Dániel.
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Cierro la puerta detrás mío y escucho como Dániel furioso golpea algunas cosas. Mí cabeza era un lío, como pudo dudar de mí de esa manera. ¿Acaso no me conocía?. Éramos amigos maldita sea. Incluso tenían más relación conmigo que con su propio hermano, siempre hubo una tirantez entre ellos.
Apoyando la espalda en la puerta inhalo y exhalo, retengo el aire en mis pulmones para evitar que salgan unas lágrimas, no quiero llorar por Dániel no se lo merece. Me siento tan decepcionada. ¿Cuántas veces cuando éramos niños le pregunté por su lejanía? Y siempre me ignoró, nunca quiso explicarme nada.
Me encierro en el baño que hay en esa planta, limpio mis lágrimas y me tiro agua fría en la cara.
Unos golpes en la puerta me interrumpen.
—Señorita —es Juana—, la cena está servida.
—Y
