Capítulo 1

1467 Words
La felicidad se define por esos pequeños momentos que sabemos valorar, cuando entendemos eso, cada momento se vuelve irreemplazable. P.C Ava Despierto exasperada por los incontables gritos de mi madre, el sol me pega directo a la cara; sin embargo, mi despertador personal aún no deja de gritar. —¡Que ya voy mamá! —chillo tallandome los ojos. Parpadeo acostumbrándome a la luz y me levanto, sintiendo mi cuerpo adormecido. Dirijo mis pasos al baño de mi habitación y luego de hacer mis necesidades entro a la ducha sin mucho ánimo. Hoy tengo que ir al instituto, es la segunda semana de clases y ya no tengo ganas de asistir, aunque sea una estudiante excelente, Emelin, mi mejor amiga, suele decir que soy un cerebrito, y lo cierto es que sí. Envuelvo una toalla en mi cuerpo para luego salir del baño. Busco entre mi ropa algo decente que ponerme y me decido por unos jeans y una camiseta negra. Dejo mi cabello blanco suelto y luego de ponerme mis tenis salgo de mi habitación en dirección a la cocina. Muchos decían que mi cabello era extraño, que el color no era normal, pero lo cierto era que el color blanco platinado que tenía era hermoso, según mi madre, lo importante era que a mi me gustara. Y lo hacía. Mi familia consistía de mi madre, y mi hermano mayor, Spencer. Mi padre nos había abandonado hace mucho tiempo, por una loba más joven que mi madre. Aún no me cabía en la cabeza como alguien podía dejar a su mate sin morir en el intento. Por eso esperaba no encontrar a mi mate. Tengo diecisiete años y en mi actual Instituto no lo había encontrado, la manada era gigante, o mejor dicho, Silver hood, el pueblo donde estaba ubicada nuestra manada era gigante. Y estaba algo dividido entre la clase alta y la clase baja. Yo era de la clase baja, por lo que tenía sólo lo necesario y mi instituto claro, no era el mismo que los ricachones. Pero estaba bien con eso, era feliz y eso era lo que importaba. Al llegar a la pequeña cocina de mi casa mi madre me da una ligera sonrisa y pone delante de mi, mi desayuno. —Buenos días, madre —saludo devolviéndosela. Siento como revuelven mi cabello y gruño en dirección a mi hermano. —Hola, abuela —saluda el con una sonrisa burlona. —No empieces—chillo pero el solo suelta una carcajada. —Hija, llegó correspondencia, ¿podrias ir a ver?—pregunta y yo frunzo las cejas. —¿Aun eso funciona? ¿Enviar cartas? Pregunto confundida y ella asiente señalando la puerta. Camino sin rechistar fuera de nuestra pequeña casa y veo el buzón como si fuera un bicho. Me acerco cautelosa y lo abro mirando hacia dentro. Dos sobres se encuentran allí. Los tomo entre mis manos fijándome que uno es el recibo mensual de la luz y el otro... Arrugo la nariz con confusión al ver el elegante sobre, donde parece ir una carta. Lo giro examinandolo y abro la boca sorprendida. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y la incertidumbre empieza hacer estragos por todo mi cuerpo. No puede ser... Corro dentro de la casa rápidamente y mi madre y hermano me ven confundidos mientras que yo, sin prestarles atención abro el sobre, mi vista se mueve expectante. Leo con rapidez la información y suelto un chillido emocionada. La emoción no me cabe en el cuerpo y Spencer y mi madre me miran sin entender nada. —¡Me aceptaron!—grito emocionada. Ambos se miran entre ellos. —¿En donde? ¿De que hablas?—pregunta mi hermano. —¡En el Instituto Silver Moon!—chillo y ambos abren los ojos como platos. —pedi una beca ¡y me la han dado! —termino con emoción. Eso quiere decir..... Que tengo que ir a hacer el papeleo. ¡No me lo creo! —¡Felicidades abuela!—me abraza Spencer con alegría. Correspondo su abrazo y mi madre esboza una sonríe orgullosa. —Estoy orgullosa de ti Ava—musita Sonrió ampliamente y salgo de la casa con mi madre, quien está vez, en vez de dirigirse a su trabajo, emprende conmigo el camino al Instituto. Para poder empezar mi estadía en Silver Moon Academy. (...) Llego a casa con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Esto está pasando? Creo que si. Sino, que alguien me pellizque. Me dirijo a mi habitación y tomo el móvil de mi madre, tecleo con rapidez el número de Emelin mi mejor y unica amiga. —¿si?