UNA FRUTA TENTADORA

1543 Words
Alejandro está preocupado por la tardanza del capataz, no ha podido comunicarse con él, más que en el rancho está cayendo una tormenta fuerte, que los árboles se mecen de un lugar a otro, la oscuridad no lo deja ver con claridad a través de la ventana, en eso Toya entra sin tocar, cosa que lo desubica porque esa mujer sabe su temperamento. —Señor, —La mujer entra  a mi estudio corriendo, esta mojada y agitada— La chica. —¿Qué pasa, habla claro? —La joven quedo afuera, un cordero se escapó y ella se fue a buscarlo, la quise detener, pero ella insistió que estaría bien, pero la tormenta se ha intensificado y temo por ella. —¡Maldita sea! —Tiro el habano al piso y salió aprisa del estudio, se puso su impermeable y botas para el lodo, les dijo a tres hombres que lo acompañaran, sacaron tres de sus caballos y se separaron para dar más rápido con ella. Alejandro cabalgó por la parte arboleda de su propiedad, el barro está resbaloso, el caballo a duras penas se mantiene de pie, decide bajarse y amarrar al caballo de un árbol que además protege de la lluvia, no tiene la más mínima idea de a donde esta ella. —Mujer imprudente, aquí es fácil de perderse. Llego a una pendiente y reviso si miraba algo que le indicara que ella estuvo ahí, pero no encontró nada, dio un suspiro de alivio porque por lo menos no cayó de la pendiente. Siguió caminando con dificultad por el viento fuerte y lo resbaloso del camino, en eso se detuvo a pensar. Está a punto de regresar cuando escucha un chillido del cordero, cierra los ojos para escuchar de que dirección viene, ya que el ruido de la tormenta no deja escuchar con claridad. Camina guiándose por el llorar del animal, en eso los ve acurrucados, abajo de un árbol, ella se aferra al animal, al escuchar el estruendo que hace la tormenta, Alejandro logra acercarse, en eso ella lo ve venir hacia ellos, suelta el cordero y corre hacia Alejandro aferrándose a su cintura como si de un salvavidas se tratara. —Tengo miedo. —Busquemos un refugio. —En eso recordó que tiene una cabaña donde guarda la leña, sujeta fuerte a Lucero del brazo, para poder avanzar, en eso se ve asomar la cabaña, al llegar ve que está con llave, saca su arma, pone a la joven detrás de él y le da un tiro certero al candado. Abrió la puerta y entraron de inmediato— Aquí pasaremos la tormenta. Alejandro buscó algo de leña dentro de la cabaña para hacer una fogata, mientras lucero exploraba buscando algo que les sirviera de sabanas y calentarse un poco, en eso encontró unas cortinas viejas, las sacudió y las atrajo a donde Alejandro intenta encender una fogata. —¡Lo hace mal! —Tú puedes hacerlo mejor. —Déjeme le muestro. —Lucero tomo dos pedazos de vara y comenzó a frotarlas hasta que salió humo de ellas y el fuego agarro fuerza, ella lo puso debajo de la leña. —Eres experta haciendo fogatas. —Cocino en hornilla todos los días, digamos que si tengo experiencia. Séquese con estas cortinas, se puede enfermar. —No debería ser yo el que diga eso, aquí la mujer eres tú. —No se preocupe yo estoy acostumbrada, había días que mi madre me dejaba durmiendo afuera y por lo general siempre llovía, al principio me enfermaba, pero se me hizo costumbre, así que estoy bien. Alejandro tomó las cortinas y se quitó la camisa, pensó que la chica pegaría el grito al cielo al verlo desnudo de la cintura para arriba, más sin embargo la chica continúo alimentando el fuego para que no se apagara, no tomándole importancia. —Has visto, hombres desnudos. —¿Por qué pregunta eso? —Ella sigue soplando el fuego, sin inmutarse por su interrogante. —No por nada. —Se sintió estúpido por sus pensamientos lascivo, al ver que la joven no posee malicia. — Tápese bien si no le dará una pulmonía, —Ella se hincó frente a él, acomodándole la cortina alrededor de su cuerpo, sin haber ningún tipo de picardía en sus acciones, él solo la observa como ella está a centímetros de él y su rostro no hay vergüenza ni malicia. —Eres diferente. —¿Como diferente? —A las demás mujeres que conozco. —Eso dice mi papá. "Lucero compórtate como una señorita, si no ningún hombre querrá casarte contigo" —En eso ella se sentó a la par de él abrazando