VACACIONES EN LA COSTA
En un pueblo muy pequeño, en el que tan solo residen poco más de veinte personas, en la zona de las Hurdes, viven Murci y Paca. Ellos son un matrimonio de lo más normal, llevan veinte siete años de casados. Su vida s****l era bastante activa cuando eran jóvenes, pero con el paso de los años la cosa se fue enfriando.
Murci, es el típico hombre de cincuenta y cinco años, tiene los ojos pequeños de color café, pelo canoso, barriguita pronunciada, regordete y de altura normalita, metro sesenta o cosa así. No es nada del otro mundo pero él se encuentra acomodado en su matrimonio; piensa que la falta de sexo es lo más normal del mundo, ya que los años no pasan en balde para nadie.
Por otro lado está su mujer; Paca tiene cincuenta años, sus ojos son azules, ella se considera una mujer normalita. Cada vez que se mira al espejo, lo hace de lado y por poco tiempo. Digamos que la deprime un poco verse de esa forma tan desmejorada, al recordar que de joven era la chica más bonita del pueblo. Dentro de sí misma, sabe que los años no dejan de pasarla factura, por eso tiñe su cabello de rubio, para que se note menos la edad que tiene. No es ni gorda ni flaca, y es un poquito más bajita que su marido. En realidad es, lo que viene siendo una mujer normal, después de tener tres hijos.
Ellos dos viven del sueldo de Murci, aunque últimamente sus necesidades económicas se están viendo un poco afectadas, ya que uno de sus hijos se divorció hace muy poco tiempo de su mujer. Paquito su hijo estudió arquitectura en la universidad de Salamanca, allí fue donde conoció a su ex-mujer. Paca siempre intentó que a sus hijos nunca les faltara un trocito de pan que llevarse a la boca, por eso en estos momentos está pensando en abrir algún tipo de negocio, aunque no tiene ni idea de lo que puede hacer, quiere invertir sus últimos ahorros antes de que su cuenta termine en números rojos.
Son las seis de la mañana, Paca se despierta cada día para ayudar a su marido. Ella se encarga de colocar en una neverita pequeña de mano la comida, de esta forma puede quedarse en la obra la hora de comer y así, consigue que se ahorre algunos euros en gasolina todos los días. De este modo solo usa el coche dos veces al día una para acudir a trabajar a la obra y la otra para regresar a su casa.
Después de terminar con las tareas del hogar, acude al banco a por dinero, aunque anden un poquito escasos de dinero, el pan y la comida hace falta todos los días.
—Buenos días, quisiera sacar cien euros —le dice el banquero que la atiende.
—Enseguida señora Paca —responde rellenando el papelito—. ¿Puede firmarme aquí? —pregunta señalando con el dedo la x del recibo.
—Ahora mismo —responde buscando el bolígrafo.
Cuando termina de firmar coloca el bolígrafo en su lugar y mientras el banquero le da su dinero una risilla tonta se escapa de su boca.
—Que contenta está usted siempre, señora Paca —dice pasándola los billetes por debajo de la ventanilla.
—Pues no es mi día, pero no puedo dejar de mirar ese bolígrafo atado con cinta adhesiva, a esa cadenita tan fina —comenta mirando al hombre—. ¿De verdad creen que alguien se atrevería a robarle? —pregunta mientras guarda el dinero en su monedero.
—Nunca se sabe —responde encogiéndose de hombros.
Al salir del banco Paca mira su cartilla y antes de guardarla en su bolso echa un vistazo para revisar el dinero que le queda. «No puede ser, nos quedan poco menos de dos mil euros, tengo que hacer algo pronto» piensa para ella.
Al regresar a su casa coloca la compra, cuando termina recuerda que en menos de una hora se acaba de gastar cincuenta euros y que la nevera sigue estando medio vacía. Con la comida puesta en el fuego para que se haga. Suena el timbre de su casa, y va corriendo a abrir la puerta cuando ve que es su amiga dice:
—Pasa Esperanza, ¿quieres un café?
