Lo bueno de volar en primera clase y junto a Pablo Alborán, es que te atienden como una reina. Champagne, menú completo, en fin... pura comodidad. Estoy disfrutando de mi comida cuando siento su mirada en mí. Volteo para verlo y con mi mirada le pregunto que le sucede.
-Me quede pensando en lo que le dijiste a Natalia el otro día. Dice de la nada.
-¿En que? Pregunto y estoy totalmente confundida.
Este hombre sale con conversaciones extrañas en el momento menos esperado.
-En eso de que no tienes novio por tu agenda de vida. Me dice y prácticamente lo fusilo con la mirada.
-Pablo, no sé a qué viene todo esto... pero, creo que no te tendría que contar nada de mi vida personal. Le explico intentando ser amable.
-Solo intento conversar contigo. Es que pasaremos tanto tiempo juntos que no creo que solo debamos hablar de la promoción y de mi música. No pretendo que seamos amigos, pero quizás sí que nos llevemos mejor. Me dice mirándome como si fuese un niño pequeño.
-De acuerdo. Conversaremos de otras cosas que no sean trabajo, pero no de nuestra vida sentimental. Le aclaro.
-Vale, acepto el trato. Dice y estrecha mi mano.
De alguna extraña manera, logramos comenzar a hablar como dos personas civilizadas y nos contamos como éramos de niños, como fue que terminamos haciendo lo que hacemos profesionalmente, y hasta un poco de mi familia. La suya suena bastante interesante, en cambio la mía es pequeña; tengo un solo hermano, quien es el padre de la luz de mis ojos. Todos viven en Francia. Podemos decir que eso es lo único que tenemos en común; familias descendientes de franceses.
Me está contando de su perro Terral, cuando debo dejarlo conversando solo. Me quito el cinturón de seguridad y salgo corriendo hacia el lavatorio bajo su atenta mirada. Y ahí van el pollo parmesano... Pienso mientras me reincorporo. Llevaba razón Pablo, debí de haber cenado antes. Fueron muchas horas sin comer nada y ahora comí todo eso y con champagne incluida. Me arreglo un poco, enjuago mi boca, y salgo del lavatorio para regresar a mi asiento.
-¿Te encuentras bien? Me pregunta algo preocupado.
-Llevabas razón, debí de haber comido algo antes de subir al avión. Le explico y alejo la copa de champagne de mí.
-Te dije que te veías cansada. Dice como regañándome.
-Vale, no me regañes. Le digo riéndome por primera vez en este viaje. -Es que con todo el trajín de estos días no he estado ni alimentándome bien.
-Ahora en Buenos Aires te comes un buen asado y se pasa todo, ya verás. Me dice entusiasmado.
-Claro, si es que tenemos tiempo...
-Haremos un hueco en la agenda. Me dice serio y ya me di cuenta de que con él no se puede jugar cuando se trata de comer.
-¡Glotón! Le digo partiéndome de risa.
-Para que te digo que no, si es cierto. Dice poniendo cara de niño bueno.
-Bueno sígueme contando de tu perro. Le digo y ahí es cuando se le iluminan los ojos como si estuviese hablando de música. Realmente ama a ese canino.
[...]
-Alexia, hemos llegado. Le escucho decirme y lentamente abro mis ojos.
Miro a mi alrededor y están todos ya bajando del avión.
-Discúlpame, me he quedado profundamente dormida. Digo avergonzada y me pongo de pie.
-Tranquila...
Después de tomar nuestro equipaje de mano, bajamos del avión y comenzamos a caminar hacia la salida. Coloco mi móvil en modo normal nuevamente, y lo primero que recibo es un mensaje de la gente de Warner Argentina diciéndome que hay muchísimas fans esperándolo.
-Pablo, dame tu mochila. Le digo amablemente y el no entiende nada.
-¿Qué sucede?
-Me avisan que hay muchas fans afuera esperándote. Encárgate de ellas y yo llevo tu mochila y busco nuestro equipaje. Le explico.
-Vale, gracias. Dice sonriente y me entrega su mochila.
Busco las maletas, y al acercarme a la salida, puedo escuchar los gritos desde el otro lado de la puerta de cristal. Me quedo unos pasos más atrás de el y lo observo como corre hacia ellas como un niño pequeño. Es increíble la locura que se ha desatado. Al cruzar la puerta, me doy cuenta de la cantidad de gente que hay. Tomo mi móvil y comienzo a tomarle fotos de este momento.
Ha tomado un poco más de media hora en que él pueda salir de la locura que se ha formado, pero se lo ve feliz. Cansado, pero feliz.
-¿Vamos? Pregunto al notar lo eufórico que esta.
-No se si pueda dormir. Dice riéndose. -¡Esto es una pasada! Exclama y se da vuelta para lanzarle besos a sus fans antes de terminar de salir del aeropuerto.
-Debes intentarlo. Mañana tienes entrevistas temprano. Le digo mientras suben las maletas a la furgoneta.
-No voy a poder... el jetlag y la euforia que siento hará todo muy complicado.
-Tomate algo, pero por favor duerme. Le digo como si fuese su mamá.
-El rie y luego se queda mirando por el cristal de la furgoneta.
Finalmente llegamos al hotel y solo puedo agradecer que sea hora de descansar. Una vez que hacemos el check in, subimos al piso 22 donde están nuestras habitaciones y acordamos de golpear mi puerta a las 7 de la mañana.
-Que descanses. Me dice y por primera vez en estas cuatro semanas que llevamos trabajando juntos, nos saludamos con un beso en la mejilla como dos personas civilizadas.
Es claro que la euforia de estar con sus fans, lo ha afectado bastante.
-Descansa tu también, y por favor duerme. Le repito.
-Lo mismo digo... Duerme que necesito a mi publicista cien por ciento bien. Dice y va hacia su habitación.
No es necesario que me lo diga. Al entrar al cuarto me doy prisa para cambiarme, cepillarme los dientes, y desmaquillarme, para luego prácticamente tirarme sobre la cama y descansar para el día que nos espera mañana.