sus propias piernas— Lo único que quiero es tener una vida tranquila, poder estudiar como todas las chicas de mi edad. —¿Por qué tu padre no te paga tus estudios? —Problemas familiares. —Ella se pone de pie sacude su vestido— Sople el fuego para que no se apague le buscaré algo para que pueda dormir. —Siéntate, estoy bien, además no creo poder dormir en estas condiciones. Ella se vuelve acomodar frente al fuego, con su mirada perdida entre las llamas, Alejandro la observa, otro tipo de mujer ya estuviera encima de él seduciéndolo, pero ella simplemente está ahí sentada haciéndole compañía, la verdad que nunca ha estado con una mujer para platicar, sencillamente folla y la despacha. —¿Lucero, te llamas? —Si, así me llamo. —¡Tienes novio, Lucero! —Jajajaja Usted cree que tengo tiempo para andar por el pueblo buscándome uno, la mayor parte del tiempo la paso lavando ajeno hago trabajos de limpieza, o si no ando huyendo de los hombres que mi madre me vende, ella dice que, para darme una vida de rica, como si eso fuera todo en la vida. —¿Tu no quieres ser rica? —Prefiero estudiar y valerme por mí misma, que conseguir un hombre que me dé todo y ser su esclava, algún día saldré de todo esto y cuando ese día llegue ayudaré a mi padre para que descanse.  —Y si ese día nunca llega ¿Qué harás? —No quiero pensar negativamente, soy fuerte solo espero conseguir un buen trabajo y echarle ganas. —charlaron un rato hasta que ella se acomodó en el piso para acostarse. Alejandro se acostó en el piso, ella se acostó al otro lado de la fogata, en eso escucho como ella se quejaba, se sentó y miro como la joven temblaba, se le acercó más y le toco la frente, ella ardía en fiebre. —Te dije que te enfermarías.  —Quiso despertarla, pero la joven deliraba de la fiebre, no le quedo de otra que quitarle la ropa mojada para que entre en calor y tratar la fiebre— Quieres hacerte la fuerte, pero solo eres una mocosa, no te veré como mujer, me mentalizaré que solo eres una mocosa.  La dejo en ropa interior, se rio al ver qué tipo de ropa le ha comprado Toya, pero en sí solo quería desviar su vista a su muy voluptuoso, pechos, donde su mente se negaba a verla como mujer, pero su erección le decía otra cosa. —¡¡Maldición!! Soy un pervertido, estar como estoy en estas condiciones. Pero tu salud está, ante todo. Le quito el sujetador de las gemelas dejándolas libres, Lucero no reaccionaba productor de la fiebre mientras que Alejandro luchaba con sus demonios. Decidió dejarle la tanga porque no quiso arriesgarse a perder el control y terminar haciendo una brutada. Ella temblaba del frío así que la atrajo a su cuerpo abrigándose ambos con las cortinas. —Vamos pequeña, no te muevas mucho, me estás haciendo Sufrir. —¡¡Mm!! No soporto el frío. —Tranquila, ya entrarás en calor. —Alejandro la atrajo a su pecho sintiendo los pechos de ella como queman su piel, pero no de fiebre sino de deseo. Acariciaba la espalda desnuda de ella para calmar su temblor, Lucero se refugia en el cuello de él, sintiendo escalofríos cuando ella respira sobre su cuello. —Me estás atormentando, no sé si soportare toda la noche. Ella es jodidamente tentadora. Ella se aferra más a él al sentir su calor, para poder aliviar el frío intenso que está sintiendo, cada movimiento de ella encima de él es una tortura, porque un dolor intenso se le aloja a él en sus partes íntimas, maldiciendo cuando el dolor se intensificaba. Además, ella poco a poco va recuperando el calor en su cuerpo cuando la fiebre la abandona, Alejandro no tuvo de otra que forzarse a dormir, consiguiéndolo, la lluvia ha pasado y la claridad se comienza a colar por las rajas de la madera, Lucero se despierta desnuda encima de él, quien todavía duerme. Teme despertarlo, ella se siente culpable, porque no recuerda nada, pensó que era sonámbula, ya que sabe que él es una persona respetable, que no se aprovecharía de ella. Busca su ropa trata de vestirse en completo silencio, logrando salir de ahí sin despertarlo. Corre lo más que puede hasta llegar a la hacienda rogando que Alejandro no se diera cuenta de su falta de respeto y trajera problemas a su padre.
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