XXI. En Buenos Aires

1709 Words
Tres eternas horas después nos preparamos para aterrizar, el mayor Calvo nos informa por el altavoz del avión que nos abrochemos los cinturones para prevenir cualquier accidente al llegar, pero mirando de reojo, veo que soy la única que le hace caso, los demás siguen en su mundo como si nada hubiera sido avisado. Unos diez minutos después tocamos tierra en el aeropuerto El palomar de Buenos Aires y cuando se detiene totalmente el avión, noto que estamos en otro hangar, descendemos uno a uno y se van ubicando al lado del avión con sus cosas, yo bajo de primeras y al mirar al frente me encuentro con un hombre de cabello n***o, por lo menos un metro ochenta de estatura, musculoso como todos los que me acompañan, pero con la diferencia que no tiene uniforme sino que usa una chaqueta de cuero negra, pantalón de drill y una camisa blanca de cuello, tiene la barbilla cuadrada y la sombra de la barba lo hace ver especialmente sexy. -        Hola que tal, vos debes ser la comandante, un placer, soy Manuel Ferrario, inspector de la policía Argentina acá en la capital de Buenos Aires. Lo miro de arriba abajo sin querer y siento que se me levanta una ceja, su voz no es grave como la del coronel, pero ese acento hace que me sienta incentivada a conocerlo. -        Buenas tardes inspector, mucho gusto, teniente Marion Durand, efectivamente soy la comandante efectiva de éste grupo de personas, justo fue usted el contacto que me dio el general Sepúlveda. -        Perfecto, perfecto comandante Durand, ahora mismo los voy a shevar al hotel donde se están quedando las demás representación militares de los otros países que van a venir. -        Excelente inspector, vámonos de una vez si es posible. -        Si, es posible y dejáme decirte que ustedes son el grupo más grande que he visto, no veo la necesidad de tener a tanta gente en nuestro país para proteger a vuestros presidentes, pero de igual estamos contentos de que hashan venido. Comenzamos a caminar hacia afuera del hangar donde nos esperan varios vehículos militares pintados de n***o donde perfectamente caben unas cuatro o cinco personas por vehículo, razón por la cual me voy con el inspector Ferrario en su auto particular y subimos tres personas más con nosotros, en el camino el inspector nos va contando de lo bonita que es su ciudad y también de los problemas que la aquejan, así que después de un rato de escucharlo le contesto: -        No es muy diferente en ese punto de cualquier ciudad de Colombia, sobre todo Bogotá es bastante ajetreada. -        ¿En serio? Ja ja, es broma, es broma, sho he viajado a Bogotá y si, no se diferencia en mucho de mi Buenos Aires, pero vos no me podrás negar que tenemos autopistas más grandes y también la ciudad es más amplia. -        Si quizás, no voy a defender a Bogotá, yo soy de Tunja, es la capital de Boyaca, un departamento de Colombia. -        No, no la conozco, me han hablado bellezas de ashá, pero no he podido ir. -        Cuando quiera lo invito a que vaya y la recorra. -        Si vos me acompañás, seguro que voy. -        No sé si sea la indicada, pero le consigo un guía turístico y asunto arreglado -        Ja ja, esta mina es bastante astuta, ja ja. –Aunque lo dice en voz alta, lo dice como para si mismo. Casi una hora después estoy agotada de estar viajando y entramos en el hotel, el inspector Ferrario se encarga de coordinar que todos recibamos una habitación y luego me dice: -        Mirá, sho voy a estar con este temita de la logística estos tres días, es tedioso, pero alguien tiene que hacerlo, pero necesito reunirme con vos y con tus hombres para coordinar todo, así que tomá mi número y dame el tusho, así podremos revisar todo con tiempo, menos mal que shegaron con antelación, éstos tres días son para dejar todo listico, supongo que sabés que la cumbre es de Lunes a Miércoles de la semana que entra, así que son tres días de preparación, para tres días de trabajo, por lo pronto tengo que irme. Yo solo lo escucho y acepto en darle mi número pero le advierto que no he pagado roaming, así que necesitaré un número provisional para poder comunicarme con él, mientras tanto puede escribirme y yo me conectaré al internet del hotel. -        Dejá que de eso se encarga tu amigo Manuel Ferrario. El anota mi número, luego se da media vuelta y se marcha con un paso que denota sobradez, sin embargo me llama la atención que parece tan alegre a pesar de la cantidad de trabajo que tiene. Cuando decido subir a mi habitación, los demás me están esperando en el recibidor del hotel con sus caras largas, entonces les indico que se pasen los números entre ellos, que necesitamos estar comunicados, pero la capitán Horta levanta