21 años después.
Estaba de cumpleaños, el número 101 para ser exacto, sin embargo sus empleados pensaban que apenas cumplía 44 años, aún así murmuraban con numerosas interrogantes ¿cuál era el secreto de su juventud?, para eso había una explicación que de ellos saberlo saltarían por la ventana del edificio y a juzgar por la impresionante altura, de no morir de un infarto por la noticia, los mataría el impacto de la caída.
La noticia se corrió como pólvora en el espacio laboral, gracias a su nueva secretaria Margaret, una humana parlanchina la cual ocupaba ese puesto desde hacía 6 meses atrás cuando tuvo que dejar ir a Mady luego de que conociera su mate, la conexión la empujo a huir con el a otra cuidad, la extrañaba en ocasiones pero no podía negar que Margaret era aún más eficiente, incluso su olor no le desagradaba tanto, casi siempre le sentía un trasfondo dulce a vainilla con ligeros toques a rayadura de limón que lo hacía tolerarlo y hasta calmar su ansiedad…cuando se lo comentaba, mencionaba a su hija la cual según ella solía abrazarla todas las mañanas después de hornear y solía dejarle impregnado parte de su aroma. Se sintió complacido con esa respuesta.
A la hora de salida, se levantó de su asiento, se dispuso a ponerse su saco, era viernes, tenía pensado pasarse el fin de semana en la manada, de paso visitar la tumba de Elena como solía hacer todos los meses. Temía olvidarla, su recuerdo en parte le ayudaba a ser menos miserable, su existencia. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un toque en la puerta, seguido;
—¡Disculpé señor Recio!, ¿puedo pasar?. —Algo estúpida considero la pregunta, cuando ya estaba prácticamente dentro de su oficina.
—Pasa Margaret, total ya estás dentro, se breve, ya tengo intenciones de marcharme. —Cuando levantó el rostro sintió un aroma especial, observo la caja que llevaba está en su mano, la sostenía con delicadeza mientras le sonreía.
—Por favor, ni sueñe con rechazarla, se que no le gusta que mencionen su cumpleaños, que está prohibido felicitarlo, pero, no alteró las reglas si lo dice una hermosa tarta. Mi hija la horneo está mañana antes de irse a la universidad, le quedan divinas…siempre suelo hablarle de lo buen jefe que es usted y que fue el que me ayudó con la beca, para este último semestre. Hoy se levantó tempranito solo por usted, para que celebrará su cumpleaños con algo que haga su vida más dulce. —Llevaba casi media hora hablando, en su monólogo personal, a veces solía ser desquiciante. Aunque era considerado un ogro por sus empleados , en esa ocasión haría una excepción, el aroma lo estaba volviendo loco.
—¡Gracias Margaret!, ya puedes marcharte y de paso le agradeces a tu hija de mi parte. —Parecía feliz por verlo aceptar el regalo, está lo entro en una bolsa elegante y de paso lo dejo sobre su escritorio y salió seguido. Suspiro aliviado al verla alejarse, hoy se sentía tenso más ese aroma que sentía lo solía trastornar.
No dudo en llevarse la bolsa, la votaría en el primer basurero que encontrara en la carretera. Salió como de costumbre, sin ver a los lados, siempre con la vista al frente, sintiendo un cúmulo de miradas a su espalda.
Ya fuera de la empresa se quitó los guantes negros que solía usar en el trabajo, flexionó sus dedos, si dejar de mirar las cicatrices en ambas manos. Cuando su ansiedad mermo encendió el auto y se puso en marcha.
La carretera estaba algo húmeda, gracias a la leve llovizna que había caído media hora atrás, manejo con más precaución de lo habitual, cuando estuvo algo retirado de la cuidad, se desvío al sur para internarse en las profundidades del bosque con un desplazamiento más suave, debido al mal estado de la zona. Pronto alcanzo a ver las estructuras de las lujosas cabañas que albergaba en la actualidad más de 300 lobos de los cuales el se sentía responsable, era su Alpha.
En ese espacio de tierra salvaje podía ser el, sin caretas, poses o artilugios para soportar el repugnante olor de los humanos.
Alcanzo a ver a su beta Osman, ir en su dirección, últimamente estaba algo alejado de la empresa, unos días atrás había recibido otros 2 nuevos cachorros, sumando en total de 10, directo a la docena pensó, el y Bianca su esposa eran considerados los conejos de la manada por su incipiente reproducción.
—Taurus Recio, haciendo su entrada luego de tenernos algo olvidados. —Le canto el conejo de su beta, con aparente buen humor.
—Mucho trabajo en la empresa con los nuevos modelos de coche que estoy diseñando, no estaría de más que dejes descansar un poco a tu esposa para que vayas a darme una mano con el quipo de ensamblaje.
