Caminé entre la jardinera sintiendo el pasto en mis pies, la casa era hermosa y enorme y no teníamos vecinos que pudiesen molestarse por el ruido.
Cuando pasé junto al rosal que papá le regaló a mamá en su aniversario me maravillé con las flores, eran amarillas. Las rosas amarillas más lindas que había visto, aunque eran las únicas.
De pronto un ruido llamó mi atención. Me escondí tras un gnomo de jardín enorme que sostenía una cesta de flores reales en sus manos de cerámica y en el rosal aparecieron dos figuras, no había luz más que la de la luna y solo veía sus siluetas.
—Bloud, juro por Dios que si no me sueltas te arranco las bolas con mi navaja— Era ¿mamá? ¿Por qué el tío Bloud sostenía a mamá por los brazos? a ella no parecía agradarle— Maldita sea, estás drogado, imbécil, suéltame— exigía ella. La música estaba muy fuerte y los demás muy lejos, por lo que nadie se acercaba y él se dio cuenta. Le sonrió ampliamente y parecía un maníaco.
—Ni de coña, tengo mucho tiempo sin cogerme una mujer, sólo esos maricas de la cárcel, así que no te atrevas a negarte. Sé que te gusto.
—Imbécil, soy la esposa de tu hermano. Suéltame o grito. Le diré a Derrick que te mate— mamá estaba furiosa y yo me debatía si salir o no de mi escondite. El tío me daba miedo.
Le dio un golpe en el rostro que la hizo caer contra las rosas y varias espinas debieron clavarse en tu piel, cerré mis ojos y sentí mis lágrimas rodar, estaba mudo e inmóvil, quería defender a mamá, quería correr y golpear a Bloud o ir por papá, pero no podía.
Bloud se puso frente a ella cuando la hizo caer al suelo, ella tenía sangre en el rostro y lloraba a mares.
—Detente, Bloud. No me hagas esto— rogaba con voz suplicante.
No dijo nada, se bajo la bragueta frente a su rostro, murmurando algo que hizo que mamá abriera los ojos enormemente y se alterara.
—¡NO! A Eder no te le acercarás nunca, maldito bastardo, ¡Dejanos en paz! ¡Aléjate de mi familia!— Él la calló con un jalón de cabello. Mamá, entre lágrimas, se estiró hasta adelante a hacer... Algo, en la bragueta del tío Broud con la boca, era extraño, no sabía que pasaba pero sí que mi madre estaba sufriendo.
—¡AUCH! Maldita puta de mierda, ¡Me mordiste!— Él se alejó de ella, con la mano en su entrepierna y de un momento al otro, sacó un arma de su pantalón y el disparo retumbó en el lugar y en mi cabeza.
Mamá cayó al suelo y el tío se alejó corriendo hacía la fiesta. Mi cuerpo por fin reaccionó y corrí a donde mi madre estaba, llena de espinas y sangre en el rostro, había un agujero en su pecho donde debe estar el corazón
—Mami, no...— a mi corta edad sabía lo que era la muerte. Cada poco tiempo alguien cercano fallecía y había entendido un poco sobre eso. Y sabía que mi madre se iba y nunca volvería— No me dejes solo, mami.
—Bebé...— su mano se instaló en mi mejilla y la sangre nos cubría a ambos— Siempre te cuidaré mi caramelito— Solía llamarme así, sabiendo lo mucho que me gustan los dulces y las visitas cada tres meses al odontólogo por mis caries.
Sus ojos se cerraron y un grito estremecedor había hecho eco. Grité como animal salvaje y en ese momento algo en mí se rompió. No fui el mismo nunca más.
Papá llegó con un arma en la mano y cayó de rodillas al verme sujetar el cuerpo inerte de mi madre como ella solía sujetarme a mí. Me apartó de ella para sostenerla él.
—¡NO! Endrina, no, por Dios— sollozaba a todo pulmón. Nunca lo había visto llorar hasta ese momento, ni en el entierro de la abuela—¿Como? ¿Quién?¡HABLEN!— su voz quebrada y furiosa aterraba a todos, aún en la oscuridad sus ojos amarillos se distinguían llenos de dolor.
Bloud -no podía decirle más tío al ser que me arrebató a mi madre- llegó a su lado con rostro de sorpresa y sujetando el hombro de su hermano, yo estaba temblando de ira y dolor.
—Cristo, hermano. La vi llorando en la cocina hace unas horas pero no pensé...— su tono era afligido y sorprendido y no podía ser más falso.
—Señor, mire— uno de los hombres señaló el arma junto al cuerpo— Parece que se suicidó.
¿Suicidó?¿Qué es eso? Mi papá miraba el arma incrédulo y volvía los ojos al cuerpo de mi madre para mirarla ahora con enojo.
—¿Suicidarte? Endrina, maldita sea. Por Dios, no— sollozaba ahora con enojo, soltó el cuerpo en la grama y se levantó de golpe con el ceño fruncido y las lágrimas corriendo salvajes por su rostro, él me miró y con toda la seriedad del mundo se inclinó ante mi— Tu madre es una cobarde. Nos abandonó. Prefirió la salida fácil y no pensó ni en ti ni en mi. Ahora somos solo tú y yo, Eder.
—No te olvides de mí— Bloud puso su mano sobre el hombro de papá — Seremos los tres Shane de ahora en adelante.
Cuando su mano tocó mi hombro no pude evitar retorcerme.
—¡NO! Mamá no es una cobarde, ella no lo hizo. ¡Y tú no me vuelvas a tocar en la puta vida!— Vociferé contra Bloud y todos me miraron sorprendidos, yo no era un niño grosero. Mi papá me dio una cachetada, muy fuerte, mi mejilla latía y me sentía arder. Lo miré con odio y él me devolvió el gesto.
—Te he enseñado que el respeto es mutuo, Eder, y sé que este es un momento amargo para ti, pero adivina qué: Es sólo el primero. Traga grueso y saborea esto porque tendrás que acostumbrarte a que no será la primera vez que lo sientas.
Me di la vuelta y subí corriendo a mi habitación, me lancé en la cama y solté todo el dolor que tenía en mi corazón, mi mamá.... Nunca más volvería a verla, ni me consolaría cuando me cayera. No más felicitaciones por mis calificaciones ni tardes de brownie con helado. Ella, la luz de la casa... Se había apagado. No. Le habían apagado su luz, y ahora todos pensaban que fue ella la que se dejó quemar.
Mi padre tenía razón, era el primer trago amargo en mi vida, un párvulo de lo que vendría a continuación.