Jennifer, estaba impresionada que Henry tuviese su propio jet privado y que viajarian a la Isla de Santorini. Pensé que por el nombre quedaba en Italia, pues me equivoqué queda en Grecia. Por mi hermosa cabeza nunca pensé conocer Italia y mucho menos Grecia. Fue un viaje espectacular. Cuando llegamos al aeropuerto Internacional de Santorini, nos recibieron un par de hombres vestidos de n***o, tomaron nuestras maletas y nos montamos en una limusina y nos llevaron a un hotel llamado Santo Mine Oia Suites. Me quedé en el hobby del hotel, mientras Henry estaba en la recepción. Tanta belleza me tenía impresionada, me sentía como en sueño, se imaginaba vivir toda su vida con este hombre y el bebé sería asombroso. En ese momento Henry, la toma del brazo y la saco de sus pensamientos.
—Vamos. Entramos al ascensor. Que nos condujo a una Suite.
—¿Nos vamos a quedar juntos?. Preguntó Jennifer con asombro.
—No, ahí está tú habitación, apuntando con la misma y giró la cabeza y aquí está la mía.—Cambiate, ponte algo ligero y haz un bolso de mano con lo necesario que vamos a salir. ¿Al menos que te encuentres cansadas?
—Me encuentro bien.
—Te espero en el hobby. Y salió de la habitación. Le di recorrido rápido y está mucho más grande que el apartamento que tenía arrendando. Rápidamente hizo su bolso y salió rumbo al hobby, no quería hacer esperar a Henry.
Del hotel nos trasladamos al Puerto de Fira. Allí nos encontramos con varios barcos y yates atrasados. Enseguida nos subieron a un yate.
—Bienvenida a bordo. Dijo Henry con una hermosa sonrisa.
—Gracias.
—¿Te gusta?
—Es hermoso.
—No tengo mucho tiempo con él.
—¿Este yate es tuyo?. Preguntó asombrada.
—Si. Jennifer pensó "Nunca terminaré de conocer a este hombre".
Almorzaron en el yate. Luego atracaron en una isla, bajaron pasearon por la tibia arena, caminando muy cerca uno del otro. Llegaron a especie de unas cabañas. Allí tomaron algo llamado Pozol, hecho de café y maíz, muy rica y refrescante. Nosotros recostamos en unas sillas playeras. Henry se quedó sentado mientras Jennifer caminaba por la arena. Se veía tan sexy con su traje de baño de piezas y de varios colores, que hacia que sus piernas se vieran más blancas, sus caderas ya se veían más anchas por el embarazo y su dejaba al aire su abultado vientre. Distraída Jennifer se metió dentro del agua, sumergida por tanta belleza
—Jennifer, tan adentro no. El grito de Henry, la hizo que aterrizará y se dió cuenta que estaba muy alejada de la orilla. Le dedicó una sonrisa. Fue un momento mágico aquella imagen, parecía sacada de una revista.
—Estoy bien.
—Regresa, por favor. Cuando se dió la vuelta para caminar hacia la orilla, cuando viniste una ola y la envolvió, de tal manera que la sumergió y de repente sintió que la levantaban.
—Te estoy diciendo que tengas cuidado.
—Disculpa. Con una sonrisa inocente, que Henry deseó posar sus labios sobre los de ella. Jennifer al contrario agradecía la preocupación por ella y recordó que no era por ella sino por él bebé, sin embargo no me importaba ella cada día estaba más enamorada. La abrazo y la ayudó a salir del agua.
Se dirigieron al hotel. Allí se cambiaron y se dirigieron al comedor. Jennifer, moría de hambre. Henry pidió una botella de vino muy bajó en alcohol y el mesonero les recomendó: Moussaka, es un pastel relleno de carne y vegetale. Fue una exquisita. Luego se fueron a pasear por el jardín. Pasearon por un rato, luego subieron a la habitación. Henry le dió un beso en la frente y le dijo que se fuera a descansar, un poco desilucionada espero que Henry compartieras su habitación pero no fue así.
Jennifer no podía dormir, así que bajo hacia el jardín donde estaba piscina con intención de nadar bajo la luna, pero cuál fue su sorpresa. Allí estaba Henry dentro de la piscina nadando, ella se acercó lentamente y él la vió acercarse y le tendió su mano para que entrara en la piscina con él, entró y nadaron juntos. Henry con deseo loco de hacerle el amor bajo la luna. Y ella esperaba con ansias que él la abrazara. Hasta que el le dijo.
—Tienes que descansar. Hoy a sido un día fuerte para una mujer embarazada.
Al día siguiente, Jennifer bajo al gym, hizo un poco de ejercicio, cuando estaba a punto de salir le cayo un temblor en las piernas, penso que se iba a caer, cuando alguien la sostuvo, gracias a Dios el entrenador se encontraba cerca. Llamaron a Henry, que llegó enseguida. Pero ya él malestar había pasado.
—¿Que te paso?
—Jajajaj. Me cayó un temblor en las piernas. Me siento como si fuera gelatina. Sin pensarlo, le pasó un brazo por encima de los hombros y le besó la sien.
