UNA MUJER HERMOSA

2006 Words
> Desperté en un dormitorio extraño, en eso recordé que estoy en la casa del jefe de mi padre, me siento de inmediato, en eso siento algo punzante en pie, lo miro vendado, me la quito para ver qué fue lo que me pasó. —¡Te duele! —Escuche la voz de una señora. —Un poco, disculpe las molestias que le he causado. —No es ninguna molestia, más bien me alegro tener una jovencita en esta casona. —¿Señora, sabe si mi padre regreso? —Aún no regresa. —Tengo que regresar, iba a lavar una ropa ajena, tengo que entregarla. —Déjame revisar bien tu herida, después le diré al patrón que te quieres ir. —El patrón está en la casona. ¿Podría hablar con él? —Ya veremos, primero déjame curarte. —No se preocupe yo lo haré. —Mira jovencita, dejarás que te limpie esa herida y te vende, no se diga más. —No me toco de otra que dejarme curar y guardar silencio. En eso miro que la señora sonríe mirando hacia la puerta, volteo a ver y lo miro a él recostado en el marco de la puerta, trago grueso, es un hombre imponente que con solo verlo da miedo, no sé cómo iniciar mi conversación o mejor dicho mi petición. —¿Cómo sigue la corderita? —Está bien, solo una pequeña herida en el pie, pero está curada, ¿Va a querer algo de comer patrón? —Solo un jugo, se me fue el apetito. —Ya se lo traigo patrón, ¡Aprovecha hablar con él, jovencita! —La señora me palmeo la pierna y salió del dormitorio, en eso escucho que la puerta se cierra, brinco al escuchar el ruido. —Sabes que tu madre ya te vendió. —Al escucharlo, me trajo a la realidad. —¡¡Me vendió, ahora que voy a hacer!! —No te muevas de aquí, esperemos que venga tu padre haber como procede, puedes ocupar esta habitación si lo deseas. —No deseo molestar, puedo trabajarle por mientras mi padre regresa. —En tu condición, no lo veo prudente. —He estado peor, no se preocupe, le prometo que hago lo que sea. —Junto, mis dos manos para que acepte que le trabaje, así podre esperar a mi padre. —Ponte a las órdenes de Toya. —Al decirme eso, sale de la habitación. Estoy muy contenta porque podre esperar a mi padre, aunque muy preocupada por la ropa ajena, ojalá que ella no la vaya a botar, me recuesto nuevamente, esperando que señora venga para preguntarle cuáles serán mis deberes que debo hacer, empezaré mañana mismo. Miro la enorme habitación en la que estoy, me siento rara, porque mi habitación es muy pequeña, solo hay espacio para mi cama unipersonal y una caja en donde guardo mi ropa, es muy pequeña, miro una puerta que no sé qué hay detrás de ella, me levanto y brinco con un pie, al llegar a ella la abro y mis ojos se salen de la cuenca, es un enorme ropero, mejor dicho, es otra habitación donde guardan la ropa. Me adentro al cuarto grande, hay ganchos de ropa, una enorme zapatera, que mal calculado creo que unos cien zapatos caben ahí, pero quien ocupara tantos zapatos si solo dos pies tienen las personas, yo apenas tengo mis chanclas, que a propósito no las veo por ningún lado. Salgo del ropero y comienzo a buscar mis chancletas, no están en toda la habitación, pero recuerdo que las traía. —¿Qué haces? —Me golpeo la cabeza en la orilla de madera de la cama. —¡¡Auch!! —¡Te lastimaste! —Él se me acerca y me ayuda a levantarme  —Estoy bien, solo buscaba mis chancletas. —Las mande a botar. —¿Qué dijo? —Me dejo descalza. —No te preocupes Toya va a ir al pueblo y te va a comprar ropa y zapatos. —No, no es necesario, no vine a causar molestias. —Déjame preguntar algo. —Su seriedad me preocupa— ¿Qué hace tu padre el dinero que le pago? —Mi padre es un hombre muy bueno, para que mi madre no me moleste él le entrega su dinero. —Caramba, a tal grado ha llegado. —Mi madre no está bien de la cabeza, hace cosas que ninguna madre haría, pero no soy nadie para juzgarla. —Eres sumisa, por eso piensas así. ¡También lo serás en la cama! —¡¡En la cama!! —Jajaja olvídalo. Descansa, mañana Toya te dirá que hacer. —Muchas gracias, patrón. —Dime Alejandro. —Lo quede viendo hasta que desapareció de mi vista, él es un hombre muy extraño cuando quede sola desee que mi padre regresara pronto, no puedo volver a casa, esos hombres han de estar vigilándome en algún lado. Solo me queda esperar a mi padre, la cama es tan suave que tengo miedo acostumbrarme, la mía es dura y el colchón es delgado, me remuevo en la cama sintiendo la suavidad y lo blanda que es. Me dormí disfrutando la cama, apenas estoy despertando, de lo que veo no es un sueño, aún siento la calidez que me rodea, sinceramente no me quisiera levantarme, pero el deber me llama, tengo que trabajar por mi estadía en este paraíso. Miro dos bolsas en el suelo, no sé si abrirlas o dejarlas ahí, talvez no son para mí. —Veo que madrugaste. —La señora entra a la habitación, vale más que no toque las bolsas. —Sí, estoy lista para hacer mis deberes. —Primero se baña y se quita es bata horrible, que no te queda nada bien, quiero que te pongas este vestido, desde que lo vi en la tienda me gusto para ti. —¡¡Eso es mío!! —Desde luego son obsequios del patrón. —No puedo aceptarlos. —Déjate de cosas, a menos que quieras hacer el