Isabel.
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Casi no pude descansar este fin de semana, la conversación con Dániel, su humillación me dejaron intranquila, confirmando lo que tanto temia, que mí matrimonio iba a ser un infierno.
Bajo a desayunar y sorprendentemente me encuentro con mí padre, es raro que no se haya ido a trabajar todavía.
—Hola —saludo con pocas ganas —, que sucede que estás aquí todavía.
—Quería saber cómo te fue ayer con Dániel.
—El compromiso sigue en pie —me encojo de hombros tratando de esconder mis lágrimas, ya no quiero llorar más esto no arregla nada.
—¿Por qué supuestamente no quiere romper el compromiso?.
— Argumenta que está establecido desde que nacimos, y que no se puede romper —digo resignada.
—Sabes como es Antonio hija, un hombre de palabras, y un poco ambicioso, por no decir bast