—El lunes estaré allá Alpha, ya mis dos nuevos cachorros están casi corriendo por el bosque, salieron fuertes como su padre.
—Me alegro, mas que mí beta te considero mi único amigo, le agradezco a la diosa luna que tú eres feliz y haz contado con la dicha de ser padre. —Le dio una palmada en el hombro.
— Taurus no dudes que la diosa luna algún día te volverá a dar otra oportunidad, encontrarás una nueva luna, la manada lo necesita al igual que tú.
— Imposible, además aunque vuelva a tener otra luna sabes que no podre nunca tener hijos, mi linaje termina conmigo. —Ahora fue Osman que más que un espaldarazo lo abrazo, solo el sabia lo de su esterilidad. Apreciaba contar con el.
—No hablemos de cosas tristes, por lo menos te rinden más tus millones y puedes cogerte una mujer diferente todas las noches. —Le susurro con entusiasmo para venderle como bueno y válido el libertinaje que sabía que llevaba en sus noches fugaces.
—No hables muy duro, si Bianca te escucha, puede pensar que andas en las mismas y de paso me quedo sin beta. —Se puso serio ante la advertencia, sabía que ella era de armas tomar, al fin de cuentas era una Recio, una de sus primas más queridas.
Avanzaron más al centro, muchos de los lobos fueron a brindarle sus respetos, y las lobas a saludarlos por igual, aunque las más jóvenes con estatus de soltera, más bien desfilaban para ver cuál era la agraciada. Ya observaba a una morena con pechos grandes. Tal vez sea la afortunada de chuparle la v***a esa noche.
Esa noche hubo fiesta, tanto Osman como Bianca se acercaron a la fogata para compartir con el y al menos 50 lobos más, estos bailaron y cantaron hasta pasada la media noche, el solo los miro desde una esquina, cuando el fuego se apagó, entendió que era hora de dormir.
Subió a su cabaña, la más lujosa y exclusiva del área. Al entrar supo de inmediato que no estaba solo, un olor a hembra en celo galopaba por el aire, seguido se fue retirando la ropa, desde que tocó el primer peldaño de la escalera dejo caer su camisa de lino, desabrocho sus pantalones los cuales quedaron varados en el pasillo, igual su bóxer, al entrar a la habitación la punta de su m*****o fue el primer avistamiento para la loba que lo esperaba, se complació al ver que era la misma que le gustó en la tarde.
Se acomodo a su lado en la cama, ella entendió todo.
—¡Chupa!, necesito que me la saques con la boca puta loba. —Obedeció, casi le roba el aliento cuando lo atrapó en su boca, una mamada magistral, acaricio su cabello con delicadeza, la veía subir y bajar sin tregua, succionando más que una aspiradora, hasta hacerlo correr, la muy traviesa se trago todo su líquido, se empezó a retirar, al parecer pensaba que era todo. —¿Dónde piensas que vas? — La jaló del brazo, luego sin delicadeza la lanzo a la cama.
—Alpha pensé que necesitaría un descanso para reponer energía. —Dijo la loba, parecía sorprendida.
—Aquí no estás para pensar, solo para que te coja. — Le abrió la piernas, tenía un buen coño, luego de sobarla y chupar sus tetas la penetro con fuerza, fuerte, con mucha rudeza como le gustaba. Sus gritos de placer no se hicieron esperar.
—¡Ay que ricooo!, ¡ahhhh!.
Ya sudaba, solía ser muy resistente, cambio de posición, puso la loba en cuatro y la penetro por el culo, ese lugar estaba aún más delicioso, sintió sus gritos agónicos de placer, el también cayó en ese abismo y se derramó dentro.
Luego de ese polvo la saco de su cabaña, se dio una buena ducha antes de irse a dormir, al otro día pensaba ir antes de entrar la luz del alba a visitar la tumba de Elena.
Como lo había planeado, se levanto antes de que los rayos del sol se colaran en el cielo, se vistió, tomo 3 rosas rojas y empezó andar hacia la pequeña colina, está quedaba a unos 400 metro de distancia. Cuando llegó al lugar se quedó atónito, no solo el espectáculo de ver los rayos del alba florecer ente sus ojos, también la impresión de ver una delicada figura femenina de espalda, está miraba la tumba de Elena, el rocio de la brisa le entregaba un aroma del pasado, mientras ondeaba su larga melena roja.
Un olor a pastel de fresa, un ligero toque de chocolate, aliñado con frutos secos tostados inundó sus sentidos, imagino el paraíso, ese olor tan delicioso que hacia flashback en su mente, su aroma favorito, el mismo de su amada luna, cuyos huesos reposaban en esa fría tumba, vigilada por esa extraña que olía igual que ella.
—¡Mia! — Exclamó su lobo Asmodeo en su interior. Rogó a la diosa la luna que no fuera un simple sueño. Acababa de descubrir que ansiaba otra oportunidad.