El asesor se dio cuenta que no tenía el mono, ya no iba a virar, saliendo de allí iría a la universidad. Su pantalón a la cintura le queda holgado al igual que el top corto que tiene puesto, no estaba vestida de gala, todo lo contrario, estaba vestida como lo que es una joven universitaria que le gusta comer libros.
Entró a la oficina sin pedir permiso. Ijov estaba parado de manera imponente mirando la ciudad.
—Disculpe señor. —Ijov la observa con detenimiento maldiciendo, pues su cordura no durará mucho si la tiene en su oficina vestida así. Maldijo por lo bajo al ver su ombligo, deseo chuparlo, pasar su lengua de una manera descarada, aberrante y sucia. Esa chica le provocaba tantos pensamientos obscenos que no sabría con cual comenzar el día que al fin la tenga en su cama perdida en el placer.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con su determinante voz.
—Maritza me dijo qué ... —Ishla baja la mirada ante el fuego que le presta la de Ijov. Ese simple gesto terminó desquiciado, pues de dos zancadas llegó al frente de ella. Quería olerla, acariciarla, llevaba 5 meses necesitándola en sus noches.
—¿Para qué te llamó, Maritza? —pregunta levantando su mentón para que la chica lo mire.
—Por … por… es que… —tomó aire inhalando el olor de ese perfume que tanto le gusta. Cerró sus ojos para no delatarse, tenerlo tan cerca no era bueno para nadie. Ishla tiembla como hoja al viento y Ijov la siente sintiéndose poderoso.
—Que lo recoja ella. —dice sobre sus labios deseando besarla. Ishla por instinto da un paso atrás haciendo que Ijov hierba de coraje.
—¿Para dónde vas? —pregunta escuchándose tonto.
—Usted dijo … , yo solo … —suspira cansada de no poder articular una oración coherente si lo tiene frente a ella.
—Sé lo que dije, pero no te di autorización para salir. —dice con sus dientes apretados. Ishla abrió grandes sus ojos.
—¿Pero no voy a limpiar su reguero, para que me necesitan aquí? —por la mente de Ijov pasaron miles de motivos por los que se debe quedar, pero prefirió no decir ninguno, solo acarició el mentón de la chica con dos dedos y miró hacia la puerta.
—Vete. —ordena señalando la puerta. Ishla no espera que se lo diga dos veces para salir del lugar. Su cuerpo se estremece por completo ante ese hombre que es todo sensualidad.
Maritza la ve salir blanca como un papel, bueno no es que Ishla sea bronceada, pues ella es blanca como la leche.
—¿Niña que paso allá adentro que te pusiste así? —interroga la secretaria del jefe.
—No lo sé, solo sé que me dijo que lo fueras a recoger tú. —Maritza tapa su boca. Debía correr a limpiar la oficina.
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Ijov ve salir a su cervatillo y sonríe satisfecho.
No le es indiferente a la hermosa chica. Vuelve hasta el escritorio y recoge todos los documentos que le habían en liado, donde le decían que el infeliz de Ángel se había involucrado en una pelea callejera y lo habían llevado preso. Si sus cálculos no le fallan, en estos días lo llevaran a juicio para presentar el caso de la pensión alimentaria para los niños, cosa que no podrá pagar pues entre que debe cargamento y la fianza por la pelea no podrá cumplir. Pone los papeles dentro de la gaveta del escritorio en el momento que Maritza entra como loca para limpiar el desastre que su jefe había hecho.
Ijov se levanta de su silla toma su saco y sale para dejarla limpiar tranquila, ya al menos la había visto, llevaba días sin toparsela de manera que fuera expontanea, tampoco quería parecer un desesperado por verla. Ya sus noches de lujuria no eran igual, anhelaba el menudo cuerpo de su cervatillo. Ese con el que sueña cada noche que posee hasta quedar permanentemente saceado.
Llega a su casa para arreglarse, hoy es noche de chicos, se encontrará con Cesar y Lorenzo en el pop de Ijov. Aunque nadie sabe de quien es pues el lo ha mantenido en secreto. Todo San Francisco sabe que ese lugar es del dueño de las calles, apodado El demonio por no tener compasión de nada ni de nadie, ese hombre solo vela por sus propios intereses, por ese motivo ha podido salir adelante con sus proyectos ilícitos, pues son respaldado por un mundo clandestino próspero, kilos de coca, millones en armas, bares llenos de prostituta. Aún no ha tratado con venta de órganos o trata humana porque no lo ha necesitado. Hasta ahora todo lo que emprende le va muy bien.
Salió listo para comerse el mundo, sus amigos ya lo esperan en el bar.
Subió a su auto y emprendió camino hasta que la vio, caminaba tambaleante. Se detuvo en el medio de la carretera y bajó rápidamente para tomarla en brazos.
