Abbie llegaba tarde a su primera clase de la semana y también de su vida universitaria, le había
costado demasiado trabajo encontrar el salón correcto y ni hablar de la media hora perdida en el
otro salón de clases en el que se había metido por error, no era su culpa que los rótulos estuvieran
tan desgastados y haber confundido el aula 203 con la 208. Un error de principiante que no quería
volver a pasar. Ya había sido suficiente vergüenza por el año.
Cuando por fin entró al aula correspondiente todas las miradas del lugar se dirigieron a ella
provocando un enorme sonrojo, escondió su rostro tras su rubio cabello suelto y buscó
rápidamente el asiento libre más cercano a ella. Lo encontró en las filas del medio, camino como una autómata hasta llegar y sentarse cómodamente sin pensar en que tenía quizás unos 30 pares de ojos sobre ella.
—Como venía diciendo antes de que la compañera nos interrumpiera — Abbie se acomodó en
su asiento y miró al frente, el profesor estaba de espalda por lo que no lo podía ver bien —en
esta clase el primer semestre veremos Cálculo I. Espero todos tengan bases de esta clase, de lo contrario en la puerta del aula encontraron mi número de teléfono para que puedan agendar una cita de tutoría conmigo.
Abbie bufó por lo bajo, ella debía tomar esa clase porque nunca había sido buena en las matemáticas, su excusa fue "En la universidad aprenderé desde cero" Y al parecer así no iba a ser. Si no quería estar perdida desde el primer día entonces esas tutorías eran su salvación.
El profesor continúo anotando un poco más en el tablero hasta que se dió la vuelta, abrió su boca al ver lo apuesto que este era, alto, con una barba espesa de quizás una semana, su cabello caía por su frente llegando a tocar el marco de unas gafas color n***o, sus labios se veían gruesos y no alcanzaba a distinguir muy bien el color de esos ojos desde donde se encontraba, aunque si que podía notar que eran claros.
Sus brazos se apretaban en una camisa blanca que dejaba absolutamente todo a la imaginación, ese hombre era un dios.
— Cierra la boca o se dará cuenta de que lo estás mirando mucho — miró a su lado y se encontró con un rostro muy conocido — Además él ya dijo que tiene novia.
— ¿Qué haces en mi clase? — Violet abrió la boca indignada.
— ¡Yo llegué primero! — exclamó la pelirroja — ¿Qué haces tú en mi clase? Aparte de llegar tarde.
Abbie rodó los ojos ante las burlas que le hacía su mejor amiga. No sabía que iban a compartir esa misma clase.
— Me hubieras avisado que teníamos la misma clase así me hubiera ahorrado la vergüenza de quedar como una boba el primer día ¡Confundí los salones!
— Que tonta eres — Abbie iba a replicar pero sintió una sombra a su lado.
— Señorita…
— Señorita Hamilton — el profesor la miró con el ceño fruncido — aparte de interrumpir mi clase llegando tarde, también desea interrumpir hablando con su compañera, eso no me está dando una muy buena impresión de usted.
— Lo siento, no sucederá de nuevo.
— Eso espero y también espero que sea una buena alumna, espero y sea de las que no van a tutorías.
Violet contuvo una carcajada mientras Abbie se ponía pálida, ¿Ahora qué iba a hacer? ¡Ella necesitaba esas tutorías como si fuera oxígeno!
El profesor se alejó de ella y aunque Abbie pudo respirar mejor no fue capaz de concentrarse en el resto de la clase pensando en que jamás se iba a graduar de administración de empresas. ¿Porqué de todas las carreras que habían tuvo que escoger precisamente esa?
Los números nunca habían sido lo suyo a diferencia de su mejor amiga, Violet, ella si que había nacido con el don de las matemáticas, la admiraba y justo hoy deseaba ser ella para no tener que ir a tutorías. Miró a su amiga de reojo. Violet sintió la mirada y volteó a verla, Abbie la veía como si una idea genial estuviera flotando en su cabeza, la vio tomar un trozo de papel y comenzar a escribir en este. Vaya, pues aún no dejaban los días de colegio cuando se hablaban a través de papelitos.
