5. Pequeños detalles

2773 Words
[Andrea] Necesito hablar con mi madre y dejarle claro que no pienso volver a las cenas familiares que organiza todas las semanas, sé que cuando ella debe escoger entre sus amigos de toda la vida y sus hijas, va a escoger a sus amigos… y estos van acompañados de su hijo, Richard, a quien por obvias razones no quiero ver y me tiene sin cuidado que piense que estoy herida por la infidelidad, opino que es el momento de dejar de darle importancia a lo que él piense de mi vida. Tomo el teléfono y llamo a mi mamá, timbra varias veces y cuando voy a colgar, finalmente me contesta. - Aló… aaah hola, hija – me habla como si no hubiera visto quien la llamaba - Hola, mamá. ¿interrumpo? – - No, para nada. Solo estaba revisando el trabajo de la nueva empleada – habla con un tono un poco arrogante y volteo los ojos. - Mamá, solamente llamaba para decirte que no cuenten conmigo para las cenas semanales – le digo con un poco de miedo porque me imagino la reacción que tendrá - ¡¿Qué?!... ¿cómo que no vas a volver? – está exaltada y agradezco estar por teléfono y no en persona – Sabes bien que es una tradición que tenemos las dos familias desde antes de tu nacimiento ¿y ahora me sales con que no piensas volver? – - Lo sé mamá, pero tengo claro que no van a dejar de hacerlo, precisamente porque es una tradición que tienen hace muchos años y por eso es mejor que yo no vuelva – intento decirle de forma racional - ¿Y se puede saber el motivo por el cuál la señorita no piensa regresar? – dice esto con un tono de ironía que me hace sentir incómoda - Simplemente porque no quiero volverle a ver la cara a Richard, tampoco quiero saber nada de él y sé que con sus papás a mi lado me enteraría de todo, aunque no quiera – contesto - ¿Acaso qué pasó con Richardcito? – me interroga preocupada y con cada palabra me cercioro de que le preocupa más lo que le pase a él, que a mí y eso que soy su hija. - Pasó que la semana pasada cuando le llevé la cena a su casa, lo encontré con otra mujer en la cama – le digo enojada - No puede ser, Andrea. Seguro malinterpretaste las cosas… mi niño es incapaz de hacer algo así y menos a ti que se nota que te ama con locura – dice mi madre y mi cara es de decepción y confusión – deja de buscar excusas para terminar tu relación con él – dice y cada vez estoy más atónita. - ¿Sabes qué, mamá?... Contigo no se puede. Mejor hablamos luego cuando razones un poco en lo que te acabo de contar. Adiós – hablo rápido y cuelgo el teléfono, antes de terminar en una pelea con ella, como es costumbre. Aaaaagh, tengo mucha rabia con mi mamá, si así no más se puso porque le conté de la infidelidad de Richard, no me imagino lo que me hubiera dicho de contarle todo lo que le escuché a él hablar con su amante… definitivamente me habría tratado de loca, desquiciada, paranoica y desagradecida. ¿Cómo es posible que una madre no le crea a un hijo?... ese pensamiento se clava en lo más profundo de mi mente y mis ojos se llenan de lágrimas. No quiero llorar, aunque me duela profundamente la actitud de mi mamá, así que decido ir a la cocina a prepararme algo de cenar. Abro la nevera y mientras analizo qué puedo preparar con el poco mercado que tengo, suena mi teléfono y de solo pensar que pueda ser mi madre me dan ganas de ni mirarlo. Deja de sonar y continúo mirando al fondo de la nevera, cuando vuelve a sonar mi celular y esta vez la curiosidad me gana, así que me acerco y al ver que en la pantalla dice “Andrés” me apresuro a contestar. - Hola… ¿en qué momento tu número se guardó en mi teléfono? – le pregunto curiosa ya que todo el día estuve pensando que en todo el tiempo que habíamos estado juntos no habíamos intercambiado números de celular. - Ups… ayer cuando fuiste al baño a alistarte. Te juro que no revisé ni miré nada, solamente guardé mi número, me timbré y ya – me responde apenado y con afán. - Jajajaja, ok. Pues me alegra tener tu número – muerdo mi labio y agradezco que no me esté viendo. - ¿Me extrañaste durante el día? – me dice coqueto y solo me río suavemente – cuéntame algo – - Mmmm, estaba pensando preparar algo de cenar, pero creo que debo hacer mercado – le contesto y nos reímos al tiempo - ¿Quieres que te envíe un domicilio?... me preocupa que te mueras de hambre – dice gracioso - Jajajaja, tranquilo. No es necesario… de hecho no tengo hambre, solo quería distraerme cocinando – le digo con tono calmado - ¿Pasó algo? – me interroga con voz preocupada – no es que me quiera