Taurus observaba el bosque en calma, esa mañana se habia dispuesto a llegar más temprano de lo habitual a la manada en donde se encontraba en esos momentos ella, pasar tiempo con su amada luna era uno de los mayores placeres que disfrutaba últimamente, no era para menos los 80 años de soledad antes de encontrarla habían sido una odisea hasta el punto de auto convencerse de que no seria bendecido por la diosa Luna. Le daba igual en ese entonces, nunca se había sentido merecedor de ser feliz.
Flashback
Recordaba como si fuera ayer, dos años atrás, durante el solsticio de primavera, precisamente cuando se celebraba el festival de las flores, por lo regular todas las manadas se reunían para celebrar juntos en una fiesta campestre, la única manada que parecía no hacer acto de presencia en esa ocasión era la manada "Luna dorada" para ese entonces una de las más prósperas del norte del país y que solían ser considerados de carácter rural y poco sociables.
Entre risas, bailes algo prosaicos y atrevidos, el ambiente fue acrecentando la algarabía, el se mantenía arrinconado sin prestarle atención al proceder mundano de los lobos, todos sabían que solía ser reservado y taciturno, hablaba lo necesario, un poco mas cuando su carácter era más apacible y no contaba con la nota discordante de ser tan recio, como el más caótico de los vendavales, su corazón endurecido no tenía punto de quiebre, el amor se le había negado desde su nacimiento, la primera fue su madre, con tan solo 5 años lo dejo solo, en medio del bosque, solo tuvo la minima piedad para indicarle las coordenadas para que encontrara a su padre, para ese entonces el actual Alpha de la manada "Rayo de oro", con inteligencia y astucia logro encontrarlo y acoplarse a la ostentosa vida de los Recio, el tiempo no sano sus heridas, pero lo hizo fuerte, construyó una coraza de titanio, para que nadie pueda lastimar su alma otra vez.
Con el tiempo se volvió el líder de su manada, había conquistando el mundo financiero, un auténtico lobo poderoso, sometiendo débiles humanos que ignoraban sus genes licántropos y un mundo de bestia que ellos solo la consideraban ficción.
En la actualidad era el Ceo de una de las potencias industriales más importantes de toda América y Europa, con cede en Manhattan. Sentia el mundo a sus pies, casi un rey Midas de las finanzas, todo lo que tocaba se convertía en oro, prosperaba de manera sustancial haciendo sonar las alarmas de sus adversarios, al no encontrar explicación de su infinito talento para los negocios.
Lo más importante según las palabras de Aya la mujer que había sustituido a su madre en su proceso materno, lo había olvidado o más bien el había decidido voluntariamente como mecanismo de defensa, no concederse el permiso de sentir eso llamado amor, habia aceptado su aparente destino.
—Tu concentración me asusta Alpha, en vez de integrarte a la fiesta, prefieres actuar como los invitados ausentes y retirarte de forma huraña a un rincón desolado.— Era verdad que no estaba de humor para socializar, su beta Osman lo conocía a la perfección.
— No le encuentro nada atrayente a esta fiesta sin fundamento.—Le contesto desganado.
—Quizas tu dejadez se deba a tu falta de empatía con el amor, espero que pronto la diosa luna calme tu soledad con una loba tan taciturna y reservada como tú.
—Seria una bendición, odiaría una luna escandalosa y vivaracha como abundan en las manadas de este país.—Era verdad solía hacer viajes esporádicos, por todo el país, adentrándose en cada rincón donde hubieran de su especie, por lo regular notaba cierta alegría que le molestaba en las lobas, las cuales solían ser más desenfadadas a nivel s****l, de eso no se quejaba, aunque no conociera el amor habia gozando de muchos cuerpos, le solían gustar más las lobas que las humanas, estás soportaban más las embestidas de un m*****o más dotado de lo normal, podían pasar horas interminables cabalgando sobre su falo venoso.
—¡Diosa luna, haz tu magia, no deseo un alpha energúmeno toda mi existencia!.—Su beta hizo está súplica más en forma de broma, que en petición sería, pero fue como si obrara un milagro.
— ¡Está aquí!— Un olor a pastel de fresa, con un ligero toque de chocolate y frutos secos tostados, inundó sus sentidos, imagino el paraíso, ese olor tan delicioso era su favorito, aparte le recordaba el momento más feliz de su niñez cuando su madre le preparó una tarta con esos ingredientes, lo hizo comer toda, antes de tomarlo de la mano para unas horas después abandonarlo en el bosque. Se levantó con el fuerte instinto de dejarse llevar por el hilo de esa fragancia hipnótica.
— Taurus, estaba bromeando, además los milagros no son tan instantáneos.—Escucho decir a su beta algo confundido con su manera inusual de comportarse en esos momentos.
— Pues acaba de ocurrir uno, tiene el más bello rostro que mis ojos hayan visto jamás, mi estimado Osman, esa hermosa criatura es mí luna.— La imagen de una mujer pelirroja se hizo presente en ese espacio tiempo, el candor de su melena hizo el contraste perfecto con el verdor del bosque, el brillo de sus ojos lo buscaron con tanto anhelo como el los suyos, se encontraron, se conectaron, se amaron a primera vista, por estos últimos dos años se habían vuelto inseparables, como si sus almas estuvieran conectadas desde siempre, en ocasiones sentía cierto dolor en el pecho cuando su amada Elena se alejaba para ir a visitar la manada, por lo regular pasaban mayor tiempo en la ciudad, viviendo una vida aparentemente normal, disfrutando a cada instante uno del otro.
