Capítulo 1

1294 Words
Después de la celebración, Stefan extiende su mano para ayudarme a salir. Aquella casa lleva cuatro años abandonada, así que el tiempo y el mal clima han hecho estragos en la propiedad, por lo que hay polvo, soportes de madera caídos y mohosos, ademas de telarañas que lo cubren todo. El dueño de aquella morada abandonada fue exiliado, se dice que aquel hombre era el mejor médico del reino y que en cierta ocasión fue llamado atender un caso complejo en el palacio rojo, pero a pesar de su esfuerzo, su paciente perdió la vida y las consecuencias fueron graves, perdió todas sus posesiones, su reputación y su derecho como ciudadano del reino. Se supone que esa propiedad ahora pertenece a la regencia del estado por lo que esta prohibido el paso, pero para Stefan esa palabra es definición de oportunidad. Cuando mi padre prohibió nuestra relación buscamos ir a lugares alejados del pueblo para poder vernos, pero debido al tiempo y a la distancia, nuestras citas apenas duraban unos minutos. Así que Stefan propuso reunirnos aquí donde nadie mete sus narices para evitar problemas, es silencioso y ademas queda cerca de casa por lo que mi padre no sospecha que sigo viendo a Stefan a escondidas. Después de la guerra, el reino próspero, pero aún se puede ver la huella que dejo en los más vulnerables. Hay muchas viudas que piden limosna a las puertas del templo, ya que el pueblo carece de lugares que acepten a mujeres como tenderas y sin un trabajo con el cual sostener a sus hijos no les queda otra opción más que suplicar por monedas, aunque hay quienes optan por vender caricias, pero eso les vale su reputación aunque tal cosa ya no les importa, al fin y al cabo la gente del pueblo no ha hecho nada para ayudarlas. El mercado y sus alrededores suele estar lleno de niños y adolescentes, la mayoría son huérfanos y todos se dedican a robar en los puestos una que otra fruta para llenar sus estómagos vacíos, pero hay algunos atrevidos que osan robar dinero a los mercaderes. Los castigos impuestos por el rey y llevados a cabo por la regencia del estado dictan que aquel que cometiese un asalto debe ser sometido a la incisión de la mano para reparar la culpa, en el pueblo existen algunos jóvenes a los que se le ha aplicado ese horrible castigo y los más jóvenes los ven como un ejemplo de lo que no se debe hacer o corren el riesgo de terminar de la misma forma. Antes de llegar a la plaza nos detenemos frente a la fontalena, es un callejón donde se encuentra una pequeña fuente en donde los campesinos llenan sus cuencos para tomar agua antes de salir a su jornada, aquel sitio es el límite en donde Stefan puede acompañarme, la plaza es un lugar muy concurrido y eso quiere decir que es un lugar donde hay demasiados ojos y demasiadas bocas con la capacidad de chismorrear sobre mi vida privada. Pero aún aquí Stefan se atreve a darme un beso en la mejilla, cosa que le prohibí una vez que saliéramos de la casa abandonada. —¿Qué haces? —le recrimino apartándome un paso lejos de él para después mirar a mi alrededor en busca de alguien que nos hubiese visto —aquí no. —¿No puedo despedirme como se debe de mi futura esposa? —bromea alzando una ceja de forma encantadora. —No, al menos no hasta que de verdad sea tu esposa, mientras tanto reservate tus muestras de afecto—bromeo. Stefan alza la mano, toca mis labios con delicadeza y fija su mirada en la mía. Esos ojos azules escrutan en el interior de mi ser, no hace falta ninguna palabra para ver la chispa que nos une, es obvio con tan solo mirarnos. —Nos veremos mañana mi dulce reina—expresa tomando mi mano y en ella deposita una moneda. —¿Qué es esto?—cuestiono al ver la corona de plata que ha dejado en la palma de mi mano. Con esa moneda es suficiente para comprar arroz y trigo durante un mes. —Ocupala para el guisado, la carne de pollo es cara — alega. —No puedo aceptarla, es mucho dinero — replico conmocionada, estoy segura de que esta desperdiciándola conmigo, es mejor que sé la dé a su familia, la necesitan. —Por favor Lia, no me hagas sentir mal. Quiero demostrarle a tu padre desde el primer instante que soy capaz sustentar a su hija. —Pero... —Lía, a partir de este momento no tendrás que preocuparte por dinero — me interrumpe encerrando la moneda en mi mano —De acuerdo—me veo obligada a decir Asiento. Mi mejillas se ruborizan cuando, inesperadamente, toma el dorso de mi mano y deposita un beso sobre ella. Es tan solo un segundo, ojalá se quedara congelado el tiempo en ese instante para poder disfrutar de la textura de sus labios y de su mirada profunda, pero no es así, se reincorpora y comienza alejarse poco a poco mientras suelta mi mano hasta que finalmente se separa de mí, da media vuelta y da un par de pasos, luego gira en mi dirección y sonríe de forma encantadora, él sabe como hacerme suspirar y no le da vergüenza alguna. Un año atrás nadie hubiese sospechado que el chico más atractivo del pueblo estuviese enamorado de mí, todo paso en un abrir y cerrar de ojos, pero de igual forma todo ha sido como un cuento de hadas. Stefan fue el joven más perseguido por las chicas de nuestra edad, pero él no tenía ojos para ninguna, antes que nada estaba su familia, así que había dejado de lado el amor por el deber, hasta que un día mientras caminaba hacia el mercado, como todos los días, uno de los niños que deambulaban por ahí robo un pequeño talego lleno de monedas a un comerciante. Los guardias lo persiguieron sin importar a quienes llegaban a empujar en su persecución, entre ellos a mí. Mi canasta cayó con todo lo que había en su interior y una de mis manzanas corrió hasta sus pies, fue su sonrisa lo que me paralizo por un instante, incluso olvide que mis cosas yacían tiradas sobre el suelo, pero de un momento a otro, él ya estaba recogiendo todo y acomodándolo dentro de la canasta. Avergonzada por quedarme inmóvil, simplemente observándolo, solo le agradecí y tome mi canasta para después volver a mi casa con el corazón agitado. Las semanas siguientes trate de evitar ir cerca de la maderería, mi timidez no me lo permitió aunque la verdad deseaba verlo de nuevo. Un día mientras compraba algunas hierbas finas, él se acercó mostrándose encantador, se presentó y me dio una manzana. Él me dijo mucho después que me había visto pasar muchas veces en el pueblo, pero al no tener un tema en común pensó durante días la manera perfecta para acercarse a mí, lo único que había pensado fue decirme que había olvidado una manzana y que se le había comido aunque no fuera cierto. Nos hicimos amigos muy rápido y luego durante el festival de la cosecha me revelo sus sentimientos, los mismos que yo sentía por él, solo que por vergüenza a ser rechazada no me atrevía a mencionar. Para mí, Stefan es el hombre perfecto, es trabajador, atractivo y amable, pero para mi padre es todo lo contrario por el simple hecho de tener carencias económicas. Él no puede pisar el suelo de mi casa, así que la única manera de estar juntos es en aquella vieja propiedad abandonada, llena de polvo, muebles viejos y mohosos.
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