—dice al tomar la llamada. —Eme—grito emocionada y mi amiga guarda silencio al otro lado de la línea. —¿ocurrio algo?—pregunta extrañada. —¿A que no sabes quién va a estudiar contigo este año?—escucho su grito y me quito el teléfono del oido. —¿Estas bromeando?—pregunta. —No, me dieron una beca.—explico contenta. Dado que mi amiga era de la clase alta, sólo que ella era diferente a las demás chicas, nos conocimos por nuestras madres que son amigas, recuerdo perfectamente el momento en el que la conocí, sólo teníamos 5 años. Desde somos inseparables. —¡nos vemos mañana!—chilla Muchos chillidos por hoy... Por lo que veo. —Adios Emelin—me despido colgando la llamada. (...) Luego de unos cuantos gritos más de felicidad decido qué ya es hora de calmarme, todo en mi vida siempre a sido tan... Normal, y nunca he sido de tener muchas amigas, ir a fiestas o a un restaurante a comer. Nunca. Sin embargo, mi vida a sido feliz. Obviando algunas cosas. Pero siempre fuimos, Mi madre, mi hermano, Emelin y yo. Me gustan los libros, las papas fritas, y ver dramas coreanos. Soy una persona un tanto peculiar, por lo menos, así me considero. Suelto un suspiro y me muevo por mi habitación buscando mi libro favorito, ese que he releído cientos de veces y aún no me canso de hacerlo. Donde está... Donde esta... ¡aqui está! Saco el libro de debajo de mi cama y me siento a leerla al lado de la ventana de mi habitación. Escucho la puerta abrirse y giro en dirección a mi hermano. —¿Se te ofrece algo mocoso?—pregunto y el me mira mal. —Respeta a tu hermano mayor abuela.—se burla. —Ya, enserio—ruedo los ojos. —Te tengo un regalo—musita avergonzado. ¿Que? Lo miro con curiosidad y el saca una pequeña caja de su espalda. Es diminuta. La tomo entre mis manos y al abrirlo sonrío ampliamente al ver el colgante. Un collar de lobo, el me enseña su cuello y noto que el tiene exactamente el mismo. —Es hermoso—susurro abrazándo a mi hermano. —Gracias Spencer. —De nada abuela. Sonríe y yo frunzo el ceño al recordar algo. —Espera—digo y el me mira expectante—¿No fue muy costoso? Pregunto y el bufa negando. —Sabes que no tenemos suficiente Spencer... No tenías que comprarme nada. —digo bajando la mirada. —Tranquila Ava, te lo mereces, no te preocupes por eso—musita dejando un beso en mi cabeza y saliendo de la habitación. (...) Despierto por el sonido de la alarma. Me levanto enérgica ya que hoy empiezo clases en Silver Moon Academy. Camino hacia el baño y tomo una ducha tranquilamente, luego de eso me pongo unos jeans negros, una camisa negra y unos tenis blancos. Pareces la viuda negra. Río por las ocurrencias de Avi y salgo canturreando de la habitación. —Ava.... Estas cantando—menciona mi madre sorprendida a la vez que entro en la cocina. Me detengo abruptamente al darme cuenta y ella me mira arrepentida. Le doy una sonrisa tranquilizadora y empiezo a comer mi desayuno en silencio. Tenía mucho tiempo sin cantar, supongo que eso es lo que hace un corazón roto. Y no es que me haya enamorado. Nunca lo había hecho, y por eso era tan susceptible a ese tipo de cosas. Recuerdo que cuando era niña solía cantar con mi padre, cuando el nos dejó de lado, deje de hacerlo. Los sucesos dolorosos siempre que dejan una herida. Dicen que el tiempo cura las heridas ¿No? Pero queda una cicatriz, y si tocas está, aviva los recuerdos. Sacudo mi cabeza alejando todos esos pensamientos y luego de despedirme de mi madre salgo con la mochila en mi hombro. Miro hacia el auto color rojo que se encuentra estacionado frente a mi casa y sonrio reconociéndolo. Silver Moon, allá vamos
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