—Apóyate en mí. —Vamos para el yate
Mientras recorrían el mar. Henry le estaba contando un poco sobre la Isla Santorini. Diciéndole que estaba conformada por cinco islas y después de una gran erupción de un volcán hace miles de años de formó el archipiélago sobreviviendo el Mar Egeo. Jennifer fascinada con la historia y entretenida observando la cristalina agua. Henry le tomó unas fotos, para el futuro álbum familiar del bebé. Atracaron en la Isla de Paros, visitaron el templo de Ekatontapiliani, también fueron al parque natural. Allí hicieron unas compras y almorzaron. Gracias al viaje Jennifer ya no estaba tan arisca, se mostraba más abierta. Henry decidió quedarse en la isla. Se dirigieron al hotel, la habitación era como una villa en miniatura a pie de playa, con una espaciosa sala de estar, una gigantesca cocina y dos dormitorios conectados por una puerta. Una vez dentro, Henry cerró la puerta y entró en su cuarto. Jennifer, pensó en aquella puerta durante mucho tiempo mientras se duchaba; tenía la sensación de que significaba algo. Estaba allí para ser utilizada, pero estaba cerrada. Y cuando terminó, se quedó mirándola fijamente, absorta en sus pensamientos. Eran amigos, ésas habían sido sus palabras. Y él se había esforzado más de la cuenta. Se levantó y abrió la puerta de par en par. Cuando Henry, salió del cuarto de baño, vio la puerta abierta y su corazón dio un vuelco. Te amo, aulló su corazón. Media hora más tarde, acababa de cerrar los ojos cuando escuchó un sonido. Se giró en la cama y vio a Jennifer, de pie en el marco de la puerta que conectaba las habitaciones, con una pijama azul.
—¿Pasa algo?. Henry se incorporó al instante.
—Si. Respondió ella con timidamente. —No puedo dormir. Henry volvió a recostarse y tensó todos los músculos cuando Jennifer, se subió a la cama y se acostó de lado junto a él, apoyando su peso sobre los codos.
—¿Podemos hablar? Henry, se relajó y se puso de lado para ver su rostro.
—Claro. Dijo suspirando. Jennifer, luchó contra el anhelo que se apoderaba de ella.
—Gracias por esto. Este viaje a sido increíble. Su rostro se iluminó y Henry se alegró de haber pensado en ello.
—No hay de qué. Debes dormir por el bebé.
—Lo intentare. Él sonrió y la miró a los ojos, tan grandes y vivaces. Parecía relajada y descansada. En ese momento Henry emitió un bostezo.
—¿Tienes sueño? Me puedo ir si...- hizo un movimiento y él agarró su muñeca.
—Quédate. Ella se volvió a acomodar, tomando una respiración profunda. —¿Cuáles son tus planes después del bebé?-. Le preguntó. Henyno podía apartar la mirada de su rostro.
—Esperaré a que el bebé esté aquí para plantearme nuevos objetivos.
—Me parece bien. ¿ Y cuál es tu próximo objetivo?.
—De momento, no tengo nada planteado.
—¡Ah!.
—Como voy a estar económicamente bien durante los próximos dos años, voy a centrarme únicamente en el programa y a estudiar. Y tal vez invierta.
—Deberías.
—Sí.
—Puedo ayudarte a conseguirte el mejor asesor financiero del país. Trabaja para mí.
—Claro que si. Bromeó ella, con una sonrisa. —Suena genial.
—¿Te puedo hacerte una pregunta personal? Jennifer, sintió un poco de miedo, pero no podía decirle que no.
—Por supuesto.
—¿Cómo fue tu niñez ?. Jennifer, hizo una mueca.
—Me imagino que normal. Tuve suerte en muchas cosas, aunque tuve que luchar mucho para llegar a donde estoy. Pero fui una niña feliz; no sabía lo que me estaba perdiendo. —¿Y la tuya? Henry permaneció en silencio durante un rato, con la mirada recorriendo los ángulos de su cara, sus labios, sus ojos.
—Muy cómoda. Muy… fácil, se podría decir. Pero quería algo más que lujo. Quería poder..
—¿Eres un rebelde? Él sonrió.
—¿Tú no? Jennifer, lanzó una risotada.
—Creo que tenemos mucho en común. Le dijo, con los ojos cargados de sueño, mientras hundía la mejilla en la almohada para estar más cómoda.
—Sí, es cierto. Admiro todo de ti. Durante el siguiente minuto, yacieron en silencio mirándose mutuamente. Y entonces Jennifer, sonrió.
—Será mejor que me vaya. Tengo sueño. Henry, la tomo del brazo. —Quédate. Duerme aquí. Jennifer, sabía que no lo decía de una forma íntima. Sólo quería que aquel momento se prolongara, y ella también. Cerró los ojos sin decir palabra y sintió su mano acariciándole el antebrazo. Sintió un cosquilleo que le subía por el brazo y le calentaba el vientre, y se acercó más a él, medio despierta, hasta que rozó su hombro con los dedos, y se quedó dormida.