Relato No. 1 - CUMPLEAÑOS FELIZ (PRIMERA PARTE).

1157 Words
—Feliz cumpleaños, cariño— la sonrisa hermosa de mi madre fue lo primero que vi al abrir los ojos. Era feliz, cumplía cinco años y ella me despertó con un pastel de chocolate en la cama. La miré, era preciosa, su cabello oscuro estaba enmarañado y en sus ojos cansados se veía que había despertado muy temprano para prepararme la torta, le di las gracias y me apresuró a salir de la cama, corrí al baño y al salir la ropa que escogió ya estaba sobre mis sábanas de Superman bien tendidas. Me puse los zapatos y me miré al espejo para arreglar un poco mi cabello, mis ojos amarillos y extraños, los mismos que causaban que los niños se me alejaran con sorpresa y miedo, estaban hoy llenos de alegría.  Abajo todos corrían de un lado para el otro, me felicitaban con enormes sonrisas y volvían a lo suyo. Mis tíos - que realmente eran empleados de papá - estaban colgando los globos tal cual como mis tías -sus esposas- les indicaban. Era todo un revuelto la casa. —¿Donde está el campeón de papá?— la puerta principal se abrió y mi padre me saludaba con una sonrisa en la boca junto al cigarrillo que fumaba sin usar las manos. Corrí a sus brazos y me apretó con fuerza — Mi muchacho... Feliz cumpleaños— sus ojos tenían el mismo color que los míos y estaban rodeados por pequeñas arrugas y el vello facial que se quitaba cada dos días. Le di un beso en la mejilla y él revolvió mi cabello aún sosteniéndome en lo alto— Mira, tengo una sorpresa para ti, él es el tío Bloud. Él es mi hermano y estuvo un tiempo... De viaje, por eso no había venido a conocerte antes— un hombre alto y corpulento, más que mi papá, asomó su cabeza y me dio una sonrisa, tenía los ojos miel y el cabello muy bajo, en su rostro había una cicatriz, justo debajo de su ojo izquierdo que llegaba a su mejilla y junto a su nariz recta, se veía temible. Pero para un niño de cinco años, todos son buenos. Le sonreí y le di la mano, como papá me enseñó que los hombres se saludaban. —Feliz cumpleaños, Eder. Tu papá me ha hablado mucho de ti. Te traje un regalo— dicho eso me mostró una caja decorada con papel de regalo y se la arrebaté corriendo escaleras arriba y entrando a mi cuarto mientras escuchaba las risas de papá y las suyas y un grito de mi madre. Eran muchísimos caramelos y chocolatinas, escondí varias en mi cajón secreto, justo en el piso bajo la tabla de madera que se desprendía debajo de la cama. Las otras las dejé fuera y empecé a comer acostado y boca arriba, con los ojos cerrados por la delicia que masticaba.  . . . —Es un expresidiario, Derrick. ¿Como carajos se te ocurre que este aquí? Pueden seguirlo, pueden dar con nosotros— la voz de mi madre me llamó la atención. Me habían mandado a duchar de nuevo luego de almorzar para estar listo cuando llegaran los invitados. Estaban en su cuarto y la puerta estaba entreabierta por lo que veía a mi papá sentado en la cama con cara de fastidio y ella de pie con los brazos en jarra y mirándolo muy enojada. —Todo estará bien, Endrina. Tranquila, cariño— decía con voz suave, sólo con ella y conmigo lo veía hablar así, ser suave y cariñoso. Dentro de casa la que mandaba era mamá. —Estás arriesgando todo por tu hermano— dijo ella con lágrima en el rostro y mirándolo rabiosa. Él se puso de pie y tomó los brazos de mi madre con suavidad. —Será sólo un tiempo, no es permanente, sólo hasta que encuentre donde meterlo. Tal vez en uno de los laboratorios o haciendo encargos, pero por favor, no me niegues ayudarlo. Es mi sangre. Ella lo miró negando con la cabeza suavemente, parecía que ni notaba su movimiento. —Él no me da buena espina, Derrick. No lo quiero cerca de Eder ni de mi. Papá suspiró derrotado y salió de la habitación, yo me incliné e hice como si amarrase mis agujetas, sin importar que fuese mi cumpleaños, me regañarían por escuchar conversaciones ajenas. Cuando salió se sorprendió un poco en verme ahí pero se recompuso agachándose a amarrar los cordones por mí. —Listo, mi león. Caminemos a saludar— tomó mi mano entre la suya, la diferencia era enorme, y bajamos a la fiesta. Estaban unos primos -hijos de sus empleados - que me miraban con seriedad, parecían respetarme demasiado pero a esa edad solo me entristecía que no jugaran conmigo. Papá saludó a los adultos y los niños me saludaron a mi con un seco "Feliz cumpleaños, Eder" cada uno, yo asentía y sonreía agradeciendo y ellos se agrupaban a secretear mirándome cada tanto. Por eso me entretenía mirando a los adultos y escuchando cosas que no debía oír.  —20 toneladas cruzaron a Latinoámerica, sólo falta confirmar la llegada pero está casi hecho, jefe. —No celebres una victoria que aún no completamos. Y no hables de eso aquí, están los niños. —Sí señor. Agarré la mano de mi padre e imité su rostro serio con ceño fruncido dirigido al hombre rubio que acababa de regañar. Me sentía una pequeña copia de él, quería ser igual a mi padre cuando creciera. Mi rostro pasó a alegría cuando, un par de minutos después de saludar a otras personas, un payaso llegó y mi boca se abrió como una O. . . . Cuando la noche llegó los niños se fueron y la fiesta se volvió "de grandes". Al ser el único niño de la casa, estaba acostumbrado a ver lo que sucedía ahí sin que nadie siquiera me notara. Aunque cuando mamá o papá se daban cuenta, me jalaban por la oreja hasta llevarme al cuarto con un regaño largo y firme.  Pero ese día comía  mi sexta rebanada de pastel y con mi pijama de cuadros verdes y mis pies descalzos llevaba el pastel en la mano saboreando la gloria del chocolate y dando una vuelta por el patio. Hombres inconscientes, otros en tumbonas con chicas sentadas sobre sus piernas, algunos de pies con sus cervezas y otros con unas inyectadoras -nunca entendía, ¿Si estaban enfermos por qué salían de fiesta?- y la mayoría con cigarrillos en las manos, algunos tosían, otros no. —Papi...— susurré, embelesado en los globos de animales que el hombre tenía en su mano. —Feliz cumpleaños, cariño. Ve— dijo besando mi coronilla y corrí al payaso que preguntaba quién era el cumpleañero. —Yo, yo!— levanté mi mano entre gritos, todos los niños estaban felices y era uno más de ellos. Me sentía muy feliz.
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