Esperanza es cinco años más joven que ella, es una mujer muy voluptuosa, sus enormes pechos, acompañan a sus caderas, las que sobresalen por ambos lados, en realidad todos sus encantos saltan a la vista de cualquiera, por eso su marido Manolo es un poco celosillo.
Manolo, es alto y muy delgado, para tener cuarenta y nueve años no está nada mal. Él es moreno, tiene los ojos grandes, de color marrón oscuro, la complexión de su cuerpo es musculosa, a pesar de ser camionero. Se casó con ella cuando apenas tenían veinte años, como todos los matrimonios tienen sus rifi rafes, pero aún siguen juntos, y se quieren. A pesar de la tacañería de su marido, ella le sobrelleva bastante bien, y soporta cada día su carácter fuerte.
—¿Qué tal Paca?, yo también me alegro de verte —responde mientras entra en casa de su querida amiga—. ¿Se puede saber qué te pasa?, tienes cara de aceituna arrugada.
—Gracias amiga yo también te quiero, pues que me va a pasar que cada día tengo más problemas.
»Me queda poco dinero, y mi nuera no para de pedirle dinero a mi hijo para mis nietos. Paquito ya no da abasto, con lo que gana apenas le da para vivir él, tiene que pagar la hipoteca y sobrevivir con lo poco que le queda —termina de decir.
—¿Tanto tiene que enviarla todos los meses? —pregunta Esperanza.
—Lo suficiente, como para que tenga que darle dinero yo a mi hijo. Pasa y siéntate —responde señalando el sofá, para que su amiga se siente—. Dime a que has venido —dice cuando ya están sentadas.
—¡Hay señor!, se me va el santo al cielo cuando te veo con esa cara de lechuga arrugada. La verdad es que vine para invitarte a que vengas esta tarde a mi casa.
Las expresiones de la cara de Esperanza, son tan exageradas que Paca no puede dejar de mirarla, con cierta incertidumbre sobre la inquietud de su amiga pregunta:
—¿A tu casa?
—Sí, a mi casa —afirma poniendo sus ojos en blanco.
Esa emoción inexplicable que siente su amiga, no la da otra que pensar de que se trata de algo importante para ella y pregunta:
—¿Qué estás tramado?
—Verás Paca, hoy viene la hija de Isabel al pueblo y como ya hace mucho tiempo que no nos juntamos he decidido hacer una reunión en mi casa, seguro que la chiquilla trae un montón de chismes.
—¿Y desde cuando te interesa a ti la vida de Claudia? —pregunta Paca, al presentir la impaciencia de su amiga.
—¡Oye oye! que Claudia es una chica muy culta y moderna, ella trabaja en la ciudad, la chica se dedica a vender juguetes para adultos, Isabel dice que tiene una tienda, de esas que solo están por internet.
Esperanza no es muy resuelta en cosas sexuales, cansada de su vida s****l, y aprovechando que su marido no está en casa; decide hacer una reunión de tuppersex. Beneficiándose que la hija de su amiga Isabel, viene a visitarla. Isabel enviudó hace algunos años, desde entonces solo viste de n***o como es la tradición del pueblo. Claudia su hija, viene de vez en cuando, para asegurarse de que su madre está bien, y no necesita nada.
—¡Aja!, ya sabía yo que no traías buenas intenciones. Sabía que se trataba de algo más.
—Paca entiéndelo, este pueblo es muy aburrido, necesito reanimar mi relación con manolo.
—¿Y que tengo yo que ver con eso? —pregunta Paca sorprendida.
—Solo te estoy pidiendo que me acompañes, por favor —la ruega Esperanza.
—No estoy de humor para esto —responde Paca, con la mano de Esperanza entre sus manos.
Ya que es casi la hora de comer, Esperanza se despide de ella, y regresa a su casa.