Isabel.
Qué cómoda es esta cama, he visitado muchos hoteles por trabajo y ninguna cama es tan cómoda como esta. Atraigo a mí cuerpo la almohada, pero entre sueño percibo que emana calor, y es en ese preciso instante recuerdo que estoy durmiendo con Dániel, me separo de él tan abruptamente que pareciera que su cuerpo me quema. Escucho que él ríe. ¡Por Dios que vergonzoso!. Espero no haberlo babeado, que asco.
—Te veías tan cómoda que no quise despertarte —rie divertido.
—Lo siento —digo apenada, me levanto y me dirijo al baño.
Me arreglo lo mejor que puedo, me cepillo los dientes, me maquillo un poco y salgo.
—Ya pedí el desayuno, te fijas mientras voy al baño, dentro de una hora deberíamos estar en el aeropuerto —asiento a todo lo que dice, y mientras espero busco ropa para cambiarme
