Fernando está hecho una furia. No pudo dormir anoche por esperar a Alejandro, quien no llegó a casa. Por poco y nos da un infarto a los dos por la preocupación, y solo pudimos descansar hace unos minutos, cuando Nicolás nos llamó a decirnos que ya había encontrado a Alejandro sano y salvo, pero que este pidió que lo llevara a donde Gustavo, a sabiendas de que Fernando le daría el regaño de su vida. —No me dio problemas antes, y me vino a dar problemas ahora, en su último semestre de universidad —dice Fernando, muy enojado, mientras intentamos desayunar —. Lo mataré. —¿Y no qué tú eras igual en tu época de universitario? —le recuerdo, y él suelta un bufido. —Yo al menos llegaba a casa, pero mirá al Alejandro —sus manos están hechas puños —. Lo echaré de casa, a ver si así se ajuicia.