Henry se alegró f de haber aceptado ver película con Jennifer, no sabía porque que, pero a le gustaba estar cerca de ella. La miraba con disimulo, mientras ella mordía un pedazo de manzana, completamente concentrada en la película. En su interior, se libraba una enorme batalla. Deseaba seguir mirándola cuando la luz de la pantalla iluminaba su rostro, acentuando sus pronunciados pómulos, pero, al mismo tiempo, quería observar su vientre, le encantaba ver cómo Jennifer, acariciaba su vientre, lo hacía de una manera involuntaria, era un gesto impensado. Lo hacía cada pocos minutos, amorosamente, como si se hubiese acostumbrado a hacerlo cuando él no estaba y ya fuera una costumbre. Su corazón le daba un vuelco de emoción cada vez que veía aquel gesto. Y le dolía no poder acercarse y hacer lo propio. Se pasó un buen tiempo comiéndosela con los ojos, para luego dejar que su mirada paseara por todo su cuerpo. Sus pechos hinchados, su curvilínea figura tan sexy y atractiva, y su delicada piel. Estaba deseando que le empezará a creer el vientre, aunque no podría tocarla; aunque no podría sentir su piel bajo las manos ni sus carnosos labios sobre los suyos. Su deseo era constante, y estar tan cerca de ella era peligroso para su control. Siempre se había enorgullecido de su autocontrol, pero ahora se tambaleaba. Decidió volver a trabajar hasta tarde. Pero no conseguiría permanecer alejado de ella. Esperaba con ilusión el momento de desayunar y cenar con ella, y pasar el fin de semana leyendo o dando una vuelta en coche. Se había convertido en parte de su vida, una rutina que deseaba y apreciaba y que nunca quería abandonar. Durante los últimos meses, había aplazado al menos diez reuniones para las que habría tenido que viajar. Justificandose de que no podía dejar sóla a Jennifer, que tenía muchos vomitos, que necesitaba estar pendiente, y otras series de excusas para no alejarse de ella. Estando él consciente de que era él, el que no se quería alejar de ella. Le gustaba esa mujer, pero él sabía que al nacer él bebé todo terminaría y no la volvería a ver. Ojalá la atracción se debiera únicamente al hecho de que siempre estaban cerca, de que vivían en la misma casa, que compartian ciertas cosas, que ella era una mujer muy interesante, hermosa y como la cereza del pastel, llevaba a sus hijos en el vientre y por supuesto la hacía ver como "unica". Y ella siempre sería la madre de su hijo, incluso después de que acabase el contrato, incluso después de continuar con su propia vida.
Jennifer, giró la cabeza y lo vió observando la mano que tenía apoyada sobre el vientre. La apartó enseguida de un manera automática, ajena al hecho de haber estado acariciándolo.
—¿Te esta aburriendo la película?.
—Para nada.— respondió él, dedicándole una sonrisa.
Jennifer se volvió su mirada hacia el televisor, cuando él hizo lo mismo, pero su mente seguía divagando. Sabía lo que quería. Quería poner su mano donde había estado la suya. Quería sentir a su hijo creciendo. Se mordió el labio, incapaz de concentrarse en la película. No debería; ya habían cruzado demasiados límites. Tenía que dejarlo pasar. Henry, tomó una aire y trató de calmar su lujuria.
Jennifer cargaba puesto un shorts rojo y una franela sin mangas de color blanco, se había colocado un poco de maquillaje para cubrir su palidez y sus ojeras, a consecuencia de los vómitos.
—Henry. ¿Me permites tú mano?
—¿Para que?
—Para que toques mi vientre. ¿O no quieres hacerlo?. Henry quedó en shock, nunca se imaginó que Jennifer le pidiera algo así.
—Por supuesto que quiero.
—Ven, acércate.
Henry, poco a poco se fue acercando. Y ella se levantó la franela para dejar su abdomen desnudo. El corazón de Henry dió un vuelco al ver y tocar la piel tan tersa y tan delicada. Por primera vez en su vida se sentía confundido..No sabía qué lo seducía más tocar su vientre suave y cálido, sentir donde estaba su bebé o acariciar su piel. Colocó la mano sobre su abdomen y escuchó una rápida inhalación. Estaba tan cerca... Con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, Jennifer, sujetó la blusa y sintió el tacto protector de su fuerte mano sobre su vientre, firme y dominante. Cuando acarició su piel, sostuvo su mirada. Aquel conmovedor momento quedaría grabado en su mente para siempre. La emoción se apoderó de él.
—No, sabes cuánto he deseado querer hacer esto. Jennifer, tomó una respiración profunda, sin apartar la vista, intentando no mirar su boca.
—¿Porque no me lo habías dicho?. Lo dijo con un tono de voz suave. El corazón le latía con fuerza, y su enardecido cuerpo deseó que continuara con sus caricias. Su tacto era posesivo y desprendía un calor que alcanzaba en línea recta su ombligo.
—No, quise incomodarte. Murmuró, y bajó la mirada hasta sus labios. En cuanto lo hizo, notó un cambio de energía. Ya no se trataba del bebé, sino de ellos dos. Algo se endurecía en el entrepierna; la deseaba. Esperó, con la mano inmóvil sobre su vientre, y el instinto tomó el relevo. Estaba desesperado y descontrolado por aquella mujer. La tenía allí, tan cerca a su alcance, y la deseaba, y sabía que ella le deseaba a él. Sus dedos se deslizaron lentamente hacia la cinturilla de la short, recorriendo su borde mientras sostenía su mirada. Para su sorpresa, Jennifer no se apartó. Sino que se acercó más de forma instintiva, temblando bajo su tacto. Henry, tomó una respiración profunda e introdujo los dedos bajo el shorts deslizando la mano sobre su monte de Venus, por encima de su ropa interior. Jennifer gimió, y aquello fue su perdición........
Henry, inclinó la cabeza y capturó su sexy boca en la suya. Jennifer, continuó gimiendo en ella, y él dejó de controlarse cuando una intensa lujuria lo superó. Sus labios acariciaron los contornos de su boca con lentitud, con delicadeza, y la mano de Jennifer, se deslizó por el lateral de su cuello. Él gimió y, abandonando toda moderación, se recostó sobre el sofá y cubrió su cuerpo con el suyo. Sintió un subidón cuando sus manos se enredaron en su cabello y le palpó los pechos. Hundió la lengua en su boca y aquella tentadora mujer gimió ingenuamente. .......