Salí de la habitación de Anastasia tres días después. Sí, Cloe me mataría. Mientras la calle estaba oscura Sia me acompañó por mi maleta para luego coger un taxi, ella usaba un pequeño short y un suéter ancho que no combinaba para nada con lo helado del clima, el cielo amenazaba con llover e insistía en que volviésemos arriba a seguir jugando al doctor y la enferma. Cruzando por lo que sería mi complejo de apartamentos ambos nos quedamos en silencio cuando se escuchó un leve quejido. Poco a poco se fue volviendo más agudo y doloroso hasta que pensamos en que podría ser un cachorro. Cinco minutos de buscarlo por todos lados lo encontré, entre unos periódicos viejos y unos cartones de huevo envejecidos y empapados estaba un tembladizo cachorrito de color gris plomo. No me importó nada más