Narra Carlos Estoy soñando. Sé que es un sueño, ya que soy plenamente consciente de que Salomón está muerto, pero me permito disfrutar el sueño, ya que son pocas las veces que me sueño con él. Tras un largo día ejerciendo como abogado —cosa que en la vida real no haría —, llego a casa, en donde veo a Salomón en la cocina preparando la cena, mientras que nuestro hijo mayor, Carlos Julián, de siete años, está armando un gran rompecabezas en la sala, y nuestra hija, Salomé, de tres añitos, está corriendo por toda la casa. En ese pequeño universo que mi mente se inventó, Salomón y yo sobrevivimos a la misión en el Amazonas, renunciamos al ejército, nos casamos y tuvimos a nuestros dos pequeños retoños, y nos estamos decidiendo si tenemos uno más, pero, de ser así, tendremos que cambiarno