meter en tu vida… solo si me quieres contar. Soy todo oídos – Suspiro y siento que con él puedo abrirme y contarle mis cosas, así que le cuento la conversación que tuve con mi mamá. - Uish, creo que la relación con tu mamá no es la mejor… - me dice con un tono de incomodidad. - Algún día te contaré, pero ahora no quisiera hablar de eso – mi tono es triste y suelto un suspiro. - Mmmm, te propongo un juego… - escucharle esto me hace dar curiosidad. - ¿Qué juego? – pregunto con un poco de coquetería y lo escucho reírse suave al otro lado del teléfono. - Eres terrible… - me dice jocoso – pues lamento decepcionarte, pero el juego que tengo pensado no va por ese lado – hace una pausa que me da un poco de risa – A menos que quieras… - al escucharlo decir eso no puedo evitar ponerme roja. - Era molestando – respondo con tono divertido – Más bien dime cómo es el juego que tenías pensado – es notoria la curiosidad que tengo. - Bueno, pues la idea es seguirnos conociendo, pero la diferencia es que no haremos las típicas preguntas… es que hasta en una entrevista de trabajo las hacen, sino que vamos a conocer pequeños detalles de cada uno, ¿te parece? – está emocionado. - Me parece, aunque no estoy muy segura de qué preguntarte… - le contesto dudosa. - Bueno, entonces te propongo que no lo hagamos hablando por teléfono, sino por chat – me dice y me parece que es una perfecta idea – creo que ya es un poco tarde, es hora de ir a dormir y descansar porque mañana es día laboral. Ten buena noche y sueña conmigo, preciosa – me dice con tono coqueto y suelto una risita. - Descansa tú también, guapo – le respondo de la misma forma – tú empiezas el juego. Chao – y sin pensarlo le mando un beso y de la pena cuelgo rápidamente la llamada. ¡Ay! ¿Qué es lo que me pasa con este hombre? Saca facetas de mí que ni yo conocía… jamás había sido coqueta y con él no puedo evitar andar haciendo comentarios, mordiéndome el labio, mirándolo de reojo con picardía… No sé, es raro, pero me siento genial. Me alisto para meterme a la cama y antes de quedar dormida llega un mensaje de Andrés a mi celular “¿Qué canción te hace sentir muy feliz?”, sonrío al ver que ya empezó el juego y le contesto “Me gusta mucho Happy de Pharrel Williams”, envío el mensaje y me acomodo para dormir, pero de nuevo suena mi teléfono anunciando otro mensaje y esta vez es un corto video de él cantando la canción, con esta de fondo, el enlace y un mensaje, “después de asustarte con mi voz, debes escuchar tu canción y quiero que te vayas a dormir feliz. Descansa… mañana continuamos”; repito el video como tres veces y realmente no pienso que tenga mala voz, así que no me asustó… escucho la canción y me duermo con una sonrisa en mi cara no precisamente por la canción, sino por el mensaje y la intención de Andrés. Despertar con una sonrisa en mi cara por culpa de un hombre, es algo que nunca me había sucedido y en algún momento de la vida creí que sentirme tan “normal” con Richard estaba bien. Tomo mi celular y al ver que son las 9:30 de la mañana, imagino que Andrés ya se encuentra en su oficina, por lo que dudo un poco en si debería enviarle un mensaje… al final me decido “Buenos días, guapo. Espero que hayas tenido una noche tan feliz como fue la mía. Espero que tengas un excelente día de trabajo y me pienses de vez en cuando… por cierto ¿cuál es tu color favorito?”, envío el mensaje y me levanto a preparar algo de desayuno. Cuando regreso a mi habitación para bañarme y arreglarme porque debo ir de compras o no tendré comida para preparar mi almuerzo, veo mi celular con un mensaje sin leer “Buenos días, preciosa. Me alegra mucho que tuviste una noche feliz y para mí es imposible no haberla tenido si fuiste la última persona con la que hablé y tu imagen me acompañó mientras conciliaba el sueño… y no pienso en ti de vez en cuando, pienso en ti todo el tiempo”, leer ese mensaje me hizo sentir un calor por todo mi cuerpo y mordí mi dedo pulgar con un poco de ansiedad. Tengo miedo de que las cosas estén yendo muy rápido entre nosotros y mi mayor temor es que yo caiga en un engaño de mi mente por estar viviendo cosas que nunca había experimentado y que tal vez las esté interpretando de forma errónea. Pensar en él y ver la forma en la que me trata y como me escribe, me hace querer arrojarme a sus brazos y decirle que es mi hombre perfecto, pero inmediatamente hay una cosa que en el fondo me dice que me calme, que solamente nos conocemos hace cuatro días y que, si las cosas no se dieron con alguien que conozco de siempre, muy posible que no se den con una persona totalmente nueva. Estoy absorta en mis pensamientos y llega un mensaje a mi celular “se me olvidaba decirte que mi color favorito es el verde esmeralda . Por cierto, ¿cuál es el tuyo?