oficio, desnuda. —No, claro que no. —Déjate de cosas y ve a bañarte y te pones esta ropa interior que elegí para ti, aquí te espero para ver que hago con ese cabello tuyo. Me adentre al baño, encendí la regadera, el agua es tibia, muy deliciosa, use el champú que hay y me restregué bien mi cuerpo, estoy bien delgada, porque casi no ingiero comidas, a veces me toca irme a la cama sin comer, no me gusta ser una carga para mi padre, así que no le cuento nada de lo que me pasa. Me mido la ropa interior y me qué bien, me pongo el vestido, es de color rosa viejo, tallado de la cintura y la falda es acampanada, se me ve bien bonito, al salir la señora me indica que siente frente a un espejo. —Vamos a ver qué podemos hacer con este cabello tuyo, como que no conociera los peines. —No da tiempo para eso, solo lo amarro con un pedazo de cabuya. — Se nota que no lo cuidas. La señora empezó a jalarme duro la cabeza, queriendo desenredar mi cabello, sentí que quedaría sin cabeza, al cabo de un rato, me ardía el cuero cabelludo, pero al verme con una coleta alta, mi rostro se veía diferente, me miraba una y otra vez en el espejo, mi rostro sin hollín se ve hermoso. —Sabía que eras una chica bien hermosa. —¡¡Esta soy yo!! —Desde luego que eres tú, solo necesitabas una ayudadita. —No lo puedo creer. —Ahora vamos abajo, quiero darte la lista de tus quehaceres. —Si señora, usted solo dígame que hacer que yo lo haré de inmediato. —Me encantan tus energías, mídete estas zapatillas, ayudará a que no lastimes tu pie herido. Al entrar en ella la suavidad y lo esponjado sentí que mis pies están en la gloria, caminé por la habitación, sentí rico, no paraba de dar vueltas alrededor de la habitación. —Me alegra que te gusten, me costó hallarlas, pero en cuanto las vi sabía que eran para ti. —Muchas gracias, Señora. —Las gracias se las debes dar al patrón, él fue quien me dio el dinero para comprarte esto. —Qué vergüenza, yo incomodando a los demás. —Deja de pensar así, vamos a la cocina ahí te diré que hacer. Camine detrás de ella, las zapatillas son riquísimas para caminar, nunca me había tenido zapatos, es la cosa más rica que pueden probar mis pies. Al llegar a la cocina ella me extiende una bandeja, unas tostadas y un vaso con jugo de naranja. —Camina derecho a la tercera puerta tocas dos veces, ese es el desayuno del patrón. —¡¡Quiere que yo le lleve el desayuno a él!! —¿Hay algún problema? —No solo que la pena me mata. —Jajaja pena de que, estás hermosa, ahora no hay nada de qué avergonzarte. Ahora vete a él no le gusta esperar. Tomo bien fuerte la bandeja del desayuno, aunque mis manos tiemblan como la gelatina, llego a la puerta que me indico ella, trago grueso antes de tocar, me quedo parada como idiota, hasta que decido tocar las dos veces que me dijo. —¡¡Adelante!! —Lo veo sentado en una elegante silla, detrás de un escritorio, está leyendo unos papeles muy concentrados— Déjalo ahí te puedes retirar —Me dice sin voltearme a ver. —Gracias por la ropa y los zapatos. —Le digo con mi voz temblorosa, cuando puse la bandeja a un lado del escritorio—. Él levanta su rostro hacia mí, mirándome de pie a cabeza, se levanta de su silla, yo retrocedo, él se sienta en la esquina de su escritorio, cruzando sus brazos. —Ahora si ya puedo verte bien, quien iba a decir que Marcos tuviera una hija muy hermosa. —Gracias, patrón. —Te dije que no me digas a sí, llámame por mi nombre, no eres mi empleada. —Así lo haré pa... Alejandro. —Mucho mejor. —Se me acerco, dejándome oler su fragancia deliciosa, me tomo la quijada he hizo que lo viera a los ojos— Sabes que tienes unos preciosos ojos avellana, me gustan. —¿Qué es Avellana? —Un color parecido al oro. Tu boca también es bien tentadora, ese color rojo cereza, —Lo delinea con sus pulgares, mi cuerpo se siente extraño—Te ves bonita, trata de comer todo lo que se te antoje, ya le di órdenes a Toya que no te niegue nada, te puedes retirar. Se alejó de mí, y ahí quede yo como zombi que no me moví, él regresó a su asiento, no me volvió a ver más, como pude camine a la puerta a modo de salir de ahí lo más rápido posible, sentía cosas extrañas en mi cuerpo que ni yo sabía por qué las sentía, solo quería seguir junto a él oliendo su fragancia. —Ahora come tú. —Me dice ella al llegar a la cocina, ahí fue donde salí de mi trance, había tostadas, frutas picadas, jugo de naranja y café, delicioso el aroma a café recién hecho, sin pérdida de tiempo me senté y comencé a comer, estos alimentos no se dan todos los días, como si mañana no fuera a comer, devoré cada cosa que había en la bandeja.  —Come despacio, criatura. —¡¡Está delicioso!! —Dije con la boca llena, mi lengua no hallaba que sabor detectar, todo era delicioso. Al probar el café, fue como tocar un pedazo de cielo, con una rica crema blanca encima, lo saboree, no quería que eso se terminará, la vergüenza era mucha para pedir más, así que trate de que los últimos alimentos los comiera más despacio para poder grabarme cada sabor en mi mente, es algo que deseo que nunca se me olvide.   
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