Supongo que está decepcionado de mí cuando evita a toda costa cenar conmigo excusándose que tiene mucho trabajo acumulado, es la primera vez que me atrevo hacer algo semejante, así que intuyo que es normal que esté enfadado conmigo.
Comienzo a preocuparme del cómo reaccionará cuando Stefan se presente a las puertas de nuestra casa.
Decido dejar de darle vueltas al asunto, no esta en mí el hacerle cambiar de parecer, solo expresarle mis deseos y los de Stefan, que estamos dispuestos a enfrentar el mundo con tal de estar juntos.
—Iré al campo por unas hierbas y luego pasaré al mercado para comprar algo que olvide ayer —alzó la voz para que mi padre me escuche del otro lado de la puerta, pero él no responde. Intento abrir, pero al tomar la perilla en mi mano, recuerdo que no tengo el valor para verlo a la cara.
Doy media vuelta y camino lentamente esperando a que él abra al menos solo para vigilar mi camino, pero al salir de casa y caminar varios metros comprendo que eso no va a suceder.
Continuó mi camino sin dejar de pensar en el tema, mi papá y yo nunca discutimos, al menos no después de que falleció mi mamá. Cuando ella murió, ambos descubrimos que estábamos completamente solos y sin el otro nuestra vida sería soledad, así que desde aquel entonces en nuestra casa siempre hubo risas, él solía burlarse de mi torpeza y yo solía hacer chistes de alguna falta de ortografía que llegaba a encontrar en sus redacciones, quizás era lo más cruel y sádico que le habría hecho, pero ir en contra de su voluntad iba más allá de la crueldad.
Simplemente, no puedo imaginar mi vida sin él, pero tampoco puedo imaginar una vida sin Stefan, es horrible el tener que elegir a uno de entre los dos hombres que han marcado mi vida para siempre.
Camino durante media hora hasta salir del pueblo, no es muy grande así que no es difícil llegar al campo donde crecen hierbas medicinales y también hierbas de olor para cocinar, en el mercado también las venden, pero es mejor recogerlas uno mismo.
Al llegar contemplo la vista, a lo lejos se puede apreciar una mansión la cual se dice pertenece a un m*****o de la nobleza. A las chicas del pueblo les gusta sentarse a fantasear con ese lugar, pero no a mí y no porque no lo desee, sino porque mi padre dice que ninguna chica lograra obtener algo así a menos que aprenda por lo menos a leer y escribir y eso es lo que hice.
Las chicas de mi edad me consideran una engreída porque sé leer, algo que ellas no pueden hacer porque en el pueblo solo los que pertenecen a una familia, entre lo que cabe, distinguida pueden contratar a un tutor, en este caso mi padre es quién, cuando se requiere, se desempeña como tutor y él me ha enseñado todo cuanto sé.
Después de apreciar por un segundo la vista, me dedico a buscar las hierbas que me hacen falta como el laurel para los estofados, la mejorana para pastas o romero para la carne, aunque esta última no la necesito realmente, pero suelo cortarla y guardarla para el invierno, cuando mi padre tiene más trabajo y podemos darnos el lujo de comprar carne para el solsticio.
De pronto, mientras guardo la hierbas en mi canasta, escucho un cántico sutil, la voz es dulce y agradable al oído. Me levanto buscando el origen de aquel canto empíreo y enseguida lo encuentro.
Se trata de una dama de cabellera rubia, casi blanca, el viento danza con sus cabellos gracias a su bella melodía, su mirada azul es tan clara y pura como la de un ángel y por un instante pienso que se trata de uno gracias a su vestimenta.
Lleva puesto un vestido blanco que cuelga de dos tirantes compuestos de un fino encaje, ademas de sus brazos cuelga una toquilla semitransparente que reluce ante los rayos mañaneros del sol y un bello juego de joyería adorna su piel de nieve.
Anonadada, cierro los ojos y abro mi corazón hacia aquella melodía melancólica, me recuerda mi propia tristeza, pero mientras disfruto de su canción, la joven se detiene de súbito y al abrir los ojos descubro que esta a tan solo un metro de distancia de mí, observándome.
—¿Quién eres tú? —me pregunta, su voz suena dulce y gentil e incluso hasta inocente.
—Y-yo... — intento decir, pero al mirar detrás de ella me percato de la presencia de un guardia quién la acompaña y tiene aspecto de no ser agradable por lo que me paralizo.
La joven frente a mí se inclina mirando hacia mi canasta, parece tener mucha curiosidad por ver lo que hay en su interior así que su mano toca con delicadeza la mejorana. Uno de sus mechones blancos cae sobre su rostro, observo con atención la elegancia con la que devuelve el mechón detrás de su oído y luego me devuelve la mirada para volver a reincorporarse.
—¿Alguien esta enfermo en tu hogar?—cuestiona mostrándose atenta, aunque no es necesario, ella parece ser una dama sofisticada.
—N-no—expresó nerviosa y al mismo tiempo sorprendida de que ella sepa de las propiedades medicinales de la mejorana.
—Me alegro—dice alejándose de mí para después sentarse sobre un tronco viejo que sirve de asiento, me preocupa que su vestimenta se manche de tierra, pero a ella no parece importarle. Doy media vuelta retomando mi camino, al creer que al darme la espalda ha decidido ignorarme.
—¿Cómo te llamas?—me detengo abruptamente, apenas he avanzado un par de pasos. Giró y mis piernas se mueven por instinto hacía ella. Me sorprende que el guardia no me obstruya el paso o limite mi avance hacia ella, solo nos observa a escasos metros.
—Mi nombre es Lía...—dudo, trago saliva y pienso si es lo correcto presentarme ante ella, pero después de unos segundos de reflexionarlo concluyo que al fin y al cabo no importa, puesto que quizás en poco tiempo no recordara haber conocido a una simple pueblerina—mi nombre es Lía Laurent.
—Parece el nombre de una reina—expresa con una sonrisa deslumbrante, luego vuelve la mirada hacia la mansión—mi nombre es Savile Payet.
Me ruborizo, ella es muy amable, pero luego supongo que así son las mujeres refinadas como ella, sabe que decir y la manera en como debe hablar para hacer sentir cómodas a las personas a su alrededor.
—Debo irme—expreso nerviosa, aunque de hecho ya he pasado mucho tiempo en ese lugar, por lo general no me toma más de cinco minutos buscar las hierbas que necesito—pronto abrirán los puestos del mercado del pueblo y vine temprano porque quería comprar todo fresco.
Cuando pronuncio aquello, ella me dirige una mirada melancólica.
—También me iré pronto, solo vine unos días a descansar en una de las propiedades que pertenecen a mí... amado—menciona levantándose de su sitio mirando a la enorme propiedad. Haciendo memoria de todas las casas y edificios del pueblo no recuerdo ninguna que fuese digna de ella. Todas las casas son pequeñas, rústicas y hasta mal olientes, pero el aroma que emana de su cuerpo es un aroma floral agradable, deduzco que se refiere a esa enorme mansión, pero al momento de decir amado, la palabra suena amarga en su voz—eres la primera persona que veo en muchos días. ¿El pueblo queda muy lejos?
—Se encuentra a media hora de este lugar, en esa dirección—señalo una sección de árboles donde se halla el camino hacia el pueblo.
—Me gustaría visitarlo—alude en tono esperanzado—¿Podrías llevarme?