“ “A mí me encanta el lila” Supongo que se ocupó porque no respondió nada y yo también dediqué a hacer mis cosas, salí a hacer mis compras… el día estaba perfecto para caminar ya que no había amenaza de lluvia y el sol que hacía no era muy fuerte, pero sí hacía ver el paisaje muy alegre. Nunca me había sentido tan tranquila y en paz, en toda mi vida. En la tarde quise ponerme a pintar, pero al estar frente al lienzo no sabía qué hacer, entonces me dejé llevar y cuando menos me di cuenta estaba haciendo un rostro y me impresionó el detalle con el que lo pintaba sin tener una imagen de guía… ahí estaba el rostro de Andrés tal cuál se había grabado en mi mente. De nuevo suena mi celular, pero esta vez es una llamada de él - Hola, preciosa. ¿si me pensaste hoy? – ese tono coqueto que usa cuando me habla hace que mis mejillas se acaloren y tomen una tonalidad rojiza. - Hola, guapo. Te pensé un poco – me río y no puedo evitar recordar que su recuerdo me acompañó durante todo el día. - Te llamo porque quería escuchar tu voz y aunque sé que dije que jugáramos por mensajes, creo que no voy a ser capaz – estamos por teléfono, pero es como si lo viera guiñándome el ojo cuando dice estas cosas. - Me parece bien, pero entonces hagamos un cambio en la dinámica… hacemos una pregunta, pero los dos la contestamos y así sabemos las mismas cosas el uno del otro. ¿te parece? – - Sí me parece – contesta emocionado – según eso y para que estemos a mano yo te debo mi canción feliz – y ahí está de nuevo ese tono coqueto. - Ahora que lo mencionas, creo que sí – - Bueno… pues mi canción feliz es “On top of the world” de Imagine Dragons- sonrío porque es una buena canción que también me gusta mucho. No me aguanto la tentación y le envío un video mío de hace varios meses atrás, donde estaba con mis amigas haciendo karaoke en casa y yo cantaba su canción. Cuando le llegó el mensaje me dejó en pausa un momento mientras lo veía y cuando volvió estaba muerto de risa. - Creo que esta vez el asustado fui yo – no pude evitar reírme con él porque soy consciente que no tengo buena voz en absoluto – mentiras… gracias por la confianza, preciosa. Seguimos haciéndonos preguntas. Me enteré de que cuando pequeño tuvo un perrito llamado Max y fue su mejor amigo hasta que falleció de viejito y nunca más fue capaz de tener otra mascota, aunque es un amante de los animales; por mi parte le dije que siempre quise una mascota, pero mis papás jamás me dejaron y era un tema que ni se podía tocar en casa. Sentí mi corazón romperse… bueno, no es para tanto, pero sí fue un poco doloroso saber que no le gusta el chocolate, en cambio yo lo amo, de hecho, cuando me lo contó no pude evitar soltar un grito preguntándole ¡¿Cómo es posible que no te guste el chocolate?! A lo que él simplemente me respondió con una risa un poco estruendosa que se me contagió. En ese momento sonó el timbre de mi apartamento, lo que se me hizo raro porque no esperaba a nadie. - Ya te devuelvo la llamada, es que están timbrando – - No, tranquila. No es necesario que me cuelgues, yo espero acá en la línea – tenía un tono de voz un poco ansioso, pero se notaba que quería parecer despreocupado. - Está bien, ya regreso – Al abrir la puerta me encuentro con el vigilante que está cargando una matera lila con unas orquídeas hermosas. - Señorita Andrea, acá le trajeron esto – me lo entrega y nos despedimos. Reviso la tarjeta y dice “Para la más preciosa”. No puedo evitar emocionarme mucho y corro a coger de nuevo el teléfono - Pero, ¿cómo? – le pregunto a Andrés - Supe que te encantan las orquídeas porque vi los pequeños cuadros que tienes en la entrada de tu apartamento y lo único que necesitaba confirmar era tu color favorito. Espero te haya gustado la sorpresa – - ¡Me encantó! Está simplemente hermoso – digo muy emocionada – nunca nadie había sido tan detallista y me había dado un regalo tan especial. ¡Gracias! – colgué sin decir nada e inmediatamente cambié la llamada a una videollamada. Hice algunas poses frente a la cámara mostrando mi regalo y lo feliz que estaba y al final entre los dos buscamos el lugar indicado para poner mi nueva y hermosa planta.
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