— Entonces… –dijo Gabe a mi lado —, tú con Livie, ¿eh? — susurró el nombre de ella bajito.
— Se supone — dije, bebiendo del fuertísimo trago en mi mano. ¿Qué carajos era? Ni puta idea tal vez una continuación de todo el alcohol que había en esta jodida casa.
— ¿Vas a decírselo a mi tío?
— No.
— ¿A Alex?
— No.
— Bien — dijo él, tomando de su cerveza.— ¿De veras la quieres?
— Diablos, sí… pero es como estar enamorado de una muerte lenta, no tengo una opción, ¿sabes? Si le digo al Prez, él me matará y si me sobra una esperanza de vida, Alex me matará — gruñí — y si no les digo, esa perra loca me va a dejar.
— Bueno… estás mas jodido que yo — dijo él.
— ¿Sí?
— Sí… al menos yo puedo odiar a mi “suegro” con total libertad — me sonrió —, tú tienes que serle leal a él.
— Joder y no lo