"Debes ser mi profesora de Cálculo, ¡TIENES QUE SERLO! ese profesor no me puede ver llegar a su clase, ya escuchaste lo que dijo"
Violet esperó pacientemente a recibir el papel, cuando lo leyó negó rápidamente con su cabeza mirando se vez en cuando al profesor para que no la cogiera con las manos en la masa, comenzó a escribir una respuesta.
"Lo siento, no puedo. Una vez intenté ser tu profesora y esa fue la última vez, eres la peor alumna del mundo, aparte de que tengo que trabajar, lo sabes, debo ayudar a mi papá con su negocio"
Abbie leyó la respuesta de Violet sintiendo una tristeza infinita en su pecho, no podía, no quería y no tenía ganas de pasar vergüenza delante del profesor, que aún no sabía cómo se llamaba. De nuevo suspiró frustrada, tenía que encontrar otro profesor de cálculo rápidamente, no podía simplemente perder la materia.
***
Ya había pasado una semana, tres clases con el profesor de Cálculo y no había entendido absolutamente nada, iba a perder el semestre, tenía clases que iban a la par de los temas de Cálculo, si no entendía esa materia tampoco podía entender las otras y eso la estaba frustrando mucho, porque ella lo estaba intentando, de verdad. Pasaba bastantes horas en la biblioteca leyendo libros gigantes de cálculo para principiantes, lo malo era que no sabía interpretar lo que querían decir estos y terminaba aún más frustrada.
Su vida social se estaba yendo por el desagüe, ni siquiera había visto de nuevo a Violet y eso la tenía un poco molesta, odiaba con su vida a los malditos números, por culpa de ellos sentía que su vida se estaba acabando y eso que solo llevaba una semana en la universidad, no quería ni pensar en cómo sería en varios meses o en dos años.
Lo peor de todo era que amaba la administración de empresas, quería ser una profesional en ello desde el momento en el que conoció los desempeños que esa carrera ofrecía, desde que en su colegio habían hecho una feria universitaria se había enganchado a la carrera desde que la vio, supo que eso era lo que quería hacer por el resto de su vida, pero entonces quizás también debió de comenzar a estudiar matemática básicas desde entonces para no tener que lidiar con la situación actual.
Comenzó a jugar con su celular en la mano, el número del profesor estaba allí ocupando toda la pantalla, aún no sabía si debía o no llamarlo, debatió muchísimo tiempo, pero entonces cuando entendió que si no tomaba esa clase y no era buena en cálculo no podría ser buena administradora y ese fue el impulso que la obligó a llamar al profesor.
Porque ella quería ser la mejor.
— Buenas tardes — la voz ronca del profesor se escuchó tras el celular, Abbie se quedó pasmada — ¿Hola, hay alguien ahí?
— Ho… Hola, ¿Es usted el profesor de cálculo, el que da tutorías? — su voz sonó temblorosa, maldijo mentalmente por ello.
— Si soy yo.
— ¿Podría agendar una cita con usted? Me gustaría tomar esa tutoría.
— Claro, las tutorías son los viernes 6 de la tarde en el aula 507, edificio 3.
— Está bien, gracias. Ahí estaré el viernes entonces.
Colgó la llamada sintiendo el corazon en la garganta, lo bueno fue que no tuvo que decirle su nombre al profesor, era mejor que se diera cuenta que era ella viéndola en persona y no que lo escuchara por llamada.
— ¡Hasta que te veo! — gritó Violet a su espalda, la miró.
— Dichosos los ojos de verte tonta, me tenías muy abandonada — hizo un puchero mientras Violet se acercaba a abrazarla.
— Eso te pasa por tonta — negó con su cabeza.
— Ya, claro. Por tu culpa tuve que llamar al profesor de cálculo, no quiero saber que cara pondrá o qué me dirá cuándo me vea entrando al salón de tutorías.
— ¿En serio vas a ir? — asintió con su cabeza mirando un mechón de su cabello.
— Claro, tengo que aprender cálculo.
— Si no fueras tan mala estudiante de verdad te enseñaría pero es que sinceramente no te tengo paciencia.
— Mala — Violet se encogió de hombres mientras reía.
— Pero no seas tonta, ese profesor ve como mil caras al día, ¿Tu crees que él recordara quién eres y lo que te dijo? Los profesores de la universidad ni siquiera sé saben el nombre de uno.
