En pro de un sueño egoísta, los crímenes se vuelven justificables, las vidas despreciables y los sentimientos ajenos inútiles.
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Las campanas sonaron, la ceremonia de purificación estaba completa y eso solo significaba una cosa, Marjory estaba en el templo, en un sitio donde no podía alcanzarla.
Los hombres de Tiara se mezclaron con los hombres y mujeres que le daban la bienvenida a la ceremonia de purificación, pero la audiencia de ese año era mayor que en cualquier otro.
En todo el reino y los sitios a donde la ceremonia llegaba, los árboles florecían y el reino se colmaba de dicha bajo el poder de la Santa.
Entre los invitados, un grupo resaltaba, las mujeres vestidas de blanco, todas con velos.
Una nueva tradición impuesta por la Condesa Sheridan.
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En la oscura y silenciosa habitación, los pasos del Marqués Quiral resonaron con más fuerza – todas las sanadoras han sido identificadas, la señorita Sheridan no se encontraba entre ellas – comenzó a leer – el General Sigfred no ha sido visto desde que dejó el castillo y la Condesa Bianca Silas se encuentra en la mansión del Duque Bastián acompañando a la Santa, ha sido vista en todo momento.
La mirada de Alexis era la de un hombre sin vida.
– Barbara sigue desaparecida – las manos del Marqués se apretaron – no hemos encontrado su cuerpo, se presume que debe estar con la señorita Sheridan y si ese es el caso, estoy seguro que la protegerá.
Para eso necesitaba estar con vida.
– Por el momento considero que lo mejor es regresar a Tiara.
Alexis levantó la vista hacia el Marqués mirándolo con odio.
– Lo que quiero decir majestad, es que no la dejarán salir mientras usted esté en el reino, si se aleja, tal vez tengamos una oportunidad – se humedeció los labios – y si se tomará un minuto para razonarlo, yo no tendría que decirlo.
Alexis jamás se consideró un hombre de sangre caliente, todos sus pasos, desde su presencia en la ceremonia de purificación el año pasado, todo fue estrictamente pensado por adelantado, siempre encaminado a un fin en el que él era el vencedor.
Excepto por ella.
Siempre que Marjory estaba involucrada se equivocaba, arriesgó mucho solicitando una sanadora, gastó espías para conocerla, corrió riesgos para cubrir la marca de su frente y le ocultó que era la Santa.
Todos los errores que cometía, eran con la persona más importante.
– Majestad, considérelo por un momento, quizá ella decidió irse.
Alexis comenzó a reír.
– Majestad.
– Ni siquiera tengo ganas de matarte.
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Bela Sheridan volvió de la ceremonia de purificación con su gran vestido blanco y sola, el hombre que debía acompañarla no estaba a su lado como tampoco lo estuvo durante la ceremonia.
El año anterior el rey de Tiara ingresó al templo y dos hombres se interpusieron para que ella no recibiera ofensas, en ese año el mismo rey de Tiara entró al templo y la sujetó sin que una sola persona la defendiera.
– Llegas tarde, ya te había dicho que volvieras después de la misa para que Victoria no se quede sola – dijo Arturo sin voltear a verla.
Bela se mordió el labio – todavía soy tu esposa.
Por meses, su amado esposo pasó todo su tiempo indagando sobre una familia que secuestraba vagabundos en su territorio y saber eso, era igual a escuchar que para su esposo un grupo de desvalidos sin hogar ni beneficio a la sociedad eran más importantes que ella.
Rompía su corazón y sus ojos se llenaron de lágrimas, las promesas hechas a la diosa le exigían al hombre cuidar y proteger a su esposa, no ignorarla y maltratarla, al subir la mirada descubrió que su esposo no la miraba con cariño ni corría a limpiar sus lágrimas.
Arturo resopló – estaré en mi oficina, cuando venga tu madre salúdala de mi parte y recuérdale dónde está la puerta.
Bela permaneció de pie y en silencio sin entender lo que le pasaba y a diferencia de otros años, pasó la tarde del día de la ceremonia recostada en cama, llorando.
– No es bueno que llores, mi cielo, tienes que recuperarte – le dijo la condesa Bianca Silas de Sheridan.
– ¿De qué forma? – se quejó Bela – mi esposo no quiere ni hablar conmigo, la última vez que tuvimos una conversación completa, dijo que Victoria no era hija suya, pasa todo el tiempo con su hermana y ella me odia, siempre me odió, estoy segura de que le está diciendo cosas horribles sobre mi y Arturo las cree – lloró amargamente – ¿por qué es tan malo conmigo?
Bianca lamentó haber estado ocupada esos últimos meses, a causa de sus distracciones desconocía lo que estaba pasando con su hija y por culpa del Duque Bastián ella no estuvo ahí durante el nacimiento de su nieta.
