Tengo calor, mucho calor. Estoy sudando y eso es algo muy extraño, dado que estamos casi en diciembre y la temperatura es helada. Abro los ojos por un instante y me doy cuenta que un cuerpo enorme me envuelve debajo de una manta de lana. Me giro hacia la izquierda y veo que se trata de Thomas. No sé a qué hora entró en la carpa, pero luego de su desaire en el bosque decidí alejarme un poco, me duele no ser correspondida, a pesar de lo bien que nos llevamos y de cómo la pasamos juntos. La claridad de afuera se cuela dentro de la carpa y eso me hace saber que ya es de día. Necesito salir de aquí, quiero salir de aquí a tomar aire y cambiarme este tonto vestido por algo más cómodo. Intento levantar su pesado brazo de encima de mí, pero no lo logro. –¿A dónde crees que vas? – pregunta aún