Recostada en la cama mientras abrazaba aquella almohada contaba los segundos para salir. Su cuerpo estaba débil por la falta de alimentos, agua y por la fiebre que había empezado. Cada hueso dolía como puñales atravesar dentro de ella que respirar era complicado. Los labios estaban resecos y con tan solo moverse, parecía que un carro le pasó encima porque el dolor era tan fuerte que imposibilitaba estirar sus huesos. Y que hablar de las rodillas, estaban inflamadas y enrojecidas.
Escuchó el sonido de la puerta abrirse y con ello la voz de Dexy, una mujer anciana y la ama de llaves de la mansión.
- Puedes salir. El señor Sandoval acaba de dar la orden. La está esperando en el despacho.
Jessica no dijo nada al respecto y se quedó en aquella posición que se encontraba. La mujer dejó de verla, se le fue dada una orden y se marchó del lugar dejando la habitación abierta.
Jessica aprovechó que estaba sola, se obligó a ponerse de pie y fue a cambiarse de ropas, necesitaba atención urgente y para ello necesitaba marcharse de la mansión. Cada paso que daba eran agujas clavadas en los pies, el demoledor en sus huesos se volvía insoportable que estaba a punto de desplomarse.
Caminó hasta tomar el celular y enviar un mensaje a su mejor amuga.
“Por favor, ven por mí”
“Iré de inmediato” – le fue respondido.
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Jessica respiró con más calma y una vez más empezó a caminar. Aunque su cuerpo estaba pesado, cansado y débil tomó fuerza suficiente para entrar al despacho donde estaba Ricardo como si nada hubiera pasado, mientras llenaba algunos papeles sobre el escritorio.
No demostró dolor ante aquel hombre desalmado que la trató y prometió convertir su vida en un infierno, no le daría el gusto. Retiró el anillo de matrimonio de su mano, lo puso en el escritorio y le dijo sin despegar sus ojos de los de él.
- Me iré y volveré en tres años para firmar el divorcio. Te espero en los tribunales.
El rostro del hombre se formó cierta sorpresa. Esperaba algún tipo de insistencia de parte de Jessica o arrepentimiento por botar a Mariana de las escaleras. Sin embargo, estaba ahí para pedir divorcio y dispues a marcharse.
Con una actitud serena, tomó el anillo y la mano de Jessica.
- Esto te llevas. Puedes irte, pero por tres años estás casada conmigo y me debes respeto. Vas a cumplir con el contrato matrimonial. – habló con el ceño fruncido y con mucha indiferencia por aquella noticia. Sus bellos ojos azules que jamás demostraron ningún tipo de emociones por ella más que desilusión y repudio daban mucho que decir. – véte, un vehículo te espera a fuera. Te llevará a que te den atención médica.
Jessica observó aquella joya. Pesaba tanto que cuando ya no la tenga iba a hacer el día más feliz de su vida.
- No será necesario, mi amiga viene por mí, señor Sandoval. - respondió en voz plana. - En tres años no volveremos a ver para firmar el divorcio. – agregó con el anillo en su dedo anular.
Jessica no le dio oportunidad de que Ricardo hablara, se dio la vuelta y empezó a alejarse a pasos lentos que en cualquier momento sus piernas fallarían por la debilidad en todo su cuerpo, sobre todo, por el dolor pulsante que sentía en las costillas y rodillas.
Salió manteniendo una postura firme. Bajó las escaleras, tenía que llegar hasta las rejas donde esperaban por ella. Al caminar por aquel jardín observó un carro n***o que estaba por salir, era el vehículo de Ricardo y al parecer tenía urgencia en irse. A las afueras había un auto azul donde se encontraba el chofer que aguardaba por ella y un vehículo rojo donde estaba su mejor amiga.
Cuando las grandes rejas se abrieron la mirada de Ricardo con la de Jessica se cruzaron por unos segundos. Él la miraba con gran decepción como siempre lo había hecho en los últimos días desde que lo obligaron a casarse con ella, mientras que Jessica no dejó ver nada en sus ojos esta vez. Levantó el vidrio de la ventana para no verla más y ordenó a que avanzaran en dirección al hospital.
Jessica caminó y al sentir que la vista se le nublaba y su cuerpo no daba más empezó a desvanecer. Estuvo a punto de caer al suelo, pero el chofer avanzó a sostenerla en los brazos.
Elsa estaba preocupada y molesta al ver con la indiferencia que Ricardo la trató. Ni siquiera detuvo el vehículo para ir por ella. Todo lo contrario, continuó avanzando y eso que las miró por el retrovisor del carro.
- Voy a llevarte al hospital, tranquila. – dijo angustiada, aunque Jessica estaba inconsciente que era difícil que la escuchara. Con la ayuda del chofer la subieron al vehículo y se la llevaron juntos.
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Cuando Jessica despertó a mitad de la noche, su cabeza daba vueltas y perdió por un momento la noción del tiempo. Estaba conectada a un suero y una pantalla monitoraba sus signos vitales.