Victoria Bastián, la niña de ojos azules.
Siempre supo que sería más difícil en la siguiente generación, pero no imposible, necesitaba tiempo, en cierta forma fue bueno que la hija de Bela fuera una niña porque Marjory no estaba embarazada y el idiota de Tristán se negaba a hacer algo tan simple como violarla.
Para tener a la siguiente generación, hacían falta muchas maquinaciones.
Y una de ellas, dependía de que Bela tuviera otra hija, una con el color correcto de ojos.
Hablo suavemente – todo cambiará, te lo prometo, tú eres la Santa y la ira de la diosa Ameritia caerá sobre aquellos que te perjudiquen.
– Los odio – chilló Bela – quiero que paguen.
Bianca la abrazó y se lamentó por el Duque Bastián que había resultado ser un hombre tan poco fiable – yo lo arreglaré, hasta entonces debes aguantar y volver al ducado.
– ¿Qué?, pero ya he estado meses encerrada.
– Tienes que cuidar de tu hija.
– Para eso están las criadas, me he perdido todas las fiestas, necesito organizar un baile o asistir a un evento del templo, todos deben verme.
Bianca endureció su tono – no es el momento, debes esperar.
– ¿Por qué?
– Porque yo lo digo – alzó la voz.
Bela retrocedió sorprendida del tono que su madre usó con ella.
– Lo estoy haciendo por tu bien, ve al ducado y te enviaré una carta cuando sea seguro volver, hasta entonces.
– ¿Por qué no tuviste más hijos?
La pregunta de Bela vino de la nada y tomó a Bianca por sorpresa.
– Tuviste a Marjory y después llegué yo, una vez le pregunté a papá y él dijo que nosotras dos éramos un reto y que no deseaban más hijos, pero siempre me lo pregunté, ¿por qué no los tuviste?
– No es importante.
– Lo es para mí, lamento que Marjory sea decepcionante, pero yo no soy tu hija, no puedes desquitar tu sentido de control conmigo, soy la Santa.
Bianca no pudo creer lo que su hija acababa de decir.
– Iré a reunirme con Jazmín – dio la vuelta y su brazo fue sujetado con fuerza para ser devuelta al sillón – suéltame.
– Aprenderás que es por tu bien, el Duque mantendrá la casa sellada, diremos que estás con tu hija, ella te necesita.
– No la quiero – gritó – no es la siguiente Santa.
El cuerpo de Bianca se estremeció y antes de poder detenerse golpeó a Bela en el rostro, era de esa forma en cada generación, la Santa era la que recibía toda la atención y los otros hijos eran ignorados, nacían para ser remplazos, degradados a las sombras de la inmensa luz que la Santa desprendía.
Aquellos que se conformaban con las sobras del amor de una madre que solo tenía ojos para la favorita.
La Santa.
Bela la fulminó con la mirada – ¡me golpeaste!
– Hice lo que debía hacer como tu madre, harás lo que te digo, por tu propio bien – enfatizó.
Bela comenzó a gritar para desquitar su coraje – no pueden encerrarme, todos ustedes – lanzó contra la pared todos los objetos que estuvieron a su alcance – lo pagarán, la diosa los hará pagar.
Bianca dejó la mansión del Duque Bastián con las manos apretadas y un sentimiento atorado en el pecho.
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Unos días después de la ceremonia, Lucia vio la luz del sol a través de la puerta del carruaje.
– Llegamos, alteza.
Llamarla ¡alteza!, era una burla, se levantó todavía con el vestido que llevó al banquete y dejó el carruaje, necesitaba refrescarse, comer y dormir en una cama, le dolían todas las articulaciones, tenía hambre, frío y por el viaje apresurado no pudo bañarse en varios días.
Ni siquiera cuando viajó a la frontera pasó por un viaje tan malo.
Al levantar la mirada notó la mansión oculta en lo profundo del bosque, era de dos pisos, de un tamaño bastante pequeño en comparación con su antiguo hogar, pero con un gran jardín que incluía un establo y una barda con un portón alto.
Y una docena de vigías.
Tendría privacidad, eso era seguro – mi nueva prisión, alguien dígale al mayordomo que tengo un estándar mínimo o consideraré el s******o.
La respuesta del soldado fue una mirada de disgusto – esto fue lo mejor que su alteza pudo conseguir, debería agradecerlo.
Él dijo ¡alteza!, no ¡majestad!
El hombre que la secuestró del banquete no fue el rey Primus Daigo, sino su hijo, el príncipe William Daigo.
Su ex prometido.
Lucia sonrió al pensar en el destino que le esperaba y esa sonrisa se transformó en una mueca, no planeaba quedarse en ese lugar por mucho tiempo.