—¿Ishla? —inquiere tocando su rostro. Esta lo mira le sonríe y se desploma en el instante. Ijov no lo pensó dos veces, la llevó hasta su auto y la llevó a su casa, donde sin más llamó a su doctor de cabecera, el doctor Fred Colins.
Pidió a Sonia que llevara alcohol y compresa frías o algo que lo ayude a despertarla. Estaba muy pálida. Tomó su pulso y aunque era suave aún se sentia.
—Por Dios, mujer corre. —grita desde la puerta de su habitación. Su corazón se quiere salir, se sentía desesperado. Ella no puede morir, ella no. No entendía ese sentimiento que lo apremia, solo la desea, porque se pone de esa manera al pensar que ella puede fallecer.
Sonia entró a la habitación con el maletín de primeros auxilios. Saca un sobre de alcohol, Ijov se lo quita de mala manera quiere ser el quien lo haga.
Sonia lo mira con una sonrisa pícara, ni con la señorita Collette él se había comportado de esa manera. Recuerda la vez que Collette se quejo de dolor de estomago que envió a que ella llamara al 9—1—1 para que la llevaran a sala de emergencia y el poder dormir sin quejidos.
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El médico llega con premura, para que Ijov lo llame es un caso de vida o muerte. Sonia lo recibe escoltadolo hasta la habitación donde Ijov incesantemente toma la muñeca de Ishla para buscar su pulso. Está vuelto un obseso con eso, es que han hecho de todo y ella no despierta, se siente desesperado.
—Doctor Collins, que bueno que pudo llegar
—saluda cortés, es con una de las personas que siempre usa un tono afable.
—Cuéntame, ¿Qué tenemos aquí? —pregunta el galeno sacando de su maletín sus útiles.
—Ella es una de mis empleadas de la empresa, la vi zigzagueando en la calle y me acerqué a ella. En cuánto la llamé por su nombre ella perdió el conocimiento, doy gracias a Dios porque estaba cerca porque sino hubiera dado en el suelo.
—Veamos qué le pasa a esta hermosa jovencita. —dice el médico acercándose para examinarla, Ijov no le perdió ni pie, ni pisá. Sus manos sudan de los nervios, Ishla no puede morirse, no ahora, no nunca.
—¿Qué tiene Fred? —pregunta cuando ve al médico guardar su estetoscopio.
—La chica presenta un nivel alto de deshidratación, quisiera descartar una desnutrición pero es probable que sea la causa de que no despierte aún. Está muy débil. Por lo pronto voy a ordenar que le pongan una intravenosa con vitaminas y suero con lo necesario para que ella reaccione. La referiría al hospital pero no creo que sea prudente viendo que está muy débil.
—Haz que envíen eso lo más pronto posible, voy a pagar lo que sea para verla bien. —comenta desesperado.
—Eso haré, también la enfermera tomará unas muestras de sangre para descartar anemia o algún trastorno que no conozcamos de la paciente. —Ijov asiente respirando más tranquilo al saber que estará mejor.
—Gracias, pase por sus honorarios donde Sonia, ya ella tiene el cheque firmado. Lo veo mañana, ¿A qué hora viene? —pregunta dando por hecho de que volverá.
—En cuanto tenga los resultados de los análisis vengo. Cuando ella despierte por favor que coma cosas livianas como sopas claras, gelatina, tiene que empezar a abrir su apetito de manera paulatina. —sugiere el galeno e Ijov asiente tomando nota mental, tiene que enviar a Sonia a buscar todo lo que él médico dijo. No quiere que le falte nada a la hora de que despierte.
El médico sale de la habitación dejándolo nuevamente solo con Ishla. Hala una silla para sentarse a su lado.
—Se fuerte, verás que todo va a pasar. —dice afligido, sintiendo que todo es su culpa, toma la mano delgada de la mujer para dejar un cálido beso en su dorso.
El celular de Ishla saca de sus pensamientos a Ijov que sin pensarlo dos veces toma el aparato electrónico para contestar.
—Ishla hija ¿dónde estás? —pregunta una mujer a quien Ijov supone que es su madre.
—Señora Zainz, le habla Ijov Lynx, el jefe de su hija, la encontré casi desmayada en la calle y la traje a mi apartamento, no se preocupe, ya fue atendida por un médico y está recibiendo tratamiento. Le mantendré informada de cómo ella va reaccionando. —explica calmado pero sin intención de decirle dónde está. Termina la llamada sin dar más explicaciones.
Volvió a tomar asiento cuando Sonia lo interrumpe informando que la enfermera que el doctor Collins envió había llegado con todo.
Ijov se hace a un lado para que la mujer mayor trabaje efectivamente con su cervatillo.