Al concentrarse en despertar se dio cuenta que frente a ella estaba Ricardo sentado en el sillón. El hombre se puso de pie y sin demostrar ningún tipo de empatía le dio unos papeles y una pluma.
- Firma. – ordenó.
Jessica por un momento llegó a creer que eran los péleles del divorcio que no pudo evitar alegrase internamente. Pero que equivocada estaba, esos documentos eran otra cosa. Cuando los leyó abrió sus ojos a más no poder. Ricardo le estaba quitando todo derecho del niño que estaba naciendo dentro de su vientre, al parecer si hubo una consecuencia de esa noche entre los dos. Estaba embarazada y ahora se daba cuenta de que iba hacer madre.
- No pienso firmar. – dijo al negarse por completo.
Ricardo no pudo evitar sonreír. Por mero capricho del destino resultaba que Jessica era compatible a él y el niño que esperaba era un Sandoval. Sólo alguien tan fuerte puede sobrevivir al veneno ingerido, la caída de unas escaleras y pasar toda una noche bajo la lluvia. Con una sonrisa malévola dibujada en su rostro, la tomó del mentón y le dijo.
- Es mi hijo, es un Sandoval, es un sobreviviente, su lugar es conmigo. Por todas la ley es mi hijo. Al parecer Mariana no era la única que podía llevar a mi hijo, tú eres compatible a mí. – estiró sus labios que dio algo de miedo. - No tienes derecho y no le darás la vida que se merece. Además, sólo le devuelvo el hijo que le quitaste a Mariana cuando decidiste empujarla por las escaleras matando al nieto que mi padre no conocerá por tu culpa.
- Si mi hijo es un sobreviviente ¿Por qué el de Mariana no lo fue? – preguntó sin quitarle los ojos de encima. Lo estaba desafiando.
Ricardo se quedó en silencio por unos segundos, pero no dejó ver ningún tipo de dudas.
- No tienes derecho a preguntar. - hizo presión en el mentón. - Eres una mujer peligrosa que cuidarlo sería un verdadero chiste, jamás lo dejaría contigo. Yo tengo las de ganar y tú todas las de perder. La ciudad te conoce, sabe que eres la causante de mis desgracias. - la soltó con fuerza y agregó molesto. Por dentro luchaba con el deseo de no estrangularla. - Llevaste a la muerte a mi padre y aún niño que no tuvo la oportunidad de ver el mundo. Todo el que te ve, te odia. No puedes con tu vida, peor con la del pequeño. Ahora firma que no tengo toda la noche.
Jessica guardó silencio, se negaba a firmar. Ricardo al perder la paciencia, levantó la mano y con eso dio una orden.
- Inyéctenla.
Dos hombres entraron y una enfermera. Sujetaron a Jessica en su contra y lograron inyectarla. La debilidad se apoderó de ella, todo daba vuelta que incluso la silueta de Ricardo se movía muy lento.
- Firma. – escuchó su voz desde lo más lejos.
Aunque ella quisiera luchar, no iba a poder. Aquel liquido la volvió hostil y obediente. Tomando la pluma y llevándola en su contra a aquellos documentos, toda una línea de tiempo recorrió en su mente. Las palabras de Ricardo del tener a toda una ciudad que la trataba de asesina, su reputación estaba por los suelos que cualquier juez y tribunal no le concedería la custodia. Suspiró y fuera de sí firmó del documento con la mente en blanco.
Ricardo observó aquellos papeles entre sus manos, lo guardó como oro dentro del portafolio y agregó.
- Permanecerás en el hospital y luego se te llevará a tu departamento, donde estarás vigilada las 24 horas con todo tipo de atención y lujos. Estarás mejor ahí. – dejó de mirarla y salió de la habitación seguido de sus acompañantes en completo silencio.
Jessica cerró los ojos y apretó los labios para no gritar ¿Qué había hecho? Se preguntaba. Le entregó su hijo a Ricardo y ahora él tenía el derecho de quitárselo. Jessica lo había perdido.
Ahogando sus penas y tratando de calmarse cuando los efectos de la inyección pasaron, sé puso de pie, quería escapar esa misma noche y no ser encontrada por el hombre. Al llegar a la puerta y entre abrirla se dio cuenta que estaba siendo vigilada. Escapar le sería imposible por ese lugar. Regresó a la habitación, miró por la ventana para encontrarse con más hombres de Ricardo quienes vigilaban cada rincón, las esperanzas en ella se disminuían. Tomó asiento para poder calmase, necesitaba un plan de inmediato.
Al estar profundamente en sus pensamientos, tocaron a la puerta.
- Jess. – llamó Elsa preocupada cuando entró.
Jessica al verla cayó en sus brazos de inmediato.
- Ayúdame a salir de aquí. – habló desespera y en medio del miedo que todo su cuerpo había entrado en pánico.
Elsa la miró con lástima, la abrazó y respondió.
- Lo haremos, te ayudaré a escapar.