Llegar a casa fue horrible y frustrante. escuché los llantos de mi hijo desde que dejé el ascensor. – Me voy, gracias por llamar – levanto a mi hijo en brazos y lo acuno entre ellos un momento, sintiéndolo hirviendo. Estiro la mano para recibir su bolsito, pero Georgia me lo impide, poniéndoselo sobre su hombro. – Te acompañaremos – asiento. No es momento para discutir mierda sobre si es su asunto o no. – El taxi espera – y con eso, las tres salimos corriendo y nos montamos en él, que comienza a manejar con rapidez hacia el primer hospital que le aparezca por al frente. Juntas entramos a emergencias y de inmediato me acerco a una enfermera. – Mi hijo tiene fiebre cuarenta – le digo con apuro. – Ya le dimos jarabe hace varios minutos, pero en lugar de bajarse se le subió, tampoco dej