- Señor, acaba de llegar esto. – Agustín entró en la oficina de Ricardo tratando de mantener sus ojos en otro lugar que no sean los ojos fríos y vacíos del hombre. Ricardo observaba algo en la pantalla que por unos segundos su mirada fue tranquila, pero al sentir la presencia de Agustín su mirada fue tan dura que el muchacho llegó a arrepentirse. En el aire se podía persivir un olor a cigarrillo, era evidente que estaba molesto y era preferible no hacerlo enojar más. – es importante. – habló al tomar fuerza.
Ricardo decidió apagar la pantalla del monitor y sin la necesidad de alzar la mirada tomó aquel documento. Lo leyó, unas ligeras líneas se formaron en la frente que la ira lo estaba consumiendo por dentro.
Alcanzó una pluma y firmó el pre divorcio más un documento donde se liberaba de toda responsabilidad de los días que Jessica vivió junto a él. Sin darse cuenta firmó él acta donde dejaba toda responsabilidad de aquel bebé. Elsa una vez más supo aprovechar oportunidades.
- Toma y envíaselo al mismo juez para que lo notarice. – ordenó en lo alto provocando en Angustin cierto escalofrío que por un momento se sintió pequeño ante él. – en menos de tres años me libro de esa mujer. – agregó, caminó hasta el ventanal y tomó un cigarrillo para después fumarlo.
Agustín asintió. Había una cosa más que decirle.
- Hazlo. – habló Ricardo, odiaba el silencio cuando había algo por detrás.
- La junta con los inversionistas está por iniciarse. Solicitan su presencia.
Ricardo respiró con fuerza que pudo escucharse por todas partes. Giró la cabeza despacio para verlo. Sus ojos fríos y sombríos lograron que el muchacho no moviera ni un cabello, el escalofrío se apoderó de él y el miedo se notaba.
- Iré de inmediato. – dijo y pasos grandes salió de la oficina ignorando la presencia de Agustín por completo.
Él respiró tranquilo y al ver que su señor olvidó bloquear la pantalla del ordenador decidió hacerlo. Cuando se acercó y observó lo que Ricardo miraba tuvo algo de pena, pues el hombre observaba los videos de las ecografías realizadas a su hijo al igual que el sonido de su pequeño corazón.