Acaricio su barbilla pensando en lo que acababa de decir su amiga, eso era cierto, los profesores le daban poca importancia a sus nombres, seguro estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua, el profesor ni siquiera repararía en ella.
— Tienes razón, quitaste el miedo de mi cuerpo con unas simples palabras, iré como una simple estudiante, el profesor no me conoce, hice bastante drama por nada.
— Bah, este fue un mini dramita, has hecho peores — rodó sus ojos — ¿A qué hora son las clases?
— Me dijo que son los viernes a las seis de la tarde — Violet abrió sus ojos como platos.
— ¿Y qué estás haciendo aquí? — la miró confundida.
— ¿Cómo que qué? ¡Pues hablando contigo!
— Si sabes que día y qué hora es, ¿verdad? — negó con su cabeza lentamente. — ¡Hoy es viernes! Y son las — miró su reloj de mano — 5:52 de la tarde.
— Oh mierda.
Abbie salió corriendo sin despedirse de Violet o verificar que esa si era la hora correcta, Violet sonrió por lo bajo, aún faltaban quince minutos para las seis de la tarde, peor quería darle un pequeño susto a la rubia.
Llegó al aula con la respiración agitada, las mejillas coloradas y con un zapato en la mano, detalles técnicos que ocurrieron en el camino.
Abrió la puerta del aula haciendo que está chocará contra la pared provocando un ruido muy fuerte.
— ¡Lo siento! — exclamó jadeante.
Miró hacia el interior del aula y se dió cuenta de que solo estaba el profesor allí adentro que la miraba un poco divertido.
— Señorita Hamilton, recuerdo haberle dicho que no la quería ver por acá, por favor dígame si ha venido por otro asunto que no deba ser tutoría.
Iba a matar a Violet tan pero tan lentamente. ¿Ti cris qi il ricirdiri qiin iris y li qi ti diji? ¡Pues si lo hacía!
— Ummm, las apariencias engañan profesor.
Él negó con la cabeza divertido.
— Toma asiento, esperemos a que llegue alguien más o comenzamos la clase.
— Al menos no soy la única que llega tarde.
— De hecho llegaste 8 minutos antes.
Cerró los ojos con fuerza, esperaba que Violet se escondiera muy pero muy bien, de lo contrario tendría que aprender a esconder muy bien un c*****r y seguir con su vida sin tener un trauma.
Se quedó observando al profesor mientras esperaba a sus compañeros, él parecía muy entretenido revisando evaluaciones, su gesto de concentración era fuerte y daban ganas de pasarle dos dedos por el entrecejo para quitar el ceño fruncido. Sus brazos fuertes se movían suavemente mientras pasaba las hojas o marcaba algo en estás.
— Me va a desgastar si me sigue mirando tanto.
Abbie se atragantó con su propia saliva, sus mejillas se sonrojaron de inmediato.
— Yo no lo estaba mirando — se excuso vagamente.
— No, solo estabas admirando mi cuerpo — Abbie miró hacia otro lado.
— Ya quisiera profesor — una risa ronca y un poco sosa se escuchó en el aula.
— Aunque no lo quisiera, ya la tengo mirándome — guiñó uno de sus ojos. — Creo que no vendrá nadie más así que podemos empezar, ¿Desde dónde quieres comenzar?
— ¿Desde el principio? — el profesor se cruzó de brazos — es decir, como desde primero de bachillerato.
— ¿Qué? — el profesor abrió sus ojos sorprendido.
— ¡Nunca he sido buena para las matemáticas!
— Muy mal señorita Hamilton, muy mal.
— Abbie — el profesor enarcó una de sus tupidas cejas. — Dígame Abbie profesor, si no es mucha molestia.
Camino hasta el asiento de al lado y se acercó todo lo que pudo al puesto de Abbie.
— Bueno Abbie, tu puedes llamarme Nicolás, no profesor.
— Nicolás.
— Nicolás Smith, mucho gusto. Espero salgas siendo la mejor alumna de cálculo.
— También espero los mismo — se sonrieron y comenzaron la clase.
Abbie tenía dos cosas muy claras al finalizar la clase.
1. Ya no tenía tantas ganas de matar a Violet.
2. Los ojos se Nicolás eran azules, azules como el mar o como el cielo. Hermosos.