Regresando al presente en ese preciso instante había ido a buscarla, la esposa de uno de los miembros de la manada acababa de dar a luz, Elena se había ofrecido a llevarle unos medicamentos para ayudarle con una cicatriz que había adquirido una bacteria, tenía la mejor mujer del mundo. Sin duda, volvió a sentir una punzada en el pecho, casi lo hace perder el control del auto. Cuando sintió que se le pasaba y se estabilizó, decidió llamar a su esposa, con manos temblorosas le marco, no contestaba, ¿acaso estaría conduciendo de regreso?, le había advertido que no lo hiciera en su estado; aceleró con fuerza urgido por saber de ella. Al no recibir respuestas, lanzo el móvil con frustración a la parte trasera del auto y se concentro en la carretera y todas sus curvas borrascosas.
Cada metro que dejaba atrás lo martirizaba, sentía el titilante peso de la muerte deambular por el asfalto, los cuervos negros también anunciaron su presagió al sobrevolar en torbellino entre los árboles, todo le estaba avisando lo que parecía inevitable, el humo proveniente de un auto que aparecía ante su vista lo confirmó.
Al parecer dos autos habían colisionado, freno de golpe, al ver a Osman cerca del lugar junto a otros miembros de su manada.
Todos corrieron hacia el, como si quisieran evitar, que viera algo que lo destrozaría, no pudieron, los hizo a un lado de forma sencilla.
Su amada yacía tirada en el piso, apenas la estaban auxiliando, intento acercarse.
—¡Señor no debe acercarse!, estamos asistiendola.—Dijo uno de los paramédicos, en voz alta.
— Es mi esposa, debo ir con ella.—Al hablar noto como Elena abrió ligeramente los ojos, levanto con debilidad su mano, a pesar de la objeción del personal, se acercó y la tomo.
— Mi amor, te pondrás bien. Estoy contigo...no soltaré tu mano nunca, ni te dejare sola.
— Taurus mi amor, mi luz, mi esposo, debes hacerlo.—Tosio, un liquido rojo salió de sus boca, a juego con algunas cristalinas lágrimas de sus ojos casi eclipsados.
La subieron con prisa a la ambulancia, el también lo hizo, no pensaba dejarla sola, en ese momento se percató de la presencia de una madre que al parecer había sido parte del trágico accidente, lloraba mientras trataban de reanimar su bebé, al parecer una niña por su vestidito rosa, tuvo que cerrar sus ojos ante el panorama gris de tanto dolor y volver a enfocarse en su Elena.
— Esto es un simple sueño, mañana todo estará bien, te lo prometo mi reina.—Ella ladeo la cabeza, su respiración parecía quebrarse. Con su último aliento pronunció unas palabras de adiós o más bien un hasta luego.
— Debo dejarte un tiempo solo, perooo...te prometo que volveré, ya veo la luz y a la vez el camino para volver a ti. ¡Te amo!.— Vió como sus ojos se apagaron, incluso antes de poner en marcha la ambulancia, Elena había renunciado a ese cuerpo, a él. Los intentos de reanimarla no funcionaron.
— ¡Nooooo!—Fue un grito de agonía que hizo estremecer los árboles, las aves ante el lacónico aullido de dolor sepulcral, a este lo siguió otro grito, pero con una nota de vida e inocencia.
—« ¡bua, bua, bua! ». — El grito de un bebé también se hizo sentir. Miro con envidia el gesto de felicidad de la mujer que acaba de ver cómo luego de la intensa acción de los paramédicos por reanimar la niña habían logrado la hazaña. Ella tuvo una segunda oportunidad, sin embargo Elena no, la vida se le acababa de esfumar, no solo a ella, también a la criatura que llevaba en su vientre.
Se sentó en los bordes de la carretera como otro moribundo, Osman no tardo en acercarse al ver como la ambulancia se empezaba alejar del lugar. Sintió su mano en el hombro.
—Eres mas que mí beta, mi único amigo, debo confesarte algo que me hizo sentir como un miserable; nunca en la vida me he lamentado al no tener madre, ni carecer de sus afectos, nunca envidie a nadie por tenerla, ni por haber encontrado el amor antes que yo. Sin embargo acabo de sentirme tan ruin al envidiar esa bebé, desee por un momento que ella muriera en vez de mi Elena, cuestione, el porque ella aún siendo tan frágil pudo sobrevivir y Elena no.
— Recuerda que no eres perfecto, es normal ser egoísta, y tenerle rabia a la vida, lamento mucho tu dolor, todos en la manada queríamos mucho a nuestra luna.
— Lo se, no entiendo cómo pasó está desgracia.—Se estrujó con ímpetu la cabeza, desordenado su espeso pelo n***o.
— No estaba en la manada, si hubiera estado allá no la dejo regresar sola, cuando veníamos pasando fue que nos dimos cuenta del accidente y por el coche supimos que era ella.
Solo asintió, no le quedaba más que limpiarse las lágrimas y volver a entrar a su coraza. Esa de la que nunca debió salir.
Dos días después le lanzo la última flor a su reina y a su hijo, blanca como sus corazones puros. La tierra fue cayendo en el agujero, hasta hacer perder la silueta del ataúd. El también se perdió ese día, quiso alejarse del mundo un tiempo, donde pudiera vivir su tristeza sin causar lastima, su ego recio no le permitía mostrarse debil.
El bosque fue su refugio por largas temporadas, hasta fortalecer su lobo solitario y volver más frío que nunca a las altas cumbres de su imperio. Taurus Recio había vuelto, ahora sin piedad, con un corazón más frío que un témpano de hielo.