Capítulo 2
Lo mejor de la semana de Abbie siempre eran las clases de cálculo, tanto las oficiales como las tutorías, el profesor Nicolás era muy divertido y siempre encontraba la manera de hacerla reír, incluso cuando en las clases normales con sus demás compañeros él era totalmente serio y muy engreído, siempre Abbie sonreía por cualquier motivo.
Cuando estaban solos, era como si el resto del mundo no existiera para ellos, solo eran dos personas mirándose fijamente a los ojos mientras estudiaban cálculo y por raro que suene Abbie estaba siendo la mejor alumna de todas, incluso superaba a su mejor amiga en calificación.
¿Y porqué raro?
Porque parecía que Abbie en la clase de tutoría solo se enfocaba en ver los brazos y los labios de Nicolás, quién la viera pensaría que ella solo se enfocaba en el hombre que había frente a ella, y no se equivocaba, pero también estaba el hecho de que ella recordaba con mucho detalle todo lo que salía de esos gruesos labios, todo lo referente a la clase y era fácil recordar entonces la fórmula de alguna ecuación cuando recordaba el movimiento que había hecho esa vez… y así.
Pero pronto también se encontró pensando en que le gustaría besarlo, en qué amaría cada segundo de tener un contacto con esos labios y ahí fue que pasado dos meses su rendimiento comenzó a bajar y eso preocupó mucho al profesor quien pidió una reunión con ella al finalizar la clase en la que entregó los resultados de los exámenes pasados.
Todos los alumnos salieron del aula, Abbie se acercó tímidamente al profesor quien borraba lo escrito en el tablero durante la clase, carraspeó la garganta para llamar su atención, él se giró dándole toda su atención.
— Abbie, ¿Qué pasa contigo? — ella se encogió en su lugar.
Sabía que últimamente no estaba rindiendo lo suficiente porque en su cabeza solo pensaba en el profesor, en besarlo y poder tocar sus brazos y comprobar si eran tan fuertes como se veían.
— ¿Tienes algún problema en tu casa? — preguntó tras el silencio de ella, Abbie negó con su cabeza — No comprendo entonces porque has bajado tu desempeño, si no entiendes entonces debemos repasarlo más en las tutorías, pero no puedo tenerte en tutorías y darte mi tiempo si en clase no estás poniendo nada en práctica. En un mes se hace corte de mitad de semestre, ese examen vale un 30% de todo el semestre, si llegas a perderlo también vas a perder el semestre.
Los ojos de Abbie estaban empezando a llenarse de lágrimas, mordió su labio inferior y tomó una fuerte respiración, no podía quedarse con ese nudo en la garganta guardando lo que sentía, debía ser clara con el profesor y decirle toda la verdad, así él no quisiera verla nunca más o incluso, podía pasar todo lo contrario.
— ¿Abbie? — el profesor esperaba una respuesta.
— Es que…
El sonido de un celular la interrumpió, Nicolás le dió una mirada llena de disculpa y respondió la llamada..
— Hola amor.
Mordió su lengua con fuerza… ¿Tiene novia? ¡Cómo no lo pensó! Ese hombre es todo lo que está bien en esta vida, es obvio que tenía novia, era una idiota pero agradecía a todo el universo por no haber soltado ninguna barbaridad y su dignidad aún estaba intacta aunque no podía decir lo mismo de su corazón.
— Está bien preciosa — escuchó que él le decía a la mujer al otro lado de la línea — bien, te llevaré esa ensalada de frutas que tanto amas, llegó pronto ¿bien? Te amo.
La rubia miró a otro lado mientras sentía los pasos del profesor acercarse.
— Lo siento, era mi esposa, está embarazada y los antojos…
Explicó vagamente.
— Pero bueno, ¿Qué me ibas a decir?
— Que estudiaré mucho para no perder el semestre, pero debo trabajar y ya no podré ir a las tutorías, tengo mis apuntes y estudiaré desde ahí. Nos vemos pronto profesor.
Salió tan rápido que el profesor Nicolás no tuvo tiempo de despedirse, Abbie caminó hasta llegar a los baños y se sintió como una tonta por llorar, ¿Por qué lloraba? ¡No había pasado nada con él nunca!
Dios mío, no lo podía creer, aparte de tener esposa tenía un hijo en camino, un bebé que se llevaría todo su amor y tendría un papá tan guapo e inteligente.
Se limpió las lágrimas con fuerza y se mentalizo el hecho de que no podía llorar por alguien que solo era su profesor, él en ningún momento la había hecho ilusionarse, jamás le había dado un indicio de que sentía algo por ella, nunca.
Solita se había ilusionado con él y solita se tenía que desilusionar por lo que salió del baño con muchas ganas de ir a terminar de una vez por todas con esa locura y la manera más sana y mejor de hacerlo era cortar el problema de raíz yendo a cambiar a su profesor de cálculo. Iba a extrañar admirar al profesor Nicolás en cada clase, pero tenía un semestre que salvar.
Llegó al departamento de Administración a hablar directamente con el decano de su carrera solicitando un cambio de profesor, la hicieron llenar varios formatos para verificar el porqué del cambio de profesor, tuvo que poner en la razón que es un cambio de profesor por culpa de las horas de clase y que no le daba el horario para recibir clase con Smith, esperaba que la razón fuera creíble.
Dejó los formatos a la secretaria y se sentó a esperar que el decano la pudiera atender. Media hora después él por fin la llamó.
— Abbie Hamilton.
Se puso de pie y le sonrió al hombre canoso que la esperaba bajo el marco de la puerta.
— Decano.
— Pasa Abbie, siéntate.
— Gracias.
El hombre camino del otro lado del escritorio y tomó asiento frente a Abbie, la miró directamente.
— Cuénteme Abbie, ¿Tuvo algún problema con el profesor Smith? — negó de inmediato.
— ¡No! Ninguno, el profesor Nicolás es muy buen maestro, he aprendido mucho, de hecho también tomé sus tutorías pero comencé a trabajar — lo miró con miedo — eso no significa que esté poniendo mi trabajo sobre mis estudios porque no es así, por eso necesito entrar a otra clase que me permita tomar la clase de cálculo en otro horario porque he bajado mi rendimiento y no quiero que eso pase porque cálculo no se me dió bien nunca y cuando por fin lo entendí debí tomar otras responsabilidades.
El decano asintió comprendiendo las razones de Abbie.
— ¿Qué horarios te quedan fácil para tomar la otra clase?
Trató de disimular la sorpresa que esa pregunta le ocasionó, nunca esperó que le fueran a preguntar eso exactamente, rápidamente pensó las horas en las que tenía clase con Nicolás y agradeció que todas fueran entre las 7 y 11 de la mañana, excepto las tutorías.
— Puede ser a cualquier hora después de las dos de la tarde, a esa hora ya no trabajo.
— Bien, buscaré en qué clase puedo meterte o si Smith tiene un cupo libre en horas de la tarde — trago saliva con fuerza — Ya que como no tienes problema con él también puedes estar en una de sus clases de la tarde ¿Verdad?
Trago saliva con fuerza y asintió lentamente.
— Si claro, me gustan las clases con él, también es una buena opción pero si debo conocer la metodología de enseñanza de otros maestros no me puedo quejar.
— Bien, te enviaremos un correo con tu nuevo horario, puede tomar unos dos días a lo mucho.
— Está bien, muchas gracias señor decano.
— Espero no verte por acá una vez más — Abbie se sonrojó un poco.
— Prometido.
Salió del edificio de administración y fue directo a buscar a su mejor amiga, tenía que ayudarle a conseguir un empleo imaginario.
«Violet, 07:25 am.
¿Por qué no has llegado a la clase de cálculo?»
Suspiró con fuerza al leer el mensaje de Violet, el día de ayer no la pudo encontrar y tuvo que fingir no haber ido porque estaba trabajando cuando en realidad seguía entre las sábanas de su cama.
«Abbie, 07:27 am.
Me quedé dormida»
«Violet, 07:35 am.
Eres una perezosa, menos mal el profesor no se ha dado cuenta de que faltaste a clase, te pasaré los apuntes cuando te dejes ver »
Auch, el profesor no se había dado cuenta de su ausencia, no era de extrañar, solo ella se había ilusionado, para él solo era una alumna más sin importancia.
«Abbie, 07:36 am.
Esta Bien, gracias tonta»
Se giró en la cama y continúo durmiendo, no quería pensar más en el profesor, pero irremediablemente soñó con él.
Esa misma tarde recibió el correo con su nuevo horario y suspiró con alivio cuando vio que no volvería a tener una clase con Nicolás, la universidad era demasiado grande por lo que no tendría que pasar nunca más por el aula de él o el aula de tutorías que sobraba decir también dejaría y justo tenía la excusa de que los viernes a las seis de la tarde tenía clase de cálculo con la profesora González.
Genial, simplemente genial. Eso era lo que necesitaba para no pensar más en él.