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—¿Qué diablos es esto? —replica acercando mi mano hacia mi rango de visión—no puedo creerlo... creo que... creo que me va a dar algo. Denua me suelta y da un par de pasos atrás, su rostro se torna pálido y su respiración se vuelve agitada, se lleva la mano al pecho como si estuviera a punto de tener un ataque, así que termina por apoyar su espalda contra algunos rollos de tela y luego extiende su mano para levantar el dedo y señalarme. —¿¡Qué diablos te paso en las manos!?—cuestiona con voz temblorosa y por alguna razón mantiene la vista sobre un punto fijo en el suelo sin atreverse a mirarme. Instintivamente, agacho la mirada hacia lo que le ha causado tal impacto, las cicatrices en mi piel, supongo que por la poca luz que ofrece la vela de la mesa Denua no se había percatado de ellas,