la mano y con un gesto de la cabeza la autorizo para que me cuente que quiere: -        Mi comandante, precisamente hicimos un grupo, estábamos pensando en usar los radios, pero dependemos de que la policía de acá, es decir su amigo el sobradito nos dé el canal libre, pero mientras tanto podemos comunicar las reuniones por acá, el resto lo hablaríamos en persona y… -        Buena idea capitán Horta, pero me pregunto una cosa, ¿Todos ustedes tienen radios? -        Si mi comandante, los tomamos de la mesa que estaba en el hangar de salida, ¿No tomó el suyo? – Me dice en un tono de sarcasmo el Mayor González mientras sonríe, entonces estoy a punto de contestarle cuando el capitán Torres se me adelanta, me ofrece un radio y me dice: -        Tome mi comandante, me fijé en que no tomó su radio, acá lo tengo conmigo. -        Gracias capitán Torres. Así que subimos todos a las habitaciones y cuando al fin entro, me siento que puedo respirar, cierro y me recuesto contra la puerta, no es que me cueste mantener la postura de jefe, pero normalmente soy relajada, así que mantenerme tan rígida y dura como me ha tocado hoy se está volviendo agotador. La luz está encendida así que entro y a la izquierda tengo el baño, luego camino más al fondo y encuentro una cama doble en el centro de la habitación, a cada lado de la cama una mesita de noche con una lámpara, el aire acondicionado en la parte superior cerca de la ventana que da a la calle, unas cortinas de velo blancas cuelgan y dejan ver las luces de la ciudad, las cortinas pesadas de color beige están atadas a unas amarraderas a cada costado de las ventanas. Un televisor está instalado en la parte alta frente a la cama, no tengo que preocuparme por pasar debajo, porque aún con mis botas militares, no son muchos centímetros los que consigo, pero si quizás fuera el inspector…si, quizás si tendría que esquiv…¿Qué hago pensando en el inspector?, Bueno, no voy a negar que tiene lo suyo, pero yo estoy trabajando y una de mis normas es no meterme con nadie del trabajo, así que eso lo descalifica. Cómo en el recibidor del hotel me agregaron al grupo para escribirnos las reuniones, tuve que conectarme al internet del hotel, así que dejando la maleta a un lado de la cama me recuesto mientras le escribo a Solangie y le digo: -        Hola amiga, ya llegué, pero tengo habitación de hotel, no es necesario que me quede contigo, sin embargo quiero reunirme contigo, así que tú me dirás dónde podemos vernos y a qué horas, de momento acabé de llegar y creo si mal no estoy que tendría la tarde libre. Veo que el mensaje le ha llegado pero ella no lo ha visto, luego me acuerdo que al final ayer no me comi el pastel de fresas y chocolate ni me tomé el vinito, así que le hago el reclamo a Carolina: -        Hola Caro, ya llegué a Buenos Aires, has sido muy buena anfitriona, pero tengo una queja, y es: ¿Cuándo íbamos a comernos el pastel y a tomar ese vinito de despedida? Nuevamente veo que el mensaje le llega, pero ella si responde al instante: -        Hola Mari, que bueno saber que llegaste y estás bien, me alegra mucho, ponte en contacto con Sol, hablamos luego, bye. Como veo que no me respondió le vuelvo a insistir, y solo responde con un: -        Ja ja ja. Entonces vuelvo a escribirle y le envío una carita enojada pero ella responde: -        Ay Mari, también me di cuenta esta mañana, no te dije nada porque te conozco y con lo tragona que eres te lo hubieras zampado completo y luego te ibas enferma a tu viaje, pero te prometo que me lo comeré y me tomaré el vino en tu honor, ja ja ja. -        Caro, eso no se hace, obvio me lo hubiera desayunado, ¿Qué con eso? Se nota que no conoces mi barriguita todoterreno. -        Ja ja ja, porque te conozco lo hice, sé que te comes lo que sea y luego te quejas del dolor de barriga, bueno, no lo que sea, sino ya hubieras dejado a Camilo, ja ja ja. -        Caroooo. Con eso dejo la charla ahí con ella, y en el momento que voy a dejar el celular, me llega la respuesta de Sol. -        Hola Mari, claro que sí, ¿En qué hotel estás?, Mi hijo sale a las cuatro de la tarde, lo recojo y estoy acá a las cinco, luego mi marido llega como a las seis pasaditas y tenemos la noche para nosotras. -        Que rico, de una, me avisas entonces, ya te confirmo el hotel. No fue difícil, pues por todas partes las almohadas tienen bordados con las iniciales, hay folletos turísticos sobre las mesitas de noche y en todo lado está el nombre del hotel y al final de las palabras está la dirección, así que se lo envío a Sol y espero su respuesta, resulta que vive bastante cerca del hotel, así que estaría acá caminando